En el año 354 se estableció oficialmente el 25 de Diciembre como día de Navidad, aunque mucho antes otras celebraciones paganas lo había situado el 19 del mismo mes, coincidiendo con los saturnales romanos o la fiesta del Yule en el norte de Europa, en que se celebra la llegada del sol. A partir de entonces, la narrativa universal tuvo en este tema uno de sus principales referentes, llegando a constituir casi un género, especialmente en relatos cortos, que han sido llevados repetidamente al teatro o al cine.
Tal vez los relatos de Navidad por antonomasia son La vendedora de fósforos de Hans Christian Andersem y la Canción de Navidad o Cuento de Navidad, obra de Charles Dickens. Pero también tenemos El cascanueces y el rey de los ratones, del escritor y compositor alemán Ernst Theodor Amadeus Hoffmann , que inspiró el ballet de Tchaikovsky, Un extraño relato de Navidad, de Guy de Maupassant, El árbol de Navidad de Fédor Dostoievski y El gigante egoísta, de Oscar Wilde.
Menos conocidos mundialmente son los relatos en lengua castellana, aunque también podemos citar Maese Pérez, el organista, de Gustavo Adolfo Bécquer, La noche de Navidad, de José María de Pereda, La mula y el buey, de Benito Pérez Galdós, La noche-mala del diablo, de Leopoldo Alas “Clarín”, La Nochebuena del poeta, de Pedro Antonio de Alarcón, El primer milagro, de Azorín, Nochebuena aristocrática, de Jacinto Benavente y El premio gordo, de Vicente Blasco Ibáñez.
Pero como la Navidad no es un cuento, sino una realidad distinta en cada uno de nosotros, deseo que todos podamos construirla a imagen y semejanza de nuestros sueños.