28/12/20

Donde dije digo...

  



      Como rectificar es de sabios y, además, me gusta compartir con mis visitantes/amigos tanto lo bueno como lo malo, quiero dejar aquí constancia, con cohetes al viento, de que lo que predije en la entrada Reuniones en pandemia, ha resultado ser completamente distinto. El día de Navidad tuve el honor de sentarme a la mesa de un amigo y sus hijos, que me hicieron sentirme en familia (lagrimita emocionada) y el próximo jueves, la próxima Nochevieja, compartiremos la mía. Dios mediante y si el virus no lo impide.

      Y que conste que, a pesar de ser 28 de diciembre, esto no es una inocentada.


24/12/20

Navidad en pandemia





      Para una Navidad extraña, un villancico extraño, de un autor del que lo que menos se puede esperar es una tierna canción de Navidad. Tierna y humorística, llena de ironía y de doble intención. 

      Con ustedes, Bertolt Brecht y su villancico, traducido por J.Luis Gómez Toré


          LA NOCHE BUENA

          Antes de la noche, el día en que Cristo

          a este mundo nuestro como un niño vino

          fue un día duro, gris y sin sentido.

          No tenían sus padres un alojamiento.

          Por ello temían por el nacimiento

          que para esa noche ellos preveían:

          cayó el parto en la estación fría,

          mas todo salió a las mil maravillas.

          Era aquel establo que por fin hallaran

          cálido, con musgo entre tabla y tabla.

          La tiza en la puerta dice que el establo

          huéspedes tenía y estaba pagado.

          Así fue al final una noche buena:

          el heno mejor de lo que creyeran.

          La mula y el buey su sitio ocuparon:

          todo ha de marchar como está mandado.

          Un pesebre de mesa pequeña sirvió.

          Un criado, oculto, un pez les llevó

          (pues con el gran Cristo fue entonces preciso

          obrar con astucia y mucho sigilo)

          pero aquel pescado resultó excelente

          y por todos lados su aroma se extiende.

          Del marido ahora se ríe María,

          tan preocupado como parecía.

          Se levantó viento al anochecer

          y no fue tan frío como suele ser:

          una brisa cálida casi se ha tornado,

          caliente, el establo; el niño, tan guapo.

          Y ahora sí no falta apenas ya nada:

          ¡los Reyes Magos que a las puertas andan!

          María y José contentos estaban.

          Muy contentos pueden al fin descansar.

          El mundo por Cristo no podía hacer más.


15/12/20

Reuniones en pandemia




      No se habla más que de las reuniones familiares esta Navidad. Que si de seis, que si de diez, que si incluimos a los allegados, que si los mandamos a tomar viento… Y a mí se me ocurre pensar que, por muchas restricciones que haya, por mucho que limiten las personas y las denominaciones, no va a afectarme. Ni el número de personas, ni los desplazamientos... nada. Si llego a entonces, mi Nochebuena y mi Nochevieja, mi día de Navidad y el de Año Nuevo, serán exactamente como vienen siendo desde hace 26 años. O sea, que yo llevo 26 años de pandemia. Que se dice pronto...


           Nuestras vidas son los ríos 

      que van a dar en la mar, 

            qu'es el morir; 

      allí van los señoríos 

      derechos a se acabar 

            e consumir; 

       allí los ríos caudales, 

      allí los otros medianos 

            e más chicos, 

      allegados, son iguales 

      los que viven por sus manos 

            e los ricos.

 

6/12/20

Tradicional picaresca española




      Llevamos ya nueve meses de pandemia y, a lo largo de ese tiempo, más de una vez hemos tenido que preguntarnos que ocurre en nuestro país para que estemos llevando esto peor que nadie. Nos lo hemos preguntado nosotros y hasta media Europa, sesudos científicos que han estudiado las posibles causas de que el virus circule en la piel de toro como Pedro por su casa. ¿De verdad no lo sabemos?

