20/11/23

Todo hecho

 



      Cuando una anciana se va voluntariamente a una residencia, el argumento principal es: Te lo dan todo hecho. Y eso no es malo, porque llega un momento en que se van acumulando cosas que no puedes hacer. Quisieras seguir haciéndolas, pero no puedes y tienes que delegar inevitablemente. Como digo, eso no es malo, es soportable hasta para las personas a las que nos ha costado siempre depender de otras, pero sí hay algo que destruye a esa anciana en poco tiempo: el hecho de que, al no hacer las cosas, tampoco tiene que pensarlas. No sólo se lo dan todo hecho, sino también pensado. Ya no solo no hay que hacer la comida ni la compra, sino que no hay que pensar en lo que vas a comer o lo que tienes que comprar para ello. Es más, tampoco tienes que recordar el horario de los medicamentos que tomas ni la dosis, pues una chica llega a tu habitación con la pastilla en un vasito. Ni tienes que preocuparte por las recetas, los talonarios de MUFACE o que alguna receta te la tienen que autorizar. Ni siquiera tienes que saber cuando te toca una revisión médica, porque alguien se encarga de que no se te pase. No tienes tampoco que mirar las cortinas por si hay que lavarlas ni estar pendiente de si cobraron el IBI o hay que hacer la declaración de la Renta. Todo hecho. Que descanso. ¿Verdad? Pero poco tiempo después, un día tienen que avisarte de que es la hora de comer y al día siguiente te tienen que llevar al comedor porque ya no lo encuentras. Se paró la máquina de no usarla. Punto final. Ya no queda más que sentarte a esperar la muerte. Con la ventaja de que no sabes para qué estás sentada. 

 

12 comentarios:

  1. No, no es exactamente así. Mi madre falleció con 98 años, a los 91 la ingresé en una residencia, únicamente porque me lo pidió ella, había incluso reformado la casa pensando en una posible silla de ruedas que inicialmente no llevaba, sin embargo no quería que estuviéramos pendiente de ella constantemente. Al principio tienes razón dejó de preocuparse de la medicación, de las posibles revisiones médicas, de la hora en la que las tenía que tomar. De la compra aunque ya se había despreocupado ya que se la hacía yo, aunque normalmente la iba a buscar en coche para traerla a casa a comer, y la cena se la llevaba hecha a su casa.
    Excepto el último mes de vida que la vi flaquear un poco, me recordaba los cumpleaños de todos los familiares cosa que yo jamás me había acordado y datos y fechas de los cuales yo nunca me había preocupado. Y si, me esperaba sentada a que la acompañara todos los días al bingo que se jugaba en la propia residencia, o a pequeños juegos donde a los que ganaban les daban un pequeño premio, y antes o después esperaba que la sacara a dar una vuelta, llevándola incluso a recepciones en la Cámara de Comercio que estaba casi al lado, donde luego contaba a todos los residentes lo que había comido, como la habían tratado y lo bien que había estado viendo las exposiciones que en ocasiones había.
    Por supuesto no todos tienen la misma suerte.

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    1. En todo hay excepciones, pero lo que yo tengo visto en amigas muy cercanas es que, en cuanto entran en la residencia cambian totalmente, dejan de interesarse por lo que hay fuera de ella (y por quien hay fuera de ella) parece como si su mundo ya estuviera solo entre esas paredes. No hablan más que de lo que hacen allí y todo lo demás pasa a un segundo plano. Por supuesto que conservan el interés por sus hijos y nietos... pero nada más. Han dejado las cosas importantes en manos de sus hijos y las diarias en la administración de la residencia. ¿Que les queda? ¿Eso es estar viva? No me extraña que su mente se vaya reduciendo igual que se ha reducido su vida.

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  2. Y, lamentablemente, no es la peor de las situaciones.
    La soledad (material o anímica) aún puede agravar todo cuanto describes...

