24/10/24

Niños



      Brujuleando por la Red, me tropiezo con algo que me ha dejado pensativa y bastante indignada. Es una de esas cosas que don Google nos pone delante sin que tenga nada que ver con lo que estamos buscando y está en una página en la que te asaltan los anuncios y casi ni te dejan leerlo. 

      Parece ser que una adolescente ha contado en una red social que un niño muy pequeño la acosa hasta delante de sus padres, con la complacencia de ellos, que le ríen la gracia. Pero lo más grave es que le contestan chicas de todas las edades a las que en algún momento les ha ocurrido igual y hasta una mujer adulta que cuenta como al besar al hijo de unos amigos, el niño le tocó el pecho con gesto malicioso, ante las risas de sus padres. Y en varios de los comentarios se habla de niños de cuatro, cinco y seis años. 

      Visto esto, ¿nos van a extrañar las violaciones en grupo de menores de edad?

 

16/10/24

El bando de los perdedores

 



      Crecisteis juntas, desde primero de bachillerato erais uña y carne. Teníais la misma edad y la misma estatura, por lo que os colocaban juntas en la fila de pasar lista, unos años ella delante y otros tú según la que hubiera dado un “estirón” durante el verano. Los domingos os turnabais en las casas, tú disfrutabas del bullicio de hermanas y primos en su casa y a ella le gustaba la tranquilidad de la tuya, tus libros y como cocinaba tu madre. La primera adolescencia pasó rápida y llegó el amor. Tú lo estrenaste con aquel francés de Lanjarón y ella con uno de los vecinos de enfrente. Hasta que un día apareció en vuestras vidas aquel muchacho de los ojos verdes. Las dos os quedasteis prendadas de ellos y tú escribiste en la libreta de las tapas rojas:

      Para verte a mi lado dando vueltas a la plaza
      bajo los tilos
      y bajo el frío aire de otoño que hacía mover sus ramas.

            Pero empezó el juego sucio. Las amigas de la pandilla la ayudaban a ella en su conquista y los amigos te ayudaban a ti. Mientras, el dueño de los ojos verdes no parecía decidirse por la una o la otra. Y aquello os enfrentó. Hasta que a ti te sobrepasó la situación y la llamaste para ir a su casa “a hablar”. Llevabas el discurso bien aprendido, lo habías meditado despacio y pensabas decirle: Mira, amiga, vamos a jugar limpio, vamos a dejar que sea él quien elija entre las dos, sin intervención de nadie más, ni siquiera nuestra.

      Lo malo fue que, nada más llegar, ella sacó el álbum de fotos donde estabais juntas, empezasteis a decir: ¿Recuerdas? Y a reír juntas como antes de que llegara el muchacho de los ojos verdes. Y tú te fuiste sin haber dicho nada de lo pensado, te echaste a un lado y le dejaste el campo libre. Algún tiempo después, te dijo que ya eran novios, que se casarían y se irían lejos. Tú estuviste en la boda, conservaste la amistad con ella, pero perdiste al hombre que quizá te hubiera hecho feliz. No sabías entonces que acababas de ingresar en el bando de los perdedores y que permanecerías en él el resto de tu vida, que tu vida sería una sucesión de pérdidas, que todos tus sueños los harían realidad otras personas y todos tus deseos los cumplirían las demás, nunca tú. Que cada vez que tocaras la felicidad con la punta de tus dedos, algo se interpondría para dejarte con las manos vacías.

      Otra perdedora, Elena Martín Vivaldi escribió:

      ¿De que voy a vivir ahora
      si lo he perdido todo?

      Pero Elena siguió viviendo sin nada hasta su final. Y ahora, tú también estás llegando a tu final sola y sin nada. Y sigues perdiendo, también se esfuman tus pequeños sueños de cada día y tus pequeños deseos de cada hora. Estás en el bando de los perdedores y lo estuviste siempre ¿No lo sabías?

      Abres la libreta de las pastas azules, la que sucedió a la libreta de las pastas rojas, y lees:

      No queda nada ya, todo se ha ido,
      nada vendrá porque ya nada espero.
      El tiempo ya se acaba y solo tengo
      mi soledad y un verso en cada mano.
      Mi soledad y un verso. En esta tarde.