24/12/10

Navidad, dulce Navidad





Mientras estaban ellos allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.
En aquella misma comarca había unos pastores que pasaban la noche al raso velando el rebaño por turno. Se les presentó el Ángel del Señor, la gloria del Señor los envolvió de claridad y se asustaron mucho.
Lc. 2,6-9


Cuando los dejaron los ángeles para irse al cielo, los pastores comenzaron a decirse los unos a los otros:

-Ea, vamos derechos a Belén a ver eso que ha pasado y que nos ha comunicado el Señor.

Fueron a toda prisa y encontraron a María y a José y al niño recostado en el pesebre.
Lc. 2,15-17


A partir de este relato y con el paso de los siglos hemos montado un tinglado de inocentes pastorcillos que se acercan al Portal con sus ovejas al hombro. Pero, como dijo aquel, va a ser que no.

Dice Juan Mateos, el mejor biblista de los últimos tiempos (o de todos los tiempos, para que vamos a escatimar):

Los pastores son el prototipo de la gente pobre y miserable, incluso de la gente completamente despreciada. Hay textos donde se afirma que no tenían derechos civiles, aunque no es seguro que esos textos sean de ese tiempo o de un tiempo más tardío. El caso es que siempre eran gente marginada y despreciada y que hubo un momento en que no tenían derechos civiles, no podían por ejemplo comparecer de testigos en un juicio, porque un pastor, por definición era un delincuente, un sinvergüenza, un ladrón que no se admitía en la sociedad. De manera que esos “dulces” pastores que ponemos en los nacimientos es una poesía nuestra. En realidad lo que el pastor representa es la clase más marginada y más oprimida de la sociedad. Y a esos se dirige en primer lugar la salvación. O sea, la salvación va a ir desde abajo. Si el Mesías está en un pesebre de animales, los que van a verlo son los más humillados, los más despreciados, los más marginados de la sociedad.


Y con este sermón navideño nacido de mi vena teológica, les deseo a todos ustedes

¡Feliz Navidad!


19/12/10

Diez años ya


Diez años ya que nos falta Carlos Cano, diez años desde que una vena traicionera se negó a darle la tercera oportunidad. Desde entonces nos falta su voz dulce y serena, su solidaridad, su abono a insólitos bombardeos y su enorme corpachón por las calles de Granada. Nos queda su música y su recuerdo, por mucho que el mardito parné trate de enturbiarlo. Y nos quedan canciones como esta, que viene a pelo en los días previos a la Navidad.






10/12/10

Suprimiendo, que es gerundio.



Antiguamente, una carta era algo que llegaba de vez en cuando, recibíamos con gran alegría y guardábamos quizá para siempre. Las cartas se iban quedando en nuestros cajones hasta que ya ni siquiera recordábamos a las personas que las habían escrito, pero un día, pasados muchos años, en una mudanza o buscando algo, esas cartas aparecían y era como si el pasado volviera, como si esas personas fueran de nuevo parte de nuestra vida.

Sin embargo, el correo electrónico ha venido a cambiar todo esto. Los contactos son muy frecuentes y llegan los correos a nuestro buzón de forma indiscriminada, lo interesante mezclado con lo anodino, las palabras de las personas que queremos junto a multitud de pps más o menos desechables. Y ahí se van acumulando hasta formar una inmensa montaña que casi nos asusta.

Ni Yahoo ni Gmail nos meten prisa, pero un día decidimos que es demasiado, que hay que borrar, retrocedemos hasta el final y vamos seleccionando casillas de atrás a adelante, de más remotos a más recientes. Luego le damos a suprimir, vaciamos la papelera… y listo. Todo desaparece en la nada. Y con ello muchas horas que pasamos delante de esta pantalla, muchas palabras escritas y muchas recibidas, mucho amor y también desamor, muchos encuentros y muchos desencuentros. Eliminamos correos como llegaron: de forma indiscriminada. Y lo mismo borramos las pps pasadas de mano en mano que aquel correo que recibimos como agua de mayo o que escribimos con toda la ilusión del mundo. Ya nada existe porque ya nada es visible. Sólo queda la memoria, sin botón de Suprimir, por el momento. A no ser que algún día “el alemán” de encargue de ello.