Yo tenía 36 años cuando compramos este piso. Estaban empezando a construir el edificio y, cada cierto tiempo, venía con mi padre a ver como iba la obra, que por algo él entendía de esas cosas. Un par de años después, cuando casi terminaban, mi padre pasó por una mala época y yo venía sola, precisamente en el momento en que había que decidir ciertos detalles e instalaciones, por lo que hablaba con el encargado -esto va así, lo otro de tal forma- y él siempre me decía: Cuando venga su padre... Y aplazaba la conversación. Mientras, los otros pisos avanzaban en esas terminaciones y el nuestro seguía pendiente. Hasta que un día me cansé de la respuesta y le dije muy en mi papel: Le advierto que este piso está a mi nombre, puede usted comprobarlo en la oficina de la constructora. Asintió, pero siguió diciendo: A ver si viene su padre... Y terminé trayendo un plano hecho por mi padre, en el que detallaba donde iban los enchufes, donde los radiadores, para que lado giraban las puertas, etc. Exactamente lo mismo que yo le venía diciendo al encargado y no me hacía caso.
Hoy, casi 50 años después, le he abierto la puerta al fontanero del seguro de la Comunidad, que venía a comprobar si había recalo en un cuarto de baño. Nada más explicarme la razón de su visita, me dice: ¿No está su marido? Me quedo desconcertada porque no entiendo a que viene esa pregunta, le contesto torpemente: No hay marido... y le señalo el camino hacia el cuarto de baño. Cuando se va y cierro la puerta tras él, aun sigue mi desconcierto.
Ha pasado medio siglo y estamos en las mismas.