Hace unos años, escribí aquí de las tres periodistas que habían sustituido al recientemente fallecido Manuel Alcántara en la columna que cierra la última pagina del periódico IDEAL de Granada. Con el paso del tiempo, dos de esas chicas dejaron de escribir en ella, quedando solo Rosa Palo y entrando en escena dos hombres: Pío García y J.R. Alonso de la Torre. Pues bien, este último, cuando se empezó a hablar de la reforma de la Constitución para sustituir la palabra disminuidos por personas con discapacidad, publicó una columna, que guardé porque me había gustado su forma de decir que le daba igual que lo llamaran disminuido o discapacitado, que lo importante no es eso, sino cómo convivimos con la discapacidad o, mejor dicho, cómo los que nos rodean nos hacen convivir con ella. De eso, de los demás, depende cómo nos sentimos, no de que nos llamen de una forma o de otra.
¿Que por qué hablo en primera persona? Pues sencillamente porque a mi edad todos hemos visto disminuir nuestras facultades físicas y mentales, todos somos disminuidos o personas con discapacidad. Y lo somos sin carnet, sin ninguna contraprestación, ninguna ventaja. Sin que ni siquiera se nos incluya en esa denominación que ahora cambia.
Pero vayamos al artículo.
Disminuidos
Ideal
28 Dec 2023
J. R. ALONSO DE LA TORRE
Soy disminuido desde que cumplí 20 días. Bueno, además de disminuido, he sido también minusválido, inválido, impedido, anormal… Incluso me han llegado a calificar, sin acritud y con caridad, como subnormal. Cuando nací, mi brazo derecho estaba un poco amoratado. El ginecólogo recomendó friegas de alcohol hasta que un médico perspicaz diagnosticó gangrena, me llevaron a Madrid con urgencia, me amputaron el brazo derecho casi a la altura del hombro y así pasé a ser constitucionalmente disminuido.
Mi vida está jalonada de anécdotas tan divertidas como cuando en Normandía, en Pegasus Bridge, un grupo de jóvenes norteamericanos se cuadró ante mí creyendo que era un superviviente del desembarco. Yo respondí al saludo y no les aclaré el entuerto porque me molaba pasar de minusválido a héroe de Normandía en un plis plas. Como toda la vida he tenido un solo brazo y, salvo atarme los zapatos, lo hago todo con él, incluso pelar patatas o el nudo de la corbata, me parece que yo soy normal y que al resto del mundo le sobra un brazo.
Cuando empezaron a publicarse normas de estilo periodístico sobre el tema, me buscaban las asociaciones de discapacitados y me pedían que las divulgara en los periódicos. Yo lo hacía con mucha solidaridad, pero con poca convicción. En realidad, me da lo mismo cómo me llamen: entre disminuido y discapacitado no sé con qué término quedarme. He asistido a diversas jornadas sobre inclusión y arte dramático y los especialistas me han convencido de que debemos llamarnos diversos o diversos funcionales. Qué quieren que les diga. En verdad, creo que lo que debo hacer es sacudirme la pereza y aprender a atarme los zapatos, que ya va siendo hora.
En mi caso me daría igual que me llamaran disminuido, discapacitado o vaya usted a saber.
ResponderEliminarDe hecho, siempre he sido un discapacitado intelectual (no se escribir ni hablar con soltura) y en la actualidad, soy un disminuido físico, por mi edad y por la pérdida de masa muscular como consecuencia de mi estancia en el hospital.
Pues eso es lo que yo digo, que a cierta edad ya somos disminuidos o discapacitados todos, pues el que no tiene una cosa tiene otra... o tres. Y sin embargo, no se contemplan unas ayudas como las que tienen los discapacitados reconocidos. Por ejemplo, tú podrías llevar en el coche ese distintivo que te facilita aparcar en muchos sitios y a mí no me pondrían pegas para usar esos ascensores reservados a personas con discapacidad.
EliminarLa verdad es que la denominación importa, pero sólo si no es algo hueco, pues no sirve de nada si, tal como dices, no viene acompañado de las medidas necesarias para una ayuda efectiva y no sólo de nombre.
ResponderEliminarUn abrazo
Alejandro Casona es un autor muy pasado de moda y que, incluso en su mejor época, nunca me gustó demasiado. Sin embargo, recuerdo frases de cuando veíamos sus obras en televisión y en una de ellas decía que la bolsa es un sitio donde no se venden cosas, sino el nombre de las cosas. Pues eso mismo es lo que nos ocurre ahora con todo, que nos ponemos a discutir los nombres dejando a un lado los hechos y las situaciones. Y así, hay hombres que maltratan y matan mujeres mientras todos discutimos si eso es violencia de género, machismo o violencia familiar. ¿No sería mejor plantearnos qué hacer con esos hombres...se llamen como se llamen?
EliminarLo que importa, en mi opinión, es qué intención se tenga al hablar. No es lo mismo hablar de disminuidos, gitanos, negros o musulmanes con afán meramente descriptivo que esas esas mismas palabras con ánimo de insultar. Estoy escuchando un podcast sobre la película Rain Man y me da pena ver las acrobacias que hace el presentador para referirse al protagonista sin que ningún oyente le denuncie.
ResponderEliminarVivimos en una sociedad en donde las facultades mentales están más disminuidas que nunca. Y lo digo yo, que tengo mis propias "disminuciones" físicas sin que por ello me haya sentido nunca menos (ni más) que nadie.
En eso tienes razón. Un amigo senegalés decía en una ocasión que le molestaba que le dijeran que era "de color". Y añadía: "Soy de color negro, no de cualquier color".
ResponderEliminarMe gusta la columna que has elegido para este tema.
ResponderEliminarYo tampoco pienso que san TAN importante el término que se utilice, sino CÓMO se utilice. Y lleváis razón: yo también siento que me estoy 'disminuyendo', de fuerza, tamaño, energía. Será la edad, ¿no?
Es la edad y las cosas que nos van ocurriendo a lo largo de la vida, que terminan por pasar factura en todos los sentidos, mental y físicamente. Somos un todo y lo que nos disminuye por dentro, nos disminuye también por fuera.
EliminarTu eres un poco filósofa y sabia. Admiro la razón que llevas y lo bien que te expresas.
EliminarLos años, Pilar, los años...
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