Me encuentro a la hija de un antiguo amigo, le pregunto por su padre y me cuenta, con un punto de contrariedad en la voz, que desde que murió su madre está muy desanimado, que no quiere salir y que, si lo sacan a comer un sábado, está deseando volver a su casa. Luego, aumenta la irritación en su voz cuando me dice que nada le interesa, que la televisión no le gusta, no quiere ordenador y ni siquiera toca el móvil que le regalaron, por lo que pasa el día sentado en su sillón, sin hacer nada y mirando no se sabe donde. Y concluye diciendo: Creo que lo único que quiere es morirse…
Entonces, yo le contesto:
-Probablemente. Él sabe que vosotros, sus hijos, no lo necesitáis ya, que tenéis vuestras vidas plenas, tenéis pareja, hijos, una profesión… Trabajó mucho para que eso fuera así, pero ahora ve que ya no os hace falta para nada y que solo es un engorro, alguien que hay que acompañar al médico y hacer equilibrios con el horario para llevarlo a vacunar. En su lucidez, sabe que cuando muera lo lloraréis porque es vuestro padre y lo queréis, pero es consciente de que, en el fondo, estaréis mejor sin él. Por eso quiere morirse, porque su vida ya ha perdido sentido, ya no tiene razón de ser.
Por la noche, hablo con una compañera del colegio que vive en otra ciudad y me cuenta lo inútil que se siente desde que empezó la pandemia. Antes, reunía a sus nietos en su casa los fines de semana, era una paliza cuidar de todos y darles de comer, pero le gustaba ver como sus hijos disfrutaban de un poco de libertad para ir a un espectáculo o un museo y, por otra parte, los nietos trataban unos con otros, hacían una piña entre ellos y estaban deseando que llegara el finde para jugar con los primos en casa de la abuela. El domingo por la tarde, cuando los recogían sus padres, estaba reventada, pero satisfecha de haber sido útil a sus hijos y sus nietos.
Pero llega la pandemia, ella es anciana, de mucho riesgo por las enfermedades que ha padecido y padece, y como es lógico, los hijos la protegen no apareciendo por su casa más que para hacerle algún recado o llevarle la compra. Y los nietos… nada, pues es difícil controlar que no abracen a la abuela. Pasa un mes, otro, un año, ve que sus hijos han resuelto sus salidas de otra forma y que los nietos están distanciándose entre ellos, que ya los primos no son tan amigos y otros ocupan su lugar. Y ella se siente inútil, vacía, su vida ha perdido también su razón de ser. ¿Desea la muerte? No lo se, pero la veo abatida como nunca la vi e insinúa algo parecido a lo de antes: que se siente una carga para sus hijos y que estarían mejor sin ella.