26/3/17

La Misa





     Hace unos días, me llegó al correo este artículo, que voy a copiar aquí completo y sin añadir nada, pues aunque no estoy totalmente de acuerdo con él, me parece un ejemplo de postura dialogante y comprensiva. No conozco al autor y he preferido no informarme para no condicionar mi opinión, así que no se de donde viene ni cual es su postura respecto a otras cuestiones. Vosotros, que seguramente sabéis más que yo,  tenéis la palabra…


NO PRIVARLES DE LA MISA

Koldo Aldai 


     He vuelto al templo, en realidad lo he hecho a menudo a lo largo de los últimos años. Voy de acompañante, primero de un padre, ahora de una madre en edad de agradecer filial compañía. Acompaño pero también canto a pleno pulmón, me arrodillo, doy la mano en señal de paz y me arranco sin dudar a comulgar cuando suena aquello de “Tú has venido a la orilla…” Lo paso peor con una “señal de la cruz que nos libra de nuestros enemigos...” y cuyos gestos lamentablemente ya he olvidado.
     También he orado, con no menos fe, en los templos budistas, hinduistas, en sinagogas, en mezquitas..., sobre todo en templos universales de los diferentes continentes. En los templos de unos y otros países viví similar devoción, en todos observé gentes rendidas al mismo Dios “que los hombres distintos llamamos con distintos nombres, pero que es el Uno, el Único y el Mismo…” (Lanza de Vasto) De vuelta a mi ciudad natal, he visto a tantas personas de edad y buena voluntad  remontar con sus bastones las escaleras de la parroquia del barrio, que me he visto inundado de un hondo y reconvertido aprecio por su íntima esfera religiosa. Deseo en este sentido expresar mi disenso ante la solicitud de "Podemos" de retirar la misa de la programación de TVE.
     Sí, es cierto, el Estado y sus medios de comunicación han de hacer gala de aconfesionalidad, pero ello no contradice el hecho de mantener una escasa hora semanal de misa, mientras otros credos tengan asegurada su ventana a los televidentes, como ahora es el caso. En este sentido también esperamos que el ente público no tarde en abrirse a otras tradiciones espirituales que aún no tienen  cabida en la parrilla. 
     Es preciso respetar la laicidad en la educación, en el ejército, en los actos oficiales... El Estado ha de mantenerse neutro ante una creciente pluralidad confesional, pero el Estado ha de servir también a los ciudadanos a través de sus medios de comunicación. La cesión en la tele pública de espacios a los diferentes credos en razón de su arraigo es un servicio nada desdeñable. Por lo demás, si la misa retransmitida reconforta a muchas personas de edad, ¿por qué precipitar su apagón? Tantos programas deberían desaparecer de la programación antes que ese oficio religioso. Sobran primero las series en las que se dispara y sangra,  las tertulias en las que se falta y ofende, las corridas en las que se tortura y mata  gratuitamente…
     Ha de prevalecer una cierta amabilidad intergeneracional. Hemos de honrar a nuestros mayores, hemos de preservar sus referentes culturales y espirituales aunque no coincidan plenamente con los nuestros. Hemos de ser considerados con lo que tiene importancia y relieve para las generaciones que nos precedieron. Barrer la misa es olvidarnos en alguna medida de ellas. Hemos de unir a los pueblos, a las clases, a las razas y tradiciones…, pero hemos de empezar más cerca y tratar de enlazar también a las generaciones.
     Por más que puedan aburrir sus fórmulas repetidas hasta la saciedad, por más que nos sorprenda que la mujer no ocupe aún su debido lugar en la presidencia del altar…, la misa es momento sagrado. En realidad todo lo que adquiere vital importancia para el otro es algo sagrado. Somos privilegiados, pues participamos de un mundo rico y diverso en el que se reúnen muy diferentes momentos y territorios sagrados. La consigna de manual de la emergente formación política puede ser poco considerada con el universo vital de quienes nos dieron vida. La necesidad  de superar los antagonismos civiles nos invita también a ser respetuosos con los mayores y su misa de las once ya en vivo, ya a través de la pantalla.
     Nadie nos obliga a sentarnos el domingo por la mañana al televisor, pero pienso en nuestros ancianos, muchos de ellos enfermos o impedidos, que en ese programa encontrarán consuelo y confort del alma. Nunca arrasar, nunca llevarse lo que es significativo para un importante colectivo, más al contrario intentar hacer nuestro algo de su universo. Para muchos de nuestros padres un domingo sin misa no es un verdadero domingo. Honrar a nuestros mayores no significa que tengamos que arreglarnos corriendo y salir al toque de sus campanas, que debamos arrodillarnos ante sus mismos iconos, que debamos necesariamente  oír el sermón de sus sacerdotes..., pero sí intentar facilitar la expresión de su fe, su legado, sus tradiciones.  
     Ninguna  generación que nos  precede ha  debido de hacer  tamaño  esfuerzo para adecuarse a los nuevos tiempos como la de nuestros progenitores. Privarles de sus imprescindibles referentes, de sus anclajes es un flaco  reconocimiento a ellos y a cuanto nos dieron. No hay nada más revolucionario que el sincero agradecimiento y en ello debiera  también  reparar la  formación morada. 

