30/6/12

La granada y el tulipán



Muchos ya sabéis que el escudo de España que aparece en la camiseta de la Selección Española -La Roja, para entendernos- tiene numerosos errores heráldicos pero hay uno que nos atañe por aquí abajo: la granada del Reino de Granada se ha convertido en un bonito tulipán rojo.
 

Lo cual nos tiene a los granadinos un tanto desconcertados, pues no sabemos si hemos pasado a ser holandeses o si Holanda es ya parte del Reino de Granada. Al fin y al cabo, Carlos V, el emperador que tanto hizo por Granada llenándola de monumentos, lo era también de los Países Bajos. Aunque nuestra mayor duda es si tendremos que hablar neerlandés o si lograremos imponer el dialecto granaíno a los holandeses. Quizá todo depende de lo que haga La Roja mañana.

* * *

Con mi agradecimiento a Leodegundia, que me ha proporcionado las fotos que yo no conseguía hacer. Te la debo, amiga.

23/6/12

Festival



Anoche y con la presencia de S.M. la Reina se inauguró el 61 Festival Internacional de Música y Danza de Granada con la actuación de la Orquesta Nacional dirigida por Josep Pons, antiguo director de la Orquesta Ciudad de Granada. Interpretó La vida breve, una de las primeras obras de Manuel de Falla, que se desarrolla en Granada cuando el compositor aun no conocía nuestra ciudad. Entre las voces dos granadinas, la soprano Mariola Cantarero y Estrella Morente, que puso la nota flamenca al final.

Oigamos ahora una interpretación de la Danza 1ª dirigida por Enrique García Asensio en 2007 con las castañuelas de Lucero Tena.




16/6/12

La caña






Yo no tumbo caña,
que la tumbe el viento,
que la tumbe Lola
con su movimiento.


Son cubano

Cuando de niña me llevaban mis padres a Motril los veranos, desde las Explanadas o el Cerro de la Virgen se divisaban dos mares paralelos, uno azul y otro verde, uno de agua y otro de cañas. El Mediterráneo y la vega sembrada de caña de azúcar. Esa caña que trajeron los árabes de Siria y que cruzó el océano a finales del siglo XV en el tercer viaje de Colón, arraigando en todo el Caribe y extendiéndose más tarde hasta Tucumán, en Argentina.

A principios de primavera era en Motril la zafra, que allí llamaban monda, y un olor dulce a melaza se extendía por todo el pueblo al mismo tiempo que allá abajo, al lado del mar azul, los monderos y sus familias cortaban la caña del mar verde. Los hombres cortaban a golpe de azada, arrumbaban y acarreaban hasta la fábrica, y las mujeres se encargaban de limpiar el cabo y las brozas.


 
Pasaron los años y por los 70 llegó algo de mecanización, pero también la costumbre importada de Australia de quemar las plantaciones antes de cortar la producción, uniéndose entonces al olor dulzón de la melaza las pavesas que llegaban con la brisa marina y a la caída de la tarde se veían los monderos completamente tiznados, semejante su color a otros monderos del otro lado del océano.

Pero ya casi ha desaparecido el cultivo de la caña de nuestra costa.  En el año 2006 fue la última zafra y cerró la Azucarera del Guadalfeo, la última fábrica de azúcar de España y de toda Europa, la última que permanecía abierta de las más de 30 que llegó a haber a lo largo del litoral, desde Almería hasta Málaga. Queda un cultivo residual, diríamos que romántico, en los alrededores de las instalaciones de Ron Montero, ese ron granadino que los entendidos califican como semejante al mejor del Caribe. Y queda el recuerdo de los que vivimos aquella época y tuvimos por golosina trozos de “cañadú”, que maltrataban nuestras encías cuando ya las cañas empezaban a brotar de nuevo allá donde el olor a mar era ya el dueño absoluto hasta la siguiente zafra.

Hasta aquí mis recuerdos. Una historia más completa en esta web del Ayuntamiento de Motril.

Con mi agradecimiento a Leodegundia por su contribución en imágenes.

8/6/12

Un Corpus




Tenía 23 años y era alto, guapo, musculado pero no excesivamente. Alegre y divertido, las muchachas de su barrio se lo disputaban, pero él se dejaba querer sin decidirse por ninguna. Le gustaba bailar, le gustaba el tango y escribía sus letras con una máquina prehistórica y desastrosamente manejada.

Un mal día sintió un dolor que parecía apendicitis y un médico –un mal médico- dijo: Esperemos. Tanto esperó que el cirujano se asomó a su habitación diciendo: Esto son unas gachas frías. Lo operaron, pero murió en dos días de peritonitis cuando la penicilina de aquel médico escocés aun no había llegado a España.

Tenía 23 años, era Corpus como ahora y, al recoger su ropa, sacaron del bolsillo las entradas para una corrida de toros. Era mi tío, pero no lo conocí porque cuando murió yo estaba en el vientre de su hermana.





2/6/12

Tilos





Antes de que termine la primavera y el árido verano se nos instale definitivamente, no está de más que leamos un poco de poesía. Y, entre todos los poetas que podría traer, repito con Elena Martín Vivaldi y con un poema en el que canta a los árboles de una plaza que los que conocéis mis fotos habéis visto muchas veces: la plaza de Bib-Rambla o de Bibarrambla como también se le puede llamar. Una plaza centro festivo de Granada, en donde desde tiempos remotos se celebra todo y en donde un cardenal de nefasta memoria prendió fuego a la cultura en forma de libros en 1499. Allí, 5.000 volúmenes de la biblioteca de la Madraza, la Universidad árabe, elevaron sus llamas al cielo convirtiendo en humo la cultura y sabiduría acumulada durante siglos.
 
Pues en esa misma plaza, Elena, mujer de libros y bibliotecaria de profesión, contempló los tilos que la rodean y, una vez más, puso en palabras su amor por los árboles.


TILOS

Tilos que sois la plaza y enhebráis a la plaza,
barreras entre el sueño y el toro de la vida.
Sois verdes.
Verdes, porque el cielo es azul.
Más verdes, (porque llevo mi alma con enseña de luto).
Verdes, porque es gris la mañana,
y las nubes restañan las heridas del cielo.
Sois verdes.
Infinitos abriles gritan en cada hoja
sus palabras nupciales.
Tilos, mis verdes tilos,
abriendo vuestros brazos
a unos mundos posibles,
a los cuerpos vencidos.
Abrazo donde el alma se refugie cansada,
donde esconda
su rostro sin caricias,
su cabello desnudo,
sus ojos sin espejos,
las manos desterradas.
Sois verdes.
Verdes, porque no hay primavera,
porque fuisteis y estabais
cuando el mundo era ciego.
Un mundo, donde el gozo era un velo de ensueño
que borraba el perfume de vuestro verde agudo.
Tilos. Y sólo vuestro nombre.
Y un himno lleva incienso hasta los cielos.
Sois la plaza. Ahí estáis.
Bajo los tilos −hermosamente triste−
se ha quedado esperando,
solitario, un sollozo.

Elena Martín Vivaldi
Más fotos de esta plaza y un poco de historia aquí.