Esto no va a ser una felicitación propiamente, porque no voy a escribir la palabra feliz ni ninguna parecida. Va a ser solo un recuerdo para aquellos que no son felices en estos días y que no lo van a ser por mucho que se lo deseemos. Un recuerdo para los que sufren, los que están solos y los que se sienten solos. Para los enfermos. Para los que han perdido un ser querido o no lo tuvieron nunca. Para los que han salido de su país huyendo del hambre o de la guerra. Para los que no tienen comida que poner en el plato de sus hijos. Para los sin techo, los sin nadie, los sin nada…
A ellos quiero decirles que, en ese dulce Niño de los belenes, cuyo nacimiento se supone que celebramos creyentes y no creyentes, está el Hombre colgado de una cruz, que veremos dentro de unos meses en nuestras calles. Que en ese Niño del pesebre, está todo el Amor del mundo, pero también todo el dolor del mundo.
Para ellos y para todos vosotros, no he escrito la palabra feliz, pero sí quiero escribir la palabra ESPERANZA.
El pueblo que caminaba a oscuras vio una luz intensa, los que habitaban un país de sombras se inundaron de luz. (Is 9,1)