Desde hace un tiempo, digamos que de unos años a esta parte, vengo notando que las gestiones que hago tanto en organismos públicos como privados, me son cada día más difíciles y el trato es cada vez peor, por lo que no se si es que el personal va creciendo en desatención o es que yo voy envejeciendo y el trato que recibo es el correspondiente a mi edad.
Sí, sí, no os extrañéis: correspondiente a mi edad. Todos sabemos que en estas oficinas no se trata igual a un señor importante que al que viene de un pueblo con su boina en la mano y no se trata igual a un hombre que a una mujer, por lo que no es nada extraño que no se trate igual a una persona joven que a otra con el pelo blanco y, encima, mujer. O sea, dos papeletas para que te dejen como un guiñapo.
Que es lo que me ha ocurrido hoy cuando he intentado hacer una gestión en una empresa pública/privada. Hasta el punto de que si no he presentado una queja en la gerencia contra la empleada es porque quizá tenga que hacer otra gestión dentro de poco y no me conviene señalarme.
Y la pregunta que me queda siempre en estos casos es que hubiera pasado si en vez de ser mujer mayor hubiera sido hombre y joven. Así que estoy considerando seriamente la posibilidad de hacerme acompañar en estas gestiones por un hombre con apariencia de hijo y, a ser posible, vestido de Giorgio Armani. Yo, que siempre he ido sola a todas mis batallas administrativas y bancarias y que, incluso, en las guerras más cruentas he considerado que si iba acompañada demostraba inseguridad y eso me restaba posibilidades. Vivir para ver… Para ver como te pisotean impunemente.