24/5/25

Las colas del hambre



Aglomeración en la Feria del Libro. Imagen de IDEAL
 

      Se empezó a usar esta terrible expresión después de la pandemia para denominar a las colas que se formaban de personas que acudían a ONGs y Servicios Sociales buscando ayudas esenciales, de alimentos principalmente. Que se formaban y se siguen formando, pues sigue habiendo necesidad y colas que no la solucionan.

      Habría mucho que decir de este tema, pero no es de estas colas de las que voy a hablar, sino de otras que no tienen nada que ver con la necesidad de alimentos y que han surgido también a partir de la pandemia.

      Siempre ha sido conveniente reservar mesa en un restaurante en fin de semana porque podías encontrarlo lleno, pero después de la pandemia se estableció también en los bares la reserva de mesa simplemente para estar un rato tomando una cerveza. Y hubo que aceptarlo, yo lo acepté a regañadientes y como casi nunca voy en fin de semana, la verdad es que no me ha afectado apenas. Pero ha llegado a algunos otro sistema: la cola. Se forma una larga cola en la que puedes estar media hora hasta que te conceden el privilegio de acceder al local o a la terraza y sentarte. Incluso acercarte a la barra. Y eso ya no, por eso ya no paso. Y no porque me cueste trabajo estar de pie esperando, que también, sino porque me parece absurdo y hasta humillante tener que pagar ese precio por unas tapas o un plato de pescado. Es justo pagarlo con dinero, pero no lo es pedir por favor algo que vas a pagar. Pienso que, con esa cola, lo que estamos pagando es este consumismo desaforado en el que hemos entrado y que los sociólogos estudian dando explicaciones variadas. Que si con la pandemia vimos que todo puede terminarse de la noche a la mañana, que si al estar tan caras las viviendas nadie ahorra para una hipoteca, que si... El caso es que los establecimientos están abarrotados, la gente compra y consume sin freno y hay colas para todo.

      Pero yo pido a Dios no verme nunca en una cola del hambre y me pido a mí misma no hacerla para una cerveza. Por dignidad, por puro respeto hacia mi persona. Pero también por respeto a esas personas que hacen cola con su carro para recibir alimentos. 

3/5/25

Apagón y Carpe Diem

 


      El apagón del lunes me cogió con muy poca carga en el móvil, pero eso fue lo de menos puesto que no había cobertura, ni wifi, ni datos...ni nada. De todas formas y por si podía aprovechar algún resquicio de comunicación que se presentara, lo cargué un poco "chupando" de los portátiles, tarea lenta donde las haya, por cierto.

      Lo malo vino luego, cuando vi que los transistores no tenían pilas ni las linternas tampoco, pues hace tiempo que no compro más pilas que las de los mandos a distancia. Me di cuenta entonces de que mis necesidades están cubiertas solo para el momento presente, el momento en el que vivo con las necesidades actuales. Y esas necesidades son, prácticamente, unos enchufes con corriente alterna. Así de simple y así de fácil. O de difícil.

      Pero es que me temo que de esta forma vivimos la mayoría, que así vive nuestro país y la mayoría de los países llamados occidentales. Hemos ido colocando todos los huevos en el mismo cesto, el cesto de una tecnología que funciona con electricidad y cuando esta falta, se hunde todo.

      Y ahora nos lanzaremos como posesos  a comprar linternas y transistores más modernos que los que guardamos de tiempos pasados, compraremos pilas de todos los tamaños y hasta quizá nos proveeremos de algún chisme que nos proporcione más luz que la de esa vela o un "campingas" para calentar la comida. Todo un kit de supervivencia que para sí lo quisiera doña Úrsula. Pero con la sospecha en el fondo de que, si tarda unos años en repetirse el suceso, nos volveremos a encontrar frente a él tan indefensos como estuvimos el lunes, cuando los enchufes fueron simples adornos en la pared.