En mi adolescencia y juventud fui muy aficionada a lo que entonces llamábamos “música moderna” y, como en España por entonces solo teníamos a Jorge Sepúlveda mirando al mar, Gloria Lasso o Antonio Machín y sus angelitos negros, mis gustos cruzaron los Pirineos o saltaron el charco para la música melódica de Francia y América del Sur, mientras la rítmica, la bailable, me llegaba de USA y también, en menor medida, de Suramérica. Y así superé mi timidez aprendiendo a bailar el tango o dejé que arrojaran al aire mis 38 kilos con el swing y luego el rock. Para el tocadiscos portátil que llevábamos de casa en casa, llegué a reunir una colección de discos no muy extensa pero sí escogida, que me llevó a conseguir el apreciado título de La-Mejor-Música en los bailes que organizábamos los sábados, que llamábamos fiestas y que de Madrid para arriba se empezaron a llamar guateques.
Y entonces, llegaron los Beatles
En las emisoras más progresistas se empezó a oír una música distinta y el NODO nos mostraba con escándalo un grupo de “melenudos” con un nombre difícil de pronunciar para quien no sabía inglés. Su éxito y la invasión de la Beatlemanía me cogió ya cercana a los 30 y un poco desligada de toda aquella afición por la música. Las fiestas de los sábados habían quedado atrás y yo luchaba en otras guerras, pero a pesar de eso, seguí con interés la música de los Beatles y muchas de sus canciones me parecieron lo mejor que se había escrito hasta el momento.
Siguen pasando los años y ya con los Beatles separados, una amiga se compra un equipo de música y empieza a formar su discoteca, a lo que quise contribuir con unos discos de los de Liverpool, así que entro en una tienda de música y me dispongo a elegir unos cuantos de 45 r.p.m., aquellos de cuatro canciones, dos por cada cara. Se me acerca entonces una chica muy joven que estaba a cargo de la sección y, viéndome indecisa, me dice con tono de suficiencia:
-Para elegir esta música hay que conocerla.
A lo que le contesto un poco enrabietada:
-Me llevo este de la primera época, este de la visita a EEUU y este de la época de solo estudio.
Pagué en caja y me miré en el escaparate para ver si se me notaban las canas.