30/9/13

Lo que interesa al mundo



Foto de IDEAL

Eduardo Serra es un señor que fue subsecretario con UCD y con el PSOE y ministro con el PP. O sea, alguien muy versátil que se acomoda en cualquier sillón. Y este señor vino hace unos días a dar una conferencia en Granada, organizada por la Fundación Everis que preside, por la Escuela de Gerencia de Granada y el periódico IDEAL, para presentar el proyecto Transforma Talento, que no se muy bien de que va, pero que según ellos tiene como objetivo contribuir a ampliar en nuestra sociedad el debate y la conciencia sobre la realidad y las oportunidades del talento en España.

Así que el señor Serra, con el auditorio de la Caja Rural lleno a tope, se explayó hablando de economía y del talento que hay que cultivar en los 47 millones de españoles que lo poseen (?), pero cuando estuvo “bordao” es cuando a la pregunta de: ¿Cuándo dejará Granada de estar en el tercer mundo en materia de infraestructuras?, contestó rotundamente: 


Y tras esto, dicen las crónicas que recibió una fuerte ovación. Cosa que no termino de entender, pues un poco antes había mencionado que tenemos una joya de ciudad y una gran universidad, lo que me hace preguntarme: ¿Es que eso no interesa al mundo?

25/9/13

El albañil


Era menudo, rubio, y tendría 10 u 11 años cuando apareció aquel verano en la oficina donde un pequeño grupo de voluntarias ayudábamos a dos jesuitas en un estudio socio-religioso de un barrio, encaminado a solicitar a la Administración algún medio de trabajo que pudiera sacar de la pobreza a los vecinos de ese barrio, sobre todo a las mujeres, para las que se proyectaba un taller de confección.

Este chico era alumno de la escuela en donde nos habían prestado el local para la oficina y los jesuitas se habían fijado en él debido a su inteligencia e interés por el estudio, por lo que lo habían llevado allí como una forma de no perder el contacto durante el verano y que tampoco él lo perdiera con el ambiente que prefería y buscaba. Ocurría también que su padre no quería que siguiera estudiando y lo había colocado de “niño del pipo” en una obra. Esto era algo habitual en la época, una especie de aprendiz de albañil, que la mayoría de las veces no cobraba o se le daba una pequeña gratificación de vez en cuando y su trabajo consistía en cuidar de que el botijo estuviera siempre con agua fresca y llevarlo a los albañiles subidos en los andamios cuando estos lo pedían. Y así, poco a poco, se le iban encomendando otros trabajos e iba aprendiendo el oficio al lado de los profesionales, hasta que le llegaba la edad de poder trabajar también.

Han pasado muchos años de esto, pero tengo grabada en mi memoria su pequeña figura, su piel quemada por el sol y su húmedo pelo rubio repeinado sobre la cabeza cuando llegaba por las tardes recién duchado al salir de la obra. Y sus ojos inteligentes siempre atentos a todo lo que se decía, siempre ansioso por aprender cuanto se le ponía por delante. Los jesuitas estaban tratando de conseguirle una beca para el Instituto o para un internado de los suyos y, cuando se hablaba de ello, sus ojos se iluminaban y parecía crecerse.

También entre nosotras, las voluntarias de la oficina, empezaba a gestarse alguna forma de ayudarle en su futura vida de estudiante, pero todo fue inútil. Un día dejó de ir y nos dijeron que el padre le había prohibido estar en un sitio donde “le metían tonterías en la cabeza” y rechazó de plano la posibilidad de la beca y que su hijo siguiera estudiando, pues, según él, hacía falta en la casa el poco salario que él pudiera aportar.

No se que habrá sido de él, pero probablemente en este momento sea un albañil jubilado. Que no es malo, pero no es lo que aquellos ojos despiertos nos pedían en las calurosas tardes de un verano perdido en el tiempo.  

A Tawaki, en recuerdo de una “conversación” mantenida a dos bandas, correo y blog.


