Ya he mencionado otras veces a Manuel Alcántara, ese malagueño que escribe una columna diaria en la última página de IDEAL desde hace años y años. Un malagueño que también es un buen poeta aunque pocas veces lo saque a relucir y que, curiosamente, también fue en sus años mozos comentarista de boxeo. Pero hoy no lo traigo aquí como poeta ni como aficionado al boxeo, sino como columnista que, por una vez y sin que sirva de precedente, dejó el otro día la actualidad para hablarnos de sí mismo en este artículo que copio palabra por palabra porque no lo he encontrado en la Red, ya que nuestro querido periódico reserva la sección Opinión para los que lo pagamos en papel.
Tiene usted la palabra, don Manuel, compañero diario de mi desayuno.
FORMAS DE DESPEDIRSE
Aunque se cierren muchas puertas, no está bien irse dando un portazo. En el mundo se está solo un rato, pero incluso los que no creemos que haya otro donde impere un más largo sentido de la hospitalidad, estamos obligados a despedirnos con buenos modales, pero ahí viene la confusión. ¿De que nos despedimos y, sobre todo, de quien? La mayoría de las personas a quienes quisimos, un noventa por ciento o cosa así, ya no están, y mi mundo ya no es de este mundo. No digo que sea peor, que no lo es, sino que no es el mío. ¿Cómo despedirme de mi calle, que ya no es mi calle, ni una calle cualquiera camino de cualquier parte porque han hecho un bloque de cemento impenetrable y más macizo que nunca? Las ciudades varían, generalmente para bien, pero arrasan nuestra memoria. A casi nadie le podemos decir eso de ¿tú te acuerdas? Si uno ha cometido la imprudencia de vivir muchos años tiene que despedirse de él mismo, sin nadie que le acompañe en el sentimiento.
Metafísico estoy porque he perdido gran parte de mi apetito, que era bastante leal. Lo que no me ha abandonado es la sed, ni la de justicia ni la otra. Me figuro el otro mundo, no como una gran biblioteca con Borges de bibliotecario, sino como un gran mostrador donde podría congregar a mis amigos y a esos otros amigos que nunca llegué a conocer. Hubieran sido íntimos de no haberse opuesto el tiempo y el espacio. Cuando sufro vagos estados de melancolía lo atribuyo a que tengo añoranza de las cosas que no me han sucedido jamás.
Ya tenía ganas de escribir un artículo donde no apareciera ningún político, ninguna cupletista y ningún imputado, aunque no ignoro que el periodismo es actualidad. ¿Para quién?, me pregunto. Rápidamente me respondo: para usted, que ha tenido la paciencia de llegar hasta aquí sin que le hablen de enredos, ni aspiraciones, ni engaños amparados por la avaricia. Por usted, vaya por usted.