30/5/13

El huevo o la gallina


El profesor López Calera al que hemos recordado hace poco, decía en una conferencia sobre la corrupción en la política, que los políticos no son marcianos que vienen de otro planeta, sino que salen de la sociedad y si esta es corrupta, el político lo será en mayor medida puesto que tiene más ocasiones al alcance de su mano. Y, a modo de anécdota, añadía que él no había tenido como profesor más tentación que llevarse unos bolis para sus niñas, pero que un político tenía otras muchas. Con lo cual no justificaba la corrupción, por supuesto.
La sociedad es corrupta casi sin darnos cuenta, pues a todos nos parece normal evadir impuestos, pagar sin IVA, aceptar que no nos den factura los profesionales liberales (o ser profesional liberal y no darla) y tantas otras cosas que todos conocemos. Se miente al pedir una subvención, una beca, el bonobús de pensionista o se falsea el domicilio al escolarizar a los hijos. Son pequeñas corruptelas que justificamos diciendo que más roban los políticos o que a saber donde van nuestros impuestos. Pero, ¿realmente son tan pequeñas?
Hace ya bastantes años, en una ocasión que entré de presidenta de mi comunidad de propietarios, al hurgar en los papeles descubrí que el anterior vicepresidente había cometido un hecho que muy bien se podría calificar como robo, ya que aunque él no se había metido dinero en el bolsillo, sí había utilizado fondos de la comunidad en algo que le beneficiaba. Mi reacción fue sacarlo a la luz y que los vecinos lo conocieran y opinaran sobre las medidas a tomar, pero el que estaba conmigo de vicepresidente se negó diciendo que iba a ser un escándalo, que era un vecino y que descubrir aquello crearía problemas y enemistades en la comunidad. Yo insistí en que no podíamos permitir que se ocultara el hecho, pues se trataba de un robo a todos nosotros, pero él me presionó diciendo que, en el caso de que yo lo descubriera, él dimitiría y me pidió tiempo después de hacerlo para que no se le relacionara con la denuncia. Ante esta situación y en contra de mis convicciones, cedí, me callé… y todavía me estoy arrepintiendo de ello y sintiéndome cómplice. Fue una pequeña corrupción, era poca la cantidad defraudada, pero pienso que somos demasiado blandos con los corruptos y así nos va.
En este momento, todos podemos apreciar como en la calle circula más dinero del que se podría suponer dado el estado del país, pues vemos llenos los bares y no han cerrado ninguno de los restaurantes de lujo ni las tiendas más caras. Es más, continuamente se están abriendo nuevas franquicias, grandes tiendas en las calles más céntricas que siempre están llenas de público. Por otra parte, tampoco parece que se están resintiendo los espectáculos y hay largas colas para adquirir localidades de alto precio ¿De donde sale todo ese dinero?
Pues yo creo que, en parte, es dinero ilícito, dinero procedente no solo del trabajo sumergido, sino de ganancias no lícitas y no declaradas, de todas esas corruptelas que de vez en cuando se descubren por aquí y por allá y de las muchas que no se descubrirán jamás, pero que han metido –y meten- dinero en el bolsillo de mucha gente, que es el que ahora circula. No son fraudes de millones con grandes titulares en la prensa, sino pequeñas corrupciones que son toleradas y hasta envidiadas por quien no puede realizarlas y que definen a una sociedad corrupta que no debería escandalizarse si luego sus políticos lo son también a un mayor nivel.

24/5/13

La gran desconocida





Parece que la Biblia es sólo para creyentes, pero no es así. Desde el punto de vista literario tiene textos bellísimos, semejantes o superiores a cualquier texto de la época. Como ejemplo, este fragmento de un profeta que nació allá por el año 645 a C.

Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste, me violaste.
   Yo era el hazmerreir todo el día, todos se burlaban de mí.
Si hablo es a gritos, clamando “violencia, destrucción”,
   la palabra del Señor se me volvió
escarnio y burla constantes, y me dije:
   No me acordaré de él, no hablaré más en su nombre.
Pero la sentía dentro como fuego ardiente encerrado en los huesos:
   hacía esfuerzos por contenerla y no podía.
Oía el cuchicheo de la gente: “Cerco de pavor”,
   ¡a delatarlo, a delatarlo!
Mis amigos acechaban mi traspié: A ver si se deja seducir,
   lo violaremos y nos vengaremos de él.
Pero el Señor está conmigo como fiero soldado,
   mis perseguidores tropezarán y no me podrán,
sentirán la confusión de su fracaso,
   un sonrojo eterno e inolvidable.
Señor de los ejércitos, examinador justo,
   que ves las entrañas y el corazón,
que yo vea como tomas venganza de ellos,
   pues a ti encomendé mi causa.
Cantad al Señor, alabad al Señor,
   que libró al pobre del poder de los malvados.