20/3/17

El antecedente (Relato histórico)



     A lo largo del mucho tiempo que ya llevo en esto de los blogs, más de una vez me he acordado de algo que me ocurrió cuando tenía 17 o 18 años. Por entonces,  yo oía mucho la radio y, en una emisora local, había un programa muy parecido a lo que ahora son los blogs. Los oyentes escribían cartas bajo pseudónimo, aunque había que poner el nombre auténtico, que no aparecía, como en los comentarios de los blogs la dirección de correo. En esas cartas -que leía el locutor- se planteaban temas, se discutían, se contestaban unos a otros... Igual que un blog. Y eran siempre las mismas personas, los mismos pseudónimos, también igual que en un blog.  Y, entre carta y carta, emitían una canción elegida por el autor/a de la carta. Yo empecé a escribir con el pseudónimo de Muerte Pequeña, el único que he usado antes de Senior Citizen, y elegí eso, tan extraño, porque mi primera respuesta fue a un chico que usaba el pseudónimo de Antoñito el Camborio, el personaje de García Lorca. Tomé las obras de este poeta, miré y miré... y ningún nombre me gustaba, hasta que tropecé con la Canción de la muerte pequeña, en donde dice: 
                                         
                                         Un hombre solo, y ella
                                          una muerte pequeña.

     Voces de muerte, la soledad de la que hablaba siempre el Camborio de la radio… ni de encargo.
                                   
     Éramos todos muy jóvenes, se notaba, y algunos muy tontos con comentarios muy tontos. Sólo este y pocos más se salvaban, entre ellos una chica que estaba enferma y escribía y oía desde su cama.  Aquello duró varias temporadas, que yo empezaba y terminaba siempre pidiendo la misma canción, la del vídeo de más abajo. Y ocurrieron muchas cosas, la más triste que la chica enferma murió y alguien nos convocó a una misa a la que acudimos todos, mirándonos los unos a los otros sin saber quien era quien. Mientras, el locutor sí nos había ido conociendo de uno en uno y yo, personalmente, inicié con él una amistad que duró hasta que se marchó de Granada.

     Por medio de él supe que aquel Antoñito el Camborio quería conocerme. Me negué, insistió, y al final me dejó una carta en la emisora, un sobre decorado por un dibujo alusivo a mi pseudónimo y un remite con su nombre completo. Dentro, una cita: tal día, a tal hora, en tal sitio. Para entonces yo ya tenía novio y él sabía algo de mi participación en el programa... pero no todo. Más que nada porque para él esto eran "novelerías" mías. Por tanto, no le dije nada de la cita y, después de mucho dudarlo, acudí, pero me quedé en la acera de enfrente, pues mi intención era sólo verlo, sin que me viera. Pasó largo rato y nadie que pudiera responder a lo que yo esperaba se presentó en la puerta del Banco de España, por lo que me volví a mi casa. Luego supe por el locutor que él también estaba allí,  pero también en otro sitio, mirando sin ser visto, y que, aunque me localizó, no quiso acercarse al ver que mi intención no era tomar contacto con él. Le escribí, entonces, una carta disculpándome y diciéndole que tenía novio, que a él no iba a gustarle, etc. etc. Y ahí terminó todo. Poco tiempo después, el locutor se marchó de Granada y el programa terminó.

     Hace unos cuantos años supe que el compañero fallecido de un poeta granadino, bastante bueno y conocido, se había llamado igual que aquel Antoñito el Camborio. ¿Sería el mismo? Imposible saberlo. O quizá no tan imposible, pues cabría mostrarle a este poeta aquella carta y aquel dibujo que debe estar en algún rincón de mis cajones. Pero, ¿vale la pena? ¿No es mejor dejarlo así? 



12/3/17

Mientras...





     Mujer.

     No muy lejos de los 90 años.

     Sin familiares cercanos… ni lejanos.

     Allegados: Dos amigas casi de su edad.

     Situación económica: Venida a menos y, en este momento, en las últimas.

     Únicos bienes: el piso donde vive.

     Hace días se rompió una cadera (la segunda, de la primera caminaba con andador), la operaron y este fin de semana le dan el alta y le dicen que puede irse.

   ¿Irse? ¿A dónde? No puede ir al baño sola, ni lavarse, ni acostarse y levantarse, ni…

     No puede pagar una persona que esté con ella ni una residencia y sus amigas son demasiado mayores para hacerse cargo. En el hospital la dejan hasta el lunes, pero ni un día más. ¿A dónde va?
  
     Mientras…

     Los morados discuten sobre el sexo de los ángeles con los naranja, los azules, los rojos y los de listas.

8/3/17

¿Día de la Mujer?






     Hoy, un día que empezó llamándose de La Mujer Trabajadora y ahora es simplemente de La Mujer, yo no pensaba escribir nada aquí porque no me gustan los “días de” y hasta me fastidia que las mujeres tengamos un día especial para nosotras, en el que recibimos vídeos que nos ponen por las nubes… un día al año. Sin embargo, mientras almorzaba he visto en televisión un vídeo que me ha levantado el estómago y que me he hecho coger el ordenador para dejar aquí aunque sea unas líneas.

     En el vídeo se ve la brutal paliza que recibe una chica muy joven, según decían de 17 años, que aguanta los golpes de su pareja una y otra vez. Puñetazos, empujones, patadas… Hasta aquí algo que, por desgracia, ya hemos visto muchas veces, pero lo que más me ha impactado es que luego se ve como la chica se levanta maltrecha del suelo y va tras su maltratador, cojeando sobre sus altos tacones y, probablemente, llamándolo por su nombre para que no se vaya sin ella. Ahí, amigos, es donde ya he estado a punto de “descomer” el almuerzo.