      Llevo dos fines de semana que, a partir del jueves, en el super se ve un porcentaje muy alto de carros cargados para preparar una fiesta domiciliaria. Botellas de licor, litronas, cocacolas de dos litros, vasos de plástico… Las apariencias no engañan ni tampoco las conversaciones de los que miran estanterías para llenar el carro. 

      Pero no vamos a hablar hoy de los jóvenes, sino de personas de cualquier edad. Personas que circulan entre provincias y municipios con salvoconductos falsos, que retuercen las leyes para conseguirlos, que recurren sin problemas a pillerías de todo tipo para ir donde quieren ir, a pesar de los confinamientos. Citas particulares para Urología firmadas por un otorrino, depilaciones y manicuras convertidas en tratamientos dermatológicos por arte de magia, censos en distinta población de donde se trabaja y se tiene el domicilio, vecinos que viajan a su segunda vivienda no se sabe como… 

      Mientras, cientos de personas, miles, han muerto, mueren y seguirán muriendo en soledad. Mientras, cientos de personas, miles, pasan por un infierno en la UCI, boca abajo y con un respirador durante meses. Mientras, cientos de personas, miles, quedarán con secuelas para el resto de su vida. 

      ¿Dónde está la conciencia? ¿Dónde nos la hemos dejado en este país?

 

29/11/20

Ángel Ganivet

 



      Hoy hace 122 años que murió Ángel Ganivet en Riga, en las frías aguas del río Dviná, y en marzo hizo 95 de que lo enterraran en esa tumba que veis ahí arriba y por la que se pasa nada más entrar al cementerio. Al cementerio de San José, en Granada

      Viendo su biografía en Wikipedia, se podría decir que fue un hombre que se suicidó dos veces y lo enterraron dos veces, pero leyendo la más completa de la Real Academia de la Historia, podemos conocer mejor al escritor, poeta, ensayista, filósofo, diplomático… y muchas cosas más. Una de ellas, quizá la más profunda: granadino. Nunca dejó de pensar en su tierra, en “Granada, la bella”,  nunca dejó de dolerle lo que no le gustaba de ella ni dejó de imaginar una Granada distinta de la que iba naciendo al paso de los años. En Granada está su cuna, un molino, y en la Colina de la Sabika, su tumba, casi siempre con flores. ¿De quien? No se sabe.

      Al morir mi abuelo paterno, allá por los años 50, llegó a mi casa su biblioteca con casi toda la obra de Ganivet y un par de libros sobre él. En uno de ellos, se habla de su fatalismo como origen remoto del suicidio, pero también de que poco antes le habían diagnosticado una parálisis progresiva y de que ese mismo día llegaba a Riga la mujer con quien había tenido dos hijos, una niña que había muerto con dos meses y Tristán, que acompañaba a su madre. Pero Ángel Ganivet no los esperó, se fue antes de verlos. ¿Por qué? Solo él lo supo.

20/11/20

Rescates


Monumento a la Memoria. Cementerio de Granada

      Ya dije en una ocasión que hay veces en que no tengo una opinión formada o, si la tengo, dudo sobre ella. Y este es uno de esos casos. Me explico. 

      Estamos con la hostelería y las tiendas cerradas, por lo que hosteleros y comerciantes protestan enérgicamente y piden subvenciones, “rescates” de sus negocios. Y las Administraciones están propicias a dárselos (otra cosa es que lo hagan), pues saben que, si esos negocios cierran, el personal quedará sin trabajo y habrá que pagar la prestación por desempleo. Pero yo me pregunto: ¿No sería mejor ayudar al trabajador en lugar de al empresario? ¿No es dar por sentado que, si un “emprendedor” monta un negocio, los tiempos buenos serán para él y los malos para las Administraciones? Pregunto, no afirmo. 

