En el 73 aniversario de su muerte.
Sería el año 52 del pasado siglo, cuando llegó al colegio en el que yo estudiaba una profesora de Literatura procedente de Madrid. En una de sus primeras clases, al preguntarme la lección del día, exclamó: ¡Hablas como García Lorca! (Al parecer, lo había oído varias veces durante la estancia del poeta en la Residencia de Estudiantes)
Yo le contesté:
- Es normal. Soy de Granada igual que él.
Pero ella insistió:
- La mayoría de tus compañeras también lo son y no me lo recuerdan tanto.
Siguió la clase y olvidé aquello. Hasta que un día, al irme hacia mi casa, me preguntó: ¿Puedes quedarte un rato? Asentí y me llevó, con todo misterio, escaleras abajo hasta el sótano en donde estaban los dormitorios de las profesoras, lugar absolutamente prohibido para las alumnas. Una vez allí, sacó de lo más profundo de su armario un libro de García Lorca y, alargándomelo, dijo: Lee cualquiera de los poemas. Yo, sorprendida y nerviosa, leí, a trompicones y sin la menor entonación, lo primero que me vino a mano. Me dijo entonces: Tranquilízate, mujer, a ver si ahora te sale mejor. Lo intenté con todas mis fuerzas y esta vez vi como sus ojos se iluminaban y decía: Así era, así era…
Guardó de nuevo el libro donde lo había sacado y nos fuimos, no sin antes advertirme:
- No le cuentes esto a nadie. ¿Entiendes? A nadie.
Acabábamos de infringir dos enormes prohibiciones: Que una alumna entrara en el sacta santorum de la clausura, y que una profesora enamorada de la Literatura y la Poesía, tuviera escondido un libro de aquel poeta rojo y homosexual que los salvadores de la Patria habían asesinado para librarnos de semejante mal ejemplo.
Ahora, cuando periódicamente se habla de esas supuestas grabaciones de la voz de Federico García Lorca que, supuestamente, deben estar en una emisora de radio argentina, me digo que, si algún día se encuentran y esta profesora y yo estamos vivas, podríamos ayudar a identificarlas. Ella, porque quizá aún tenga en sus oídos el eco de su voz, y yo porque podrían comparar su acento con el mío.