3/5/24

El papel de un traje


Cartel. Autora: Belén Ortega

      Granada, primeros años 40, plena posguerra. Llega el Día de la Cruz y ni mis amigas ni yo tendremos traje de gitana para ir a las pocas cruces que hay en los patios. Así que nos conformaremos con montar nuestra pequeña cruz de celindas, vestidas como todos los días. Sabemos que hay niñas que sí tienen preciosos trajes de gitana, son niñas de las familias que se enriquecieron cuando el boom de las azucareras, construyeron la Gran Vía, alquilaron los pisos y ahora viven de las rentas, pero nuestro barrio es de clase media, no hay hambre como en otros, pero tampoco lujos. Y un traje de gitana es un lujo asiático en aquel momento, pues, además, con las cartillas de racionamiento solo dan últimamente tela de sábanas y "vichí" de cuadritos para hacer delantales. Ni de lejos un percal rojo con lunares, que era nuestro sueño.

      Pero como la imaginación llega al poder, a alguien se le ocurre hacer un traje de papel. Así como lo digo. De un papel fino que venden en la tienda Costales de Puerta Real, que no es caro y lo hay de todos los colores. Pero, claro, el papel no se puede coser, hay que pegarlo, y la confección del traje no es posible encomendarla a modistas ni costureras, que de papeles y pegamentos no saben nada, así que es la persona más habilidosa de cada familia la que se encarga de confeccionarlo. Y ahí está mi padre, con su arte para todo, dispuesto a que su niña fuera la mejor vestida. Y lo fue. Con la ayuda de los patrones de mi madre, tuve el traje de papel más bonito de todas las amigas. Rojo y con lunares blancos, también pegados. Y volantes, muchos volantes, que disimulaban mi delgadez.
      A estas alturas, tengo que reconocer que mi amiga Quica me hizo la competencia con el traje confeccionado por su hermano Antonio. Sí, aquel Antonio que, muchos años después, se hizo un nombre adornando pasos en Semana Santa. Y el Día de la Cruz allí estábamos todas, unas mejor vestidas que otras, pero tan contentas... y sin movernos demasiado porque el papel no aguantaba mucho.
      Años 40, lutos, escasez, tristeza y trajes de gitana de papel.

Nota.Tengo que advertir que cuando hablo de trajes de gitana me estoy refiriendo a los que luego se han venido a llamar de flamenca y en Sevilla se les llama de faralaes. Sin embargo, en Granada siempre se les llamó de gitana, pues procedían de los que llevaban las mujeres en el Sacromonte.