Hace muchos años, tal día como hoy, víspera del Domingo de Resurrección, era el Sábado de Gloria y los cristianos de entonces no sabíamos muy bien por qué se le llamaba así y si estábamos celebrando algo o no había nada que celebrar hasta el día siguiente. Yo, de niña, pensaba que lo que celebrábamos era el haber terminado aquel triste Viernes Santo en el que cerraban cines y bares, los coches no circulaban por las calles, no se podía encender la radio y hasta, si hablábamos en voz alta, nos decían: Calla, calla, que el Señor está muerto.
Al día siguiente, la cosa se suavizaba, entraba en la normalidad, pero era como un día de espera hasta el domingo, en que nos compraban la campanita de barro blanco para celebrar la Resurrección, cosa que no duraba mucho, pues el badajo de aquellas campanas se caía al rato de sacudirlas y adiós tintineo.
Por lo que he leído y recordado, el Papa Pío XII, con su Reforma de la Liturgia, inició el intento de darle sentido a ese día que se quedaba ahí en medio sin un destino claro, pero se murió sin llevarlo a cabo y, como las cosas en la Iglesia van despacio, no fue hasta el Concilio Vaticano cuando ya nos aclaramos y empezamos a celebrar la Vigilia Pascual el sábado por la tarde/noche, con lo que el Sábado de Gloria pasó a mejor vida y ya fue Sábado Santo, uno de los días del Triduo Pascual.
Las únicas damnificadas fueron las que se llamaban Gloria, que se quedaron sin saber cuando celebrar su santo, pero como para entonces ya se celebraba más bien el cumpleaños, no tuvo mucha repercusión el cambio.
Me has recordado todo lo que dices en tu primer párrafo, lo que demuestra lo mayor que yo también soy.
ResponderEliminarSaludos
Es que eso duró muchos años... Ahora solo se nota la Semana Santa en la calle por las procesiones, que no tienen nada que ver con lo que se celebra en las iglesias.
EliminarYo tengo una amiga Gloria y la felicito el sábado y el domingo, por si acaso. Y, como dice Emilio, yo también recuerdo la triste Semana Santa de mi infancia. Así que andamos cercanas de edad.
ResponderEliminarYo tengo la sospecha de que esas restricciones religiosas le venían bien a la Dictadura para tenernos recogidos en nuestras casas o viendo procesiones.
EliminarPor no hablar del poder que todos esos sagrados ritos le conferían a la santa madre iglesia!! Todo era pecado, todo estaba mal!!
EliminarBueno... Eso, hasta que madurábamos un poco, nos formábamos y decidíamos por nuestra cuenta lo que está bien y lo que está mal.
EliminarLa Semana Santa y la Navidad ya no son lo que eran, lo que en mi opinión es un avance, porque cada uno que celebre lo que quiera sin necesidad de que papá Estado nos imponga restricciones. Yo recuerdo la Semana Santa sevillana de mi adolescencia con mucho cariño, pero ahora no me acerco a esas multitudes ávidas de selfis por mucho que me paguen.
ResponderEliminarYo he tenido dos épocas de ver procesiones: La primera cuando me llevaba mi padre de niña y me explicaba que imágenes eran mejores, que diferencia había entre unas y otras, etc. Es decir, el componente artístico de ellas. Y otra época en la adolescencia y juventud, cuando las procesiones eran un pretexto para estar en la calle con amigas y amigos a una hora en que no era frecuente que nos dejaran nuestros padres. Después, ya el resto de mi vida, la Semana Santa la he celebrado en las iglesias, pero seleccionando, eligiendo donde y con quién.
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