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    1. Hay quien se va a la residencia huyendo de esa soledad, pero yo creo que no es solución, pues sentirse sola es mucho más que estar sola. Y no me estoy refiriendo a ese tópico de la soledad en compañía...

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  3. Que tema mas difícil, amiga. ¿Se te está pasando por la cabeza la idea de dejar tu casa e irte a una residencia? Si estás bien, no te vayas. En los últimos años de su vida yo acompañé a mi madre a visitar a todas las amigas que vivían en las residencias de por aquí. Mi madre charlaba un rato con ellas y yo a veces me unía a su conversación y otras paseaba por los jardines o por los alrededores. De esas visitas yo volvía deprimida; mi madre volvía satisfecha del deber cumplido, pero con la firme intención de No Irse Nunca a Una Residencia. Excepto cuando amenazaba con irse porque se enfadaba con sus hijos que, según ella, no la visitábamos con la frecuencia debida. Pero se le pasaba pronto.
    Por muy buena que sea la residencia, por muy bien que estén allí, es la útima etapa. ¿Cómo no va a ser triste?

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    1. Nooo... Le tengo la misma aversión que tu madre a las residencias, pero no puedo decir como ella que Nunca Iré a Una, pues ella contaba con vosotros y yo puede ser que algún día tenga que irme por pura necesidad. Pero si puedo evitarlo, ten por seguro que seguiré en mi casa hasta el final, pues la experiencia que he sacado de mis muchas visitas a amigas que vegetan en ellas es que están muy cuidadas, eso sí, y que se lo dan "todo hecho", eso también, pero lo que a ellas les ocurre no lo quiero para mí ni en pintura, por mucho que ellas mismas me digan lo bien que están.

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  4. Tem um ditado aqui no Brasil que diz: Antes só do que mal acompanhado.
    Prazer em conhecer seu blog.
    janicce.

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    1. Lo de antes solo que mal acompañado... pues no se que te diga, las dos cosas son malas.
      Bienvenida y gracias por la visita.

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  5. Creo que a nadie le gusta terminar su vida en una residencia. Pero las circunstancias mandan. Pues tenia amigas que los hijos decidieron por ellas. Y como todas las madres aparentando estar de acuerdo por no molestar a sus hijos.
    Un abrazo y que Dios nos proteja.

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    1. Hay quien se va voluntariamente y esas son las personas que mejor lo llevan.
      Bienvenida a este blog y gracias por la visita.

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  6. Cuánta razón tienes, y que simplista puede ser ese comentario con el que algunos animan a ingresar. Algo parecido, salvando las distancias, sucede cuando uno se jubila y deja de trabajar.Y lo que es más, me recuerda a esos políticos que te dicen que no te preocupes, que ya te lo dan ellos todo. A cambio del voto, claro está.

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    1. El caso es que algunas veces se envidia esa tranquilidad de que te lo den todo hecho, pues, como he dicho, llega un momento en que esos problemas cotidianos te desbordan. Cuando tienes una avería en el baño y no sabes como resolverla, piensas que en una residencia no tienes más que decirlo en recepción y al rato llega el de mantenimiento y la arregla. Yo estaba un día con una amiga en su cuarto de la residencia cuando llegó una chica con su ropa planchada en una bandeja y le preguntó que si quería que se la colocara en el armario. Entonces mi amiga me dijo: ¿Ves que fáciles y cómodas son las cosas aquí? Y era verdad. Me acuerdo de ello cuando plancho y me duele la lumbalgia... Pero el problema no es que nos eviten el trabajo, sino el no pensar en él. Todos sabemos que un coche viejo se deja parado cierto tiempo y luego no arranca. ¿Verdad? Pues lo mismo ocurre con el cerebro humano cuando no se utiliza. Y no lo digo yo, sino que hay muchos estudios sobre ello y muchas estadísticas que dicen que los ancianos/as se deterioran antes mentalmente en las residencias, cosa que he podido comprobar en varias ocasiones.

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