28/7/18

Brutal




      Cuando, hace unos días, me tropezaba con este vídeo al entrar o salir del correo, ya de entrada me molestó el título.

      En el vídeo –que debe estar todavía en algún rincón de Yahoo, pero no me he molestado en buscarlo- se ve la reacción de esa chica cuando el hombre que se acerca por la derecha, le toca el trasero al pasar a su altura y sigue andando. La chica se revuelve, corre trás él, lo alcanza, y se lía a golpes contra su espalda. Y esta reacción la califica Yahoo como “brutal”. Supongo que será la traducción de la palabra original que estará en inglés, pero ¿no han encontrado otra? En el texto habla de “sorprendente”, pero es que habría muchas más. Enérgica, indignada, incluso se podría admitir (con matices) exagerada, pero ¿brutal?. Brutal viene de bruto. ¿Es bruta la camarera? ¿Es una brutalidad aporrear la espalda de un hombre mucho más corpulento que ella?

      Me parece que estamos siempre en el mismo sitio.   
  

18/7/18

Querido WhatsApp






       WhatsApp es un medio de comunicación instantánea muy efectivo y útil, que todos usamos y que nos resuelve muchas situaciones que nos serían más complicadas por otros medios.  Hasta ahí estoy de acuerdo. Sin embargo, creo que tiene un defecto importante. Me explico.

      Cuando llamamos a un teléfono, sea fijo o móvil, si el abonado está manteniendo una conversación con otra persona, el teléfono nos da ocupado o comunicando y solo si el abonado tiene activada la llamada en espera, esta no se interrumpe. En los demás casos, quien llama tiene que esperar a que termine de hablar la persona con la que quiere comunicar.

      Pero en el WhatsApp no. Ahí lo que vemos es que esa persona está “en línea” y, si no somos prudentes, podemos irrumpir en la conversación que está manteniendo, poniéndola en la disyuntiva de ignorarnos o intentar mantener la conversación a dos bandas, con lo que una de las dos personas con las que intenta hablar sufre las esperas de su conversación con la otra. O las dos. Porque no olvidemos que el WhatsApp es una conversación por escrito. O con mensajes de voz. Pero una conversación en la que dos personas se comunican igual que si estuvieran frente a frente. Y lo correcto es que, si dos personas están hablando, no intervenga una tercera interrumpiendo su diálogo. Y aquí está el problema de Whatsapp, que permite esa interrupción y, como no siempre somos prudentes, se pueden producir situaciones muy incómodas y dar lugar a conflictos entre los usuarios. No menciono el sistema de los grupos porque ahí los que forman el grupo aceptan voluntariamente esas interrupciones, pero no siendo ese caso, Whatsapp debería habilitar un sistema similar a los teléfonos y no permitir la comunicación con el usuario que está manteniendo una conversación hasta que esta termine.

8/7/18

Quizá siempre fue así



      Quizá siempre fue así y no nos dimos cuenta. Los jóvenes nos íbamos, los viejos se quedaban. Y nosotros, los jóvenes, no sabíamos de su soledad, de su tristeza, del vacío de sus horas, de sus miradas a un reloj que no terminaba de marcar la hora de la cena y, luego, la hora de acostarse. 

      Estábamos en nuestra vida y ellos en la suya.


3/7/18

La losa



Foto de EFE en El Español

      Por mi edad, es evidente que viví la dictadura franquista desde el principio hasta el fin. De niña, con mi inocencia, de muy joven tampoco muy consciente, pero con la madurez se puede decir que llegó la “conversión”, abrí los ojos a lo que estábamos viviendo y tomé partido. Viví entonces la falta de libertad, el dolor de las detenciones, de los apaleos de los grises, incluso de los muertos cercanos en las manifestaciones. Viví la injusticia, la rabia, el miedo… Pero nunca dejé que anidara en mí el odio, sabiendo que es un sentimiento destructivo que no nos lleva a ninguna parte. Gracias a ello, cuando murió el dictador no brindé ni lancé cohetes, pero el día del entierro me senté ante el televisor para comprobar con mis propios ojos como le daban sepultura. Y lo vi. Vi como arrastraban una enorme losa de tonelada y media, la vi correr poco a poco sobre el agujero por el que había desaparecido el ataúd, hasta que lo cubrió del todo sin dejar un resquicio, sepultando 40 años nefastos. La sensación que experimenté entonces fue indescriptible y ni aún ahora, tantos años después, puedo describirla. Pero lo que sí se es que no me gustaría nada ver levantar esa losa. Me da miedo, lo confieso. Vayamos a historias…