      Desde que empezó la pandemia, he pensado varias veces en la cantidad de sanitarios que, en este momento, se estarán arrepintiendo de haber elegido esa profesión, pues no es lo mismo pasar toda su vida laboral con unos horarios, vacaciones, descansos y un trabajo más o menos rutinario, que lo que están viviendo ahora. Lo mismo que un militar puede pasar 30 años en un cuartel o un despacho, pero si llega una guerra las cosas son muy distintas. 

      Quiero decir con esto que la mayoría de las profesiones conllevan un riesgo, que puede presentarse o no, pero que quien las elige tiene que asumirlo. ¿Quién le iba a decir a mi padre, un delineante de Obras Públicas, que se iba a ver dibujando planos con dos guardias civiles armados en la puerta de su despacho, sin saber bien si para defenderlo o vigilarlo? Es posible que sí lo pensara, pues mi padre era pesimista y la guerra in-civil se barruntaba ya cuando se presentó a las oposiciones. No imaginaría la situación concreta, pero sí que algo de eso podría ocurrir y, más aun, cuando vio asesinar al ingeniero Juan Santa Cruz a causa precisamente de unos planos del abastecimiento de aguas de Granada, que consideraron planos para las tropas enemigas que sitiaban la ciudad. 

      Concretando y volviendo al momento presente. No estoy segura de que sea bueno para los emprendedores tener el precedente de que su empresa estará respaldada por Gobierno, Comunidad o Ayuntamiento cuando las cosas se pongan feas. O sea, que emprenderán con un seguro a todo riesgo. Pero como no estoy segura, admito –y ruego- sugerencias y opiniones a favor o en contra.


8/11/20

Diálogo




      -Cada día estoy más convencida de que alguien mueve los hilos.

      -¿Que soy yo, entonces? ¿Una marioneta?

     -No. Alguien mueve los hilos de las cosas que ocurren para que tú las veas, reflexiones sobre ellas y actúes en consecuencia. Libremente.

 

31/10/20

Carta al Director

 


      En la sección de Cartas al Director del periódico IDEAL, se publicó hace ya unos días la de un señor que no conocía, pero que, al meterlo en el buscador, he visto que es autor de algunas publicaciones. La carta se titula El mundo desolado y la firma Manuel Fernández Olvera. Dice así:


      La mayoría de nuestros padres (de los que son de mi edad), nacieron poco antes o durante la Gran Guerra, la que ocasionó varias docenas de millones de muertos en solo cinco años.

      Cuando la mayoría de ellos sólo tenían la edad del botellón, fueron reclutados por los charlatanes demagógicos de ideologías extremas –y otros muchos a punta de pistola- para integrarse en uno de los bandos de un ejército cainita, para matar a personas de su mismo país, de su misma región, de su misma ciudad y de su mismo pueblo. 
     Las madrugadas eran más sigilosas que las bullangueras macrofiestas: se trasladaban a paisanos, a vecinos, amigos e incluso a familiares, para darles el paseíllo, delante de las tapias de los cementerios o en el fondo de las cunetas de las retorcidas carreteras. 

      Vueltos a casa, se les exigía –a punta de consejo de guerra- obediencia ciega, silencio, sumisión y hambre patriótica. Y la felicidad podía consistir en comer una vez al día un boniato cocido y descansar unos segundos del piojo verde.

      La gente se resignaba a que sus hijos muriesen a miles por la tosferina, el sarampión, la tuberculosis y hasta por un resfriado común. 

      Penando nuestra posguerra, Europa repite guerra mundial y vuelven a morir otra vez docenas de millones de personas, que perecen en seis años. Ni una queja. Y, como guinda del desastre, seis millones de judíos son gaseados, sin que ni un solo alemán supiese lo que su dios, y su pandilla de genocidas, estaba haciendo. Y el resto de Europa estaba mudo y ciego.

      En los años dorados del franquismo, el pueblo interior sigue con sus penurias y padecimientos, y miles de personas emigran, con sus albarcas, sus boinas y sus maletas de cartón, a Alemania y otros países europeos, en busca de sobrevivir, dejando a la familia abandonada a la suerte de que sus esposas fregasen suelos y sirvieran para lo que fuese, mientras que sus hijos iban por todas partes buscando un trabajo de aprendiz, sin sueldo, tras abandonar la escuela cuando aun no tenían ni pelusilla en el labio superior de sus hambrientas bocas.