Confesiones de Jeremías (Jr. 20,7-13)

18/5/13

El rincón de un amigo



Últimamente actualizaba poco el blog y yo tampoco iba mucho por allí debido a mi alergia por los temas políticos, pero lo conservaba en marcadores y de vez en cuando me asomaba aunque no comentara. Hasta que no hace mucho entro y me encuentro con el temido Error 404. En principio no me alarmé, pues el amigo Pablo tiene por costumbre trastear en su blog con mucha frecuencia, pero vuelvo días después y la página sigue sin aparecer, por lo que me pongo en comunicación con él y me contesta atentamente diciendo que ha cerrado por el momento, pero que su actividad sigue en Facebook. O sea, otro más que emigra al país del Me gusta/ No me gusta.
Me estoy refiriendo a Pablo Saldaña, también conocido por Tomás Martín, cuyo blog fue uno de los primeros en donde desarrollé mi carrera de comentarista antes de estrenarme como bloguera. Y aquí correspondería un enlace en verde a El rincón de Pablo Saldaña, que no puedo hacer porque os saldría lo que aparece en la imagen de arriba.
Hace mucho, mucho tiempo, llegué a él por casualidad, me gustó y me quedé. Era un blog serio, sin estridencias y austero como buen castellano, que mezclaba temas relacionados con su militancia política y su raíz palentina con nostalgias de juventud y temas musicales. Por entonces y como buen aficionado a la música clásica, tenía un reproductor y creo que fue en ese principio y por su causa cuando surgió uno de los debates más interesantes en los que he participado y que se desarrolló a dos bandas, simultáneamente en otro blog.
Ocurrió que un día, al entrar, sonaban en el reproductor los compases de un nocturno de Chopin que yo no sabía localizar y que, además, siempre me había recordado a El Moldava de Smetana, de donde está tomado el actual himno de Israel. Comenté sobre esto, entablándose un debate que duró varios días en el que llegaron a acusarme de tildar de plagiario a Chopin y, como no nos aclarábamos, recurrí a NaaN, por entonces en su carrera de música, que localizó e  identificó el nocturno y salimos de dudas sobre el parecido, publicando después este post en su blog compartido.
Poco después, en agosto del 2007, se despidió Sospechosos habituales, pero NaaN y Carlos Luna siguieron en solitario con sus propios blogs y yo he seguido comentando  en ellos a pesar de lo poco que publican. El tiempo ha pasado y ya no son estudiantes, sino personas adultas con vidas adultas, pero al parecer siguen apegados a sus blogs y los conservan para momentos especiales. Sin embargo, Pablo Saldaña ha hecho desaparecer el suyo y, aunque dice que lo retomará más adelante con otro nombre, me temo que seguirá el camino de otros que dijeron lo mismo y no volvieron.
Y aquí estamos los que vamos quedando. Cada día más solos, teniendo que ir a Facebook para comprobar si los antiguos amigos siguen vivos, mientras nuestros blogs y nuestras fotos empiezan a amarillear como postales antiguas.

13/5/13

Llamada




     ¡Riiiiiiinnnnn!....
-¿Diga?

-¿Estabas durmiendo?
-¿Quién es?
-¿No eres Ángeles?  
La voz se parece mucho a la de una amiga y pienso que se ha equivocado y ha marcado mi teléfono en lugar de otro.

    -No, no soy Ángeles, pero ¿quién eres tú?
-Si usted no es Ángeles no tengo por qué decírselo.

-Perdone, pero la voz me resultaba conocida y pensé en una confusión. Así que usted dispense si me intereso por saber quien llama a mi casa.
  
O sea, te interrumpen lo que estás haciendo, te sacan de la cama o del baño, dejas la comida en el fuego ¿y no puedes preguntar quien llama?


6/5/13

Cuando el río corre....


No se cuantas veces a lo largo de este invierno habremos dicho los granadinos: Llueve más que cuando enterraron a Zafra. ¿Os suena el nombre? Seguro que sí, pues ya hablamos de esa familia y de la Casa de Castril llena de leyendas. Pues bien, el protagonista ahora no es aquel señor que se cargó al paje y tapió el balcón de su enamorada hija Doña Elvira, sino otro descendiente de Don Hernando de Zafra, que tuvo un final poco digno de  su noble estirpe.
Según cuenta la leyenda, allá por el año 1600 ocupaba la casa Don César de Zafra, un señor que parecía tener tan malas pulgas como su pariente y que debido a un conflicto de lindes con los vecinos de sus tierras, desvió la acequia que pasaba por allí, dejando a todos sin agua. Agobiada por la sed, una gitana se introdujo por la noche en su finca para llenar un cántaro de agua, pero con tan mala suerte que los guardas la descubrieron y la llevaron ante el malvado Don César, el cual estrelló el cántaro contra el suelo y la condenó a recibir tantos garrotazos en su cuerpo como trozos en los que se había roto el cántaro, ante lo cual, la gitana lo maldijo diciendo:
-Siete palos me dieron, conde de Zafra, y maldigo y emplazo tu vida en siete días. El próximo martes morirás, las aguas van a sobrarte y tus despojos navegarán sobre ellas".
Añadiendo al irse toda dolorida:
-¡Quiera Dios que te entierren las aguas del río!
Aquella misma noche el noble enfermó y tras una semana de tiriteras y dolores murió el día 4 de marzo, martes para más señas. Según era costumbre, colocaron su cadáver para el velatorio en una sala baja de la casa, que como ya sabéis está en la Carrera del Darro que discurre a todo lo largo del río, pero ocurrió que se produjo una gran tormenta, el río se desbordó y las aguas entraron en la casa arrastrando el ataúd y su ocupante río abajo hasta perderse y desaparecer.
Por eso los granadinos, cuando vemos que nos cae el agua a cántaros, nos acordamos de aquel señor de Castril  que no pudo ser enterrado en el panteón familiar a pesar de lo cerca que estaba su casa del Paseo de los Tristes, donde se despedían los duelos antes de iniciar el cortejo la subida por la Cuesta de los Chinos hasta el cementerio.