Se habla del personal sanitario como los héroes de la pandemia y es cierto, por lo que les debemos nuestro agradecimiento. Pero hay otros héroes- y heroínas- anónimos, que también están sufriendo en sus trabajos las consecuencias de la pandemia.
Hace unos días, me cambié de entidad sanitaria en MUFACE y, como lo hice mediante su sede electrónica, no obtuve la información de cómo me llegaría la tarjeta de la nueva entidad. Intenté varias veces contactar telefónicamente con ella, pero fue imposible, pues la grabación que contesta no contempla esa opción ni tampoco la posibilidad de hablar con un ser humano si no conoces su nombre y apellido, cosa que yo no podía tener al ser nueva en esa entidad. Así que tuve que ir a las oficinas, hice cola en la calle ante unas puertas abiertas de par en par y cuando me tocó el turno, me encontré con que no se podía acceder al interior del local, sino que, ante la puerta, había una barrera a donde las empleadas (y digo empleadas porque todas eran chicas jóvenes) se acercaban para atender a los clientes, oír su petición, volver a su mesa y ordenador, volver al cliente de la barrera, quizá de nuevo a la mesa, vuelta a la barrera... Pensé que terminarían muertas de cansancio al final de su jornada de trabajo, pero también en el frío que habrán pasado estos días atrás allí, a metro y medio de unas puertas abiertas en una calle por la que corre el viento a sus anchas.
Y seguro, completamente seguro, que su sueldo no se corresponde con este esfuerzo.