Hace muchos, muchos años, en un país bajo el poder de un tirano, habitaba una doncella enamorada de un caballero a la sazón dedicado a ungüentos y sanaciones. Ocurrió que un día el caballero le dijo a la doncella que su corazón ya no latía del mismo modo y debía abandonarla. La doncella lloró amargamente y, llena de dolor, lo despidió prometiéndole que lo esperaría siempre, que su puerta permanecería abierta para cuando quisiera volver. Pero el caballero se demoró demasiado, se entretuvo en gestas y libros de caballerías, mientras la doncella lloraba y languidecía mirando por su ventana, esperando una misiva que no terminaba de llegar. Pasó el tiempo, hubo verano e invierno, cayeron las hojas de los árboles y volvieron a brotar, la doncella fue olvidando, sus lágrimas se secaron y otros ojos miraron los suyos. Y cuando un día el caballero decidió que había llegado el momento de regresar, llamó a su puerta y la encontró cerrada para siempre.
Y supongo que para ese dolor el caballero no conocía ungüentos. Hizo muy bien, con una Penélope fue más que suficiente.
ResponderEliminarVeo símbolos extraños en la entrada y no puedo leerlo pero al comentar si le doy a Mostrar entrada original si me deja.
Abrazos.
Gracias, Goathemala. Me acaban de advertir por correo del problema, que puede deberse a que he usado un tipo de letra distinto que antes no tenía Blogger. Voy a cambiarla ahora mismo.
ResponderEliminarYo pensaba que era una prueba. Sólo los lectores realmente aplicados copiarían el texto y lo pegarían en un editor para cambiar la tipografía y entender el texto.
ResponderEliminarUn cuento precioso :)
Ya he cambiado la fuente, pero al parecer no se arregla. Y lo curioso es que yo lo veo bien tanto antes como ahora. En este momento no tengo tiempo, pero luego intentaré escribirlo de nuevo sin perder los comentarios.
ResponderEliminarGracias por la visita y por la solución que aportas.
Un cuento precioso que además está lleno de moraleja. Cuantas veces en la vida pasa algo semejante y que bien lo refleja el poema de Tagore:
ResponderEliminarMe dejaste y seguiste tu camino...
Creí que iba a morirme de dolor
y puse en mi corazón tu imagen solitaria
y que razón tiene cuando al final dice:
Enjugaré mi llanto y mudaré mi canción de melodía...porque el tiempo vuela
porque no se puede ni es justo esperar toda la vida por alguien al que parece ser no le importas nada.
Dice el Eclesiastés (3,1-ss)
ResponderEliminarTodo tiene su momento y su hora bajo el cielo.
Hay hora de nacer
y hora de morir.
Hora de plantar
y hora de arrancar lo plantado.
También hay hora de esperar, pero todas las horas tienen un límite.
En casos como el del cuento solo he visto abrir la puerta una vez: a un madre, que regresó después de muchos años de haber abandonado a sus hijos.
ResponderEliminarEntiendo que es una clase especial de amor, pero no siempre se da un final feliz.
Pues ese caso es raro. Más frecuente es lo contrario: una madre que recibe a su hijo aunque la haya abandonado.
ResponderEliminarAunque narrado en clave de cuento, esto es tan real como la vida misma: más de uno ha llamado demasiado tarde, después de una larga espera. Saludos.
ResponderEliminarComo decía León Felipe
ResponderEliminary que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Me recuerdda aquel bolero: "Si un jardinero de amor, siembra una flor y se va, otro llega y la cultiva de quién de los dos será"
ResponderEliminarQue raro.... Ese bolero no lo conozco.
ResponderEliminarMe ha gustado el cuento. Lo que no se narra es el dolor de la espera. Afortunadamente de sus ojos otro se prendó y ella también. Me pregunto cuántas doncellas no lo han logrado, volverse a prendar.
ResponderEliminarY sí, Penélopes, las justas.
Por cierto, me dejaste preocupada con tu último comentario en mi blog, te respondí allí, por si lo quieres leer.
Un abrazo.
Las esperas son siempre desesperantes. Las horas pasan lentas, los días parecen eternos, y el dolor de la doncella -de todas las doncellas asomadas a una ventana- supongo que lo hemos conocido todos. Todos hemos esperado alguna vez algo que no llega... hasta que dejamos de esperar "porque el tiempo vuela".
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