Eso de ahí arriba –como podéis ver- es una lámpara incandescente, una bombilla de las de toda la vida, también conocida por estas tierras como perilla o pera por la forma de las más habituales.
Bueno, pues hace unos años, a los señores de la Unión Europea se les encendió la bombilla de sus cabezas y se dijeron: No es bueno que los europeos iluminen sus hogares de la misma forma que sus abuelos. Hagamos, pues, que todos, como un solo hombre y una sola mujer, pasen a usar las bombillas de bajo consumo. Demos un plazo prudencial y si no se pasan a ellas por las buenas lo harán por las malas. Y en esas estamos, en que el plazo prudencial ha terminado y han dejado de fabricarse las lámparas incandescentes. Y así vemos a los españolitos (que a los demás no los vemos) buscando afanosamente por tiendas de barrio nuestras queridas bombillas incandescentes. ¿Por qué este apego? ¿Conservadurismo a ultranza? No amigos, se trata sencillamente de que muchas lámparas no admiten el formato de las bombillas de bajo consumo. ¿Alguien se imagina una araña de 25 brazos con esas bombillas? Aparte de su precio, claro. Y las pantallas que se sujetan con el sistema de pinza sobre la propia bombilla. Y los apliques con forma de vela. Y muchos plafones en los que no entran. Y….
Pero no acaba ahí la cosa, pues a los lumbreras de la UE no se les ha ocurrido pensar que en las casas hay habitaciones en las que se entra y se sale rápidamente, sin tiempo de que las bombillas de bajo consumo tomen toda su potencia, y así nos vemos lavándonos las manos medio a oscuras, echando un pis a media luz como en el tango y buscando algo en un cajón sin ver tres sobre un burro.
Y lo curioso es que se supone que los comerciantes estarían contentos, pues en vez de vender bombillas baratas están vendiendo las que cuestan mucho más. Pues no señor, no están contentos, ya que ellos pagan en concepto de impuesto por el reciclaje de las usadas 30 céntimos por cada bombilla y 50 por los tubos fluorescentes.
O sea, todos cabreados y nadie satisfecho ¿O sí?
Bueno, pues hace unos años, a los señores de la Unión Europea se les encendió la bombilla de sus cabezas y se dijeron: No es bueno que los europeos iluminen sus hogares de la misma forma que sus abuelos. Hagamos, pues, que todos, como un solo hombre y una sola mujer, pasen a usar las bombillas de bajo consumo. Demos un plazo prudencial y si no se pasan a ellas por las buenas lo harán por las malas. Y en esas estamos, en que el plazo prudencial ha terminado y han dejado de fabricarse las lámparas incandescentes. Y así vemos a los españolitos (que a los demás no los vemos) buscando afanosamente por tiendas de barrio nuestras queridas bombillas incandescentes. ¿Por qué este apego? ¿Conservadurismo a ultranza? No amigos, se trata sencillamente de que muchas lámparas no admiten el formato de las bombillas de bajo consumo. ¿Alguien se imagina una araña de 25 brazos con esas bombillas? Aparte de su precio, claro. Y las pantallas que se sujetan con el sistema de pinza sobre la propia bombilla. Y los apliques con forma de vela. Y muchos plafones en los que no entran. Y….
Pero no acaba ahí la cosa, pues a los lumbreras de la UE no se les ha ocurrido pensar que en las casas hay habitaciones en las que se entra y se sale rápidamente, sin tiempo de que las bombillas de bajo consumo tomen toda su potencia, y así nos vemos lavándonos las manos medio a oscuras, echando un pis a media luz como en el tango y buscando algo en un cajón sin ver tres sobre un burro.
Y lo curioso es que se supone que los comerciantes estarían contentos, pues en vez de vender bombillas baratas están vendiendo las que cuestan mucho más. Pues no señor, no están contentos, ya que ellos pagan en concepto de impuesto por el reciclaje de las usadas 30 céntimos por cada bombilla y 50 por los tubos fluorescentes.
O sea, todos cabreados y nadie satisfecho ¿O sí?