      Y ahora, con esta desgracia de epidemia del puto corona, se nos pide que contengamos la irresponsabilidad y llevemos una mascarilla… y nos sentimos la generación más desgraciada de toda nuestra historia.

      Se nos pide -no que vayamos al fin del mundo a malvivir y morir- que nos quedemos unos días en casa (con Internet, con tele, con frigorífico, con calefacción, con agua, con luz y con la despensa llena de toda clase de productos gourmet)… y nos deprimimos, nos sentimos muy desgraciados.

      Solo nos piden que llevemos mascarilla, que respetemos unas simples normas socio-sanitarias, nos piden que nos queramos más, que nos respetemos un poco más, que seamos un pelín más solidarios… y nos sentimos desgraciados. No ha sido suficiente verle las orejas al lobo. Nos sentimos desgraciados. ¿Qué pasará en nuestro estado de ánimo cuando no sean las orejas, sino cuando sean las fauces de la bestia las que atenacen nuestras gargantas?

       ¡Nos sentiremos más desgraciados!

      Será porque, en el fondo, es eso lo que somos.            


21/10/20

Las Cuidadoras




      Son morenas, de poca estatura y con un envidiable pelo negro y fuerte. Las vemos por la calle, empujando las sillas de ruedas de nuestros viejos, de las personas de mi edad que necesitan ayuda. Las vemos en los parques, ellas en un banco, la persona que cuidan al lado. Las vemos en las tiendas, haciendo la compra de la casa donde trabajan, comprando artículos que no podrían pagar con su dinero, pero también en tiendas que ya venden los productos que llegan de su país y que ellas tienen costumbre de comer. Proceden de lo que antes llamábamos Hispanoamérica y nuestra lengua, en sus labios, tiene una riqueza que ya quisiéramos los que hemos nacido aquí. 

      Algunas vinieron solas o con amigas, otras dejaron atrás marido e hijos, que las más veteranas quizá han conseguido reagrupar. Algunas desean quedarse, pero otras solo buscan la forma de comprar una casa en su tierra o poner un pequeño negocio. Y todas, todas, ahorran hasta el último céntimo, porque envían a su familia de lo poco que ganan. Viven donde pueden, muchas veces hacinadas varias familias en una vivienda y, las que han venido solas, prefieren trabajar internas para ahorrarse el piso o la habitación donde vivir, pero a cambio de eso, muchas veces las explotan estando disponibles las 24 horas. 

      Son Las Cuidadoras, cariñosas con los viejos, aguantando lo que les echen con tal de conservar el trabajo. Y nosotros les pagamos metiéndolas en el bucle de la Ley de Extranjería: Sin permiso de trabajo, no hay trabajo legal; sin trabajo legal, no hay permiso de trabajo. En nuestro país hay personas que abominan de la inmigración, pero ¿qué sería de nuestros viejos sin ellas?

 

13/10/20

Despedida


 

      Adiós, amigo, padre de mi amigo y ya amigo mío. Te he visto por última vez con tu manta rosa sobre las piernas, he pasado mis dedos sobre la pantalla y he rozado tu frente con mis labios. Tu hijo es mi amigo, tú lo sabes ahora, cuando ya todo se sabe y todo se ignora. Tu hijo es mi amigo y el corazón me sangra por su pena. Tu hijo es mi amigo y no puedo estar con él. No va a llorar en mi hombro, no puedo rodearlo con mis brazos… ¡Y es mi amigo! MI AMIGO.

      Adiós, padre de mi amigo, padre mío, padre de todos ya.

      Descansa.


7/10/20

Y volveré



      Entre los vídeos musicales de agosto, hubo uno en el que, hablando de la voz del cantante, no mencionamos la letra de la canción, que tenía tela. 

