20/11/23

Todo hecho

 



      Cuando una anciana se va voluntariamente a una residencia, el argumento principal es: Te lo dan todo hecho. Y eso no es malo, porque llega un momento en que se van acumulando cosas que no puedes hacer. Quisieras seguir haciéndolas, pero no puedes y tienes que delegar inevitablemente. Como digo, eso no es malo, es soportable hasta para las personas a las que nos ha costado siempre depender de otras, pero sí hay algo que destruye a esa anciana en poco tiempo: el hecho de que, al no hacer las cosas, tampoco tiene que pensarlas. No sólo se lo dan todo hecho, sino también pensado. Ya no solo no hay que hacer la comida ni la compra, sino que no hay que pensar en lo que vas a comer o lo que tienes que comprar para ello. Es más, tampoco tienes que recordar el horario de los medicamentos que tomas ni la dosis, pues una chica llega a tu habitación con la pastilla en un vasito. Ni tienes que preocuparte por las recetas, los talonarios de MUFACE o que alguna receta te la tienen que autorizar. Ni siquiera tienes que saber cuando te toca una revisión médica, porque alguien se encarga de que no se te pase. No tienes tampoco que mirar las cortinas por si hay que lavarlas ni estar pendiente de si cobraron el IBI o hay que hacer la declaración de la Renta. Todo hecho. Que descanso. ¿Verdad? Pero poco tiempo después, un día tienen que avisarte de que es la hora de comer y al día siguiente te tienen que llevar al comedor porque ya no lo encuentras. Se paró la máquina de no usarla. Punto final. Ya no queda más que sentarte a esperar la muerte. Con la ventaja de que no sabes para qué estás sentada. 

 

12/11/23

Otra despedida

 


      De nuevo tengo que escribir aquí una despedida, en esta ocasión a un gran teólogo y un gran hombre: José María Castillo. Nos conocimos hace más de 50 años, cuando él regresó a Granada después de una larga etapa de formación, de haber participado en el Concilio como perito del cardenal Tarancón y haberse destapado como teólogo en la Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes de 1971, aquella Asamblea en la que se formuló un esperanzador cambio en la Iglesia, que luego frustraron entre unos y otros.

      Curiosamente, nuestra amistad partió de un desencuentro (más bien un encontronazo) con el que pude apreciar su grandeza cuando reconoció que, en el asunto por el que chocamos, dos mujeres, una amiga y yo, teníamos razón y él estaba equivocado. Con la aureola que venía, con el sobrenombre de “El profeta” que pronto se le adjudicó, un comportamiento así tiene su mérito.

      Seguimos en contacto y pasaron los años, lo menos diez después, la Facultad de Teología se abrió a los seglares, me matriculé y asistí a sus clases. ¡Lo que discutíamos al salir del aula!... Su visión de como debía ser la Iglesia era ideal, pero chocaba de frente con lo que en realidad era y yo intentaba que comprendiera que se necesitaba tiempo para conseguir ese cambio. Desgraciadamente, ni de prisa ni despacio se consiguió. Es más, fuimos para atrás y la jerarquía le retiró la venia docendi, lo apartó de su cátedra, a lo que siguieron una serie de añadidos que rozaban las torturas de la Inquisición. Pero él siguió investigando, hablando y escribiendo un libro tras otro. Y enseñando, pues de nuestra Facultad pasó a enseñar en la UCA, la Universidad de San Salvador, sustituyendo a los profesores que habían asesinado.

      Pero no quiero alargarme más, pues Religión Digital, la revista-refugio del sector progresista de la Iglesia española, ha publicado un especial dedicado a él, en el que varios redactores y colaboradores completan la semblanza de quien ha sido uno de los mayores teólogos y un hombre singular.

      Yo solo puedo añadir que he pasado el día recordando su mirada, aquellos ojos azules suyos, serenos e inocentes como los de un niño.

      Descansa en paz, amigo Pepe, y que el Padre de todos te acoja amorosamente.

5/11/23

Ardiendo

 


      Estos días atrás, mientras las Redes “ardían” por la pederastia en la Iglesia Católica, yo ardía también sabiendo que en ese momento, justo en ese momento, una mujer de la Iglesia, con sus setenta y muchos años a cuestas, estaba recibiendo y acomodando en su casa de Pico Águila a cuarenta inmigrantes africanos cansados, asustados y agradecidos por tener un techo que los cobije y un plato de comida en la mesa. Tenían que ser sesenta, pero no caben, ni siquiera cuarenta van a estar cómodos en un albergue para niños...pero es lo que hay. Es lo que esa mujer de la Iglesia y la Asociación que tiene detrás han podido ofrecer: el albergue de una Asociación nacida en una parroquia de la Zona Norte.

      En Víznar, también de Granada, las monjas Hermanas de la Caridad están atendiendo a más de 100 en un centro de la Junta de Andalucía. Por supuesto que, en ambos casos, los gastos y el personal van a costa del Ministerio correspondiente, pero lo que me pregunto es qué aportan tantos y tantas que gritan en las Redes en contra de una "Iglesia pederasta", que SÓLO pervierte niños.