Para una Navidad extraña, un villancico extraño, de un autor del que lo que menos se puede esperar es una tierna canción de Navidad. Tierna y humorística, llena de ironía y de doble intención.
Con ustedes, Bertolt Brecht y su villancico, traducido por J.Luis Gómez Toré
LA NOCHE BUENA
Antes de la noche, el día en que Cristo
a este mundo nuestro como un niño vino
fue un día duro, gris y sin sentido.
No tenían sus padres un alojamiento.
Por ello temían por el nacimiento
que para esa noche ellos preveían:
cayó el parto en la estación fría,
mas todo salió a las mil maravillas.
Era aquel establo que por fin hallaran
cálido, con musgo entre tabla y tabla.
La tiza en la puerta dice que el establo
huéspedes tenía y estaba pagado.
Así fue al final una noche buena:
el heno mejor de lo que creyeran.
La mula y el buey su sitio ocuparon:
todo ha de marchar como está mandado.
Un pesebre de mesa pequeña sirvió.
Un criado, oculto, un pez les llevó
(pues con el gran Cristo fue entonces preciso
obrar con astucia y mucho sigilo)
pero aquel pescado resultó excelente
y por todos lados su aroma se extiende.
Del marido ahora se ríe María,
tan preocupado como parecía.
Se levantó viento al anochecer
y no fue tan frío como suele ser:
una brisa cálida casi se ha tornado,
caliente, el establo; el niño, tan guapo.
Y ahora sí no falta apenas ya nada:
¡los Reyes Magos que a las puertas andan!
María y José contentos estaban.
Muy contentos pueden al fin descansar.
El mundo por Cristo no podía hacer más.