18/9/13

La dama




Allá por los años 50, una chica muy joven y algo tímida regresaba un día a su casa con la compañía indeseada de dos chicos que practicaban el deporte llamado entonces “meterse con ella”, una mezcla de piropeo y acoso, molesto pero inofensivo. Sabiendo que si no les hacía caso terminaban por cansarse, avanzaba mirada al frente y paso rápido cuando de improviso aparece en escena un vecino, militar de alta graduación, que había “hecho la guerra” con arrojo y medallas. El glorioso militar, ostentando uniforme, ve una dama en apuros y desenvainando el sable… (Perdón, olvidaba que el uniforme de diario no llevaba sable) Quiero decir entonces que el invicto militar arremete contra los agresores, que se baten en retirada, no muy digna, por cierto. La dama, más avergonzada que otra cosa, da las gracias a su salvador, pensando interiormente que no era para tanto, que no están en el Peñón de la Mata ni los dos piropeadores son el ejército rojo cautivo y desarmado.

Pasa el tiempo, la dama envejece, sus cabellos se tornan blancos y entonces sufre en su propia casa una agresión verbal infinitamente mayor por parte de un trabajador del edificio, pero para entonces, el militar del uniforme ya ha muerto hace muchos años y los vecinos de ahora se esconden tras sus puertas diciendo: ese es su problema.

¿Que nos ha pasado a las mujeres? Ya no somos damas a las que defender ni hay caballeros lanza en ristre que nos defiendan.  ¿Es bueno o malo este cambio? ¿Hemos ganado o hemos perdido? Y la pregunta del millón: ¿No tendrá esto algo que ver con la plaga llamada violencia de género? Las mujeres que la sufren también tienen vecinos para los que aquello no es su problema.
     

11/9/13

Restaurando



Como el fin de semana no trabaja el cocinero del post anterior, lo sustituyen unos manitas haciendo bricolaje y lo mismo estoy aprendiendo a hacer una caseta para el perro que no tengo, como a sembrar hortalizas en el jardín que tampoco tengo. Hasta aquí todo completamente inocente. Inútil para la mayoría de las personas, pero inofensivo.
Lo malo es que acompañando a los manitas masculinos, hay también una chica habilidosa con la brocha y las herramientas, que se dedica a la decoración, a cambiar de aspecto habitaciones, ciertamente lamentables, a base de pintarlo todo de colorines. ¿Qué usted heredó de sus padres un comedor años 40? Pues ella, brocha y rodillo en ristre, lo deja de un verde fosforito modernísimo. ¿Qué tiene  una cómoda de la abuela? Con un cajón de cada color queda impresionante de verdad. Completa con paredes también en colores “alegres” y adornos realmente originales, como tapaderas de cocina convertidas en relojes,  o cuadros a base de CDs amontonados.
Hay que reconocer que a veces el resultado no está mal, al menos mejor que la habitación de donde partía, y que los muebles tratados suelen ser de fábrica, con tallas a máquina y molduras pegadas, pero siempre que lo veo me asalta la pregunta de cuantos muebles antiguos valiosos estarán en este momento cubiertos  por una espesa capa de pintura plástica, ya que no todo el mundo distingue si el mueble que heredó es valioso o no. 

5/9/13

El cocinero


Algunos días, mientras almuerzo y huyendo de las bodas, divorcios y enredos de los famosos, me paso a ver el programa de un cocinero muy conocido. Creo que jamás he hecho una receta suya, pues la cocina no es lo mío precisamente, pero me gusta verlo y me distrae más que un informativo lleno de malas noticias que me van a amargar la comida.

Como soy persona de las de ver siempre el lado malo de las cosas, cuando veo estos programas llenos de carnes suculentas, pescados de calidad superior, mariscos y buenos aceites, a veces me pasa por la cabeza lo que pensarán al verlo tantas personas que quizá ese día no han podido poner nada en su plato o han tenido que conformarse con algo semejante a lo que en esa cocina de la tele va a la basura. Pero hoy ya ha sido el colmo. El cocinero ha estrenado cocina y más o menos ha dicho que una buena cocina debe tener vistas al mar o al campo. ¿Y por qué no a la piscina privada? ¿O a la cancha de tenis privada también? Pienso en tantas mujeres cocinando para sus familias en cuchitriles con vistas a un ojo de patio oscuro y me viene a la memoria aquel poema de Gloria Fuertes.

Mi vecino 

El albañil llegó de su jornada 
con su jornal enclenque y con sus puntos.
Bajaron a la tienda a por harina,
hicieron unas gachas con tocino,
pusiéronlo a enfriar en la ventana,
la cazuela se cayó al patio.
El obrero tosió:
-Como Gloria se entere,
esta noche cenamos Poesía.