De nuevo otro adiós en las vísperas de Navidad, cuando lo que tocaba era desearnos Felices Pascuas y Próspero Año Nuevo. Y esta vez te ha tocado irte a ti, amiga desde hace 68 años, amiga lejana en el espacio, amiga cercana en el contacto y el cariño. Amiga.
Otro teléfono que borrar de la agenda, otra dirección que tachar, otras fotos que mirar con nostalgia…
Queda toda una vida atrás, queda el recuerdo de la última vez que nos vimos hace un par de años, cuando ni nos reconocíamos en nuestra ancianidad. Y queda ahora aquel malísimo poema, escrito en una libreta escolar de hojas cuadriculadas, que me ha costado encontrar.
Hoy, Nieves, amiga mía,
-callada, siempre callada-
me has pedido que te haga
una poesía.
Yo no se lo que daría
por poder hacerla buena,
me da pena
que haya tanto que decir
y que no se diga nada.
Porque tú siempre callada,
porque yo charla que charla
sin decir nada en concreto
y, en secreto,
luchando por no decirlo.
¡Tantas cosas! ¿Quién recuerda?
Ya ni cuenta te darías…
Tantas cosas… Nuestra vida
resbalando por los días.
¿Quién recuerda? No lo intentes,
que recordar es morir
poco a poco cada vez
y ser
esclava de ese recuerdo.
Pero bien, me estoy saliendo
del fin que me proponía,
que era, sin más y sin menos,
escribirte una poesía.
Callada, siempre callada. Para siempre.