Te oí por primera vez en un Colegio Mayor, en un recital de aquellos que nunca se sabía como iban a acabar …y si iban a acabar. Tenías la misma cara de estreñío que conservaste toda tu vida y el pelo tan largo, espeso y rizado, que me hizo pensar: ¿Cómo se meterá el peine este tío? Y la verdad es que no parecía que te lo metieras demasiado. Pero empezaste a cantar y me olvidé del pelo, del peine y de todo. Tu voz cálida, suave y potente a la vez, llenó el local sin micrófonos, mientras te oíamos en un silencio en el que se podía escuchar el roce de tus dedos en las cuerdas de la guitarra. No recuerdo lo que cantaste. Tal vez, al final, La Verdiblanca, para ver si llegaban los grises de una vez y se acababa aquello, que en los sitios pequeños la gente se pone muy pesada con los bises y no comprende que hay que irse al Campo del Príncipe a tomar una limoná. Luego te fuiste a los Madriles a hacerte famoso. De allí llegaban tus discos y, alguna vez, llegabas tú (¿recuerdas aquella tarde en La Mimbre?), pero ya no era lo mismo. Cantabas en sitios grandes, con adolescentes chillonas que coreaban tus canciones y no dejaban oírte. Tampoco tú eras el mismo, decían los cercanos que había que echarte de comer aparte. Pasaron los años, un mal día se te rompió el corazón y te fuiste a nacer a Nueva York. A la vuelta, te vi en la tele con aquellas manchas oscuras debajo de los ojos y presentí que no estarías mucho tiempo entre nosotros. Alguien me dijo que habías cambiado, que habías vuelto a ser aquel muchacho del Realejo que cantaba para los amigos bajo la cruz de Los Favores. Hasta que un día tu corazón no aguantó más y te fuiste una fría madrugada de Diciembre, aquí, en la Granada que querías y odiabas al mismo tiempo. Mi médico, que casi era el tuyo, me dijo que tus venas eran como trapos viejos, que se cosían y la aguja las rasgaba de nuevo. También me dijo que sin la paliza de las galas tal vez hubieras vivido más. Pero a ti no te valió la pena vivir así y preferiste pasar el tiempo que te quedara como habías vivido: cantando. Días antes, ya en el Clínico con la arteria rota, alguien recogió en tu nombre el galardón de los Cien granadinos del siglo XX. Yo estaba allí y casi se me saltaron las lágrimas. Como ahora, mientras escucho tu mejor y poco divulgada obra, El diván del Tamarit.
Siempre, siempre: jardín de mi agonía,
tu cuerpo fugitivo para siempre,
la sangre de tus venas en mi boca,
tu boca ya sin luz para mi muerte.
F.G.L.
Precioso y sentido homenaje a una gran persona. Me ha emocionado.
ResponderEliminarGracias
Entre mis favoritas se encuentra su discografía y, de vez en cuando, la copla y el fado me lo aproximan.
ResponderEliminarComo digo más arriba, la obra que prefiero de Carlos Cano es El diván del Tamarit. Es un doble CD que no tiene el menor desperdicio, no hay en él ninguna canción que no sea buena. A lo largo de su carrera hubo otras muchas que también me gustan, pero creo que no hay ningún disco que sea tan completo como este.
ResponderEliminarVaya, Senior. El día que me vaya quiero un panegírico tuyo.
ResponderEliminarCúrratelo, Anónimo/a.
ResponderEliminarEse Carlos que supo, vivió y murío en graná... joven siempre joven...
ResponderEliminarQue quiso morir en Graná....
ResponderEliminarQué texto tan emotivo; hasta las palabras se leen humedecidas... Y ya me parece que estoy en esos conciertos "de antes" —de esos tan "funcionarialmente observados" que hasta un cantautor aragonés de entonces cantaba con sorna "A las pruebas me remito / y no quiero dar mal día, / pero ya me duele el flato / de ganarme siempre el plato / rodeado de policía"—, con un Cano greñudo entonando a escasos centímetros de su auditorio.
ResponderEliminarEs curioso que emplees la palabra greñudo, pues a los nacidos en el barrio del Realejo siempre se les ha llamado "greñúos" y ellos lo llevan a mucha honra por ser uno de los barrios más antiguos de Granada, el antiguo barrio judío. Y en cuanto al texto, con lo aficionada que soy a separar párrafos, este salió de un tirón, como si se abriera una compuerta cerrada desde entonces.
EliminarMe alegra que hayas puesto el enlace a esta entrada pues es un homenaje precioso, un homanaje de esos que salen del corazón pues está lleno de sentimiento.
ResponderEliminarEs que realmente sentí mucho la muerte de Carlos Cano, como si hubiera sido algo mío.
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