21/2/24

Calor de hogar



      Algunas veces digo que me gustaría tener mi casa más limpia y ordenada...pero no mucho. Me explico. Las casas muy perfectas en las que todo está reluciente y no hay nada fuera de su sitio, me parecen como con poca vida, me dan una sensación de frialdad semejante a la de una tienda de muebles o una exposición. No hay vida en ellas, es como si las personas que las habitan estuvieran de paso y no dejaran huella. Yo necesito una casa con periódicos, el móvil y las gafas encima de la mesa, con un libro, una fotografía, una nota escrita en papel sobre un mueble o el folleto del supermercado en la encimera de la cocina. 

      Y necesito también que, cuando alguien me visita, se note luego. Ver que hay algo fuera de su sitio, que el sillón donde se sentó está ligeramente cambiado de postura o la puerta del baño cerrada cuando yo siempre la dejo abierta. Necesito ver la huella de su paso en mi soledad. 

 

12/2/24

El invierno de la sandía


Esto NO es una sandía

 

 


Esto es una bandera  



6/2/24

Una noche de febrero




      Esta noche, tal vez a causa de la conversación con un amigo, he recordado un hecho de mi vida perdido en el tiempo. Me he visto sentada en esa butaquita baja que hay junto a mi cama, llorando a lágrima viva porque un señor de Murcia me había plantado pocos meses antes de la boda, con el ajuar y hasta los cubiertos comprados. Y he visto a mi padre al lado, agachado o de rodillas, a mi altura, hablándome, consolándome y diciéndome que mi vida no acababa allí, que era joven y podría volver a enamorarme. Pero yo lloraba y lloraba, y no se el tiempo que estuvimos así... ni si mi padre tendría agujetas por la postura al día siguiente.

      Muchas veces a lo largo de mi vida, he recordado aquello y he pensado que la relación padre-hija es única, que todos los hombres que son padres deben cuidarla porque no van a tener otra relación mejor en su vida. Y que no van a ser para nadie lo que son para sus hijas.

...

Dedicado a mi padre, que esta noche, a las 4:30, hará treinta años que besé su mano y le dije adiós.