      En ella, un chico le dice a su pareja:

      Adiós, amor. Lo he pasado muy bien contigo, pero la magia terminó y yo me largo. Sin embargo, si me aseguras que tú y tu amor esperaréis lo que haga falta, a lo mejor algún día echo de menos la paz que tú me das y me apetece volver. A tus brazos, por supuesto, pues seguirás con ellos abiertos, aunque te hayas convertido en estatua de sal. Y, entonces, el sol alumbrará, las estrellas brillarán, etc. etc. Vamos, el disloque. Pero, mientras tanto, ahí te quedas, amor, y que te vaya bonito.

 

28/9/20

Hedonismo

 

Epicuro. Imagen tomada de Wikipedia

      Según la RAE, hedonismo es: 

      -Teoría que establece el placer como fin y fundamento de la vida.

      -Actitud vital basada en la búsqueda de placer.

      Hace ya bastantes días (demasiados para buscarlo) leí en IDEAL una entrevista en la que se hablaba del problema de que los jóvenes no se están amoldando a las circunstancias y van a su bola con botellones, fiestas, reuniones numerosas y sin medidas de seguridad, etc. No se atienen a las recomendaciones y hasta responden agresivamente si la policía les llama la atención. O sea, que reclaman como un derecho divertirse, ignorando cualquier razonamiento. Y el entrevistado decía: 

      -Hemos educado a nuestros hijos en el hedonismo y esta es la consecuencia.

      Últimamente he estado pensando bastante en esto y he llegado a la conclusión de que no son solo los jóvenes los que tienen esa visión de la vida como placer, sino que es algo que está en el ambiente, en lo que leemos, lo que vemos en el cine, en la televisión, lo que se dice en la Redes… Y así ocurre que personas ya de más años también lo han ido interiorizando de tal forma que, cuando llegan las contrariedades y los problemas, lo soportan mal. Contemplan su vida siempre desde la perspectiva de que tiene que ser un camino de rosas y son incapaces de elevarse sobre las adversidades y aprender a convivir con ellas. Y, sobre todo, son incapaces de mirar alrededor y ver que la vida de los demás tampoco es siempre ese camino de rosas.  

      Lo que choca de pleno con lo que anoche mismo me dijo una amiga de mi edad, que vive en un barrio confinado de Madrid y que es persona muy vulnerable tanto por su edad como por su salud.

      -Me duele que lo que me quede de vida vaya a ser así

     Y supongo que se refería a que no puede ver a sus hijos ni sus nietos, no puede reunirse con ellos y hace seis meses que no los abraza. Pero lo decía con resignación. Con dolor, pero aceptando las circunstancias y reconociendo que son aun peores para otros. Para los que han muerto en soledad, para los que están a punto de hacerlo y han perdido la esperanza que a ella la mantiene viva.


20/9/20

Rafael Juárez

 


      Murió hace un año tal día como hoy y me quedé con ganas de mencionarlo aquí, pero no se por qué no pude. Esta noche, ya a punto de irse el día, no quiero que acabe sin recordar a una persona, valiosa para Granada, y que yo conocí, aunque no llegué a tener amistad, quizá por falta de ocasiones. O de tiempo. Entendiendo tiempo como eso que se nos va y que a él se le fue del todo.  

      Su biografía podéis verla aquí y lo que os ofrezco para recordarlo es uno de sus poemas, quizá el que más me ha gustado siempre.


         LO QUE VALE UNA VIDA

           Rafael Juárez

 

          Estoy en esa edad en la que un hombre quiere

          por encima de todo ser feliz cada día. 

          Y al júbilo prefiere la callada alegría,

          y a la pasión que mata, la renuncia que hiere.


          Vivir entre las cosas mientras el tiempo pasa

          -cada vez menos tiempo para las mismas cosas-

          y elegir las que valen una vida: las rosas,

          y los libros de versos, y el viaje, y la casa.


          Hasta ahora he vivido perