Es duro cenar sola en Nochebuena. Te dices que no pasa nada, que es una noche como las demás, pero no te dejan. No te han dejado las tiendas llenas de gente, de personas que compran como posesas. No te han dejado las conversaciones de las clientas con un tema único: cuantos se reunirán a cenar. No te han dejado las amigas, agobiadas porque les llegan TODOS los hijos y TODOS los nietos y no saben donde acoplarlos. Y no te han dejado las preguntas impertinentes de con quien vas a cenar tú. Aunque eludes la respuesta con una broma. Y hasta mientes.
Enciendes la tele y recuerdas otras Nochebuenas viendo “La Primera”, la mejor televisión de España… porque no había otra. Te parecen muy cercanas esas Nochebuenas y te das cuenta de los años que han pasado cuando ves a Raphael.
Pero cuando te derrumbas es cuando te empiezan a llegar fotos de largas mesas adornadas y grandes familias reunidas alrededor de ellas. Familias que algunas llevan tu sangre circulando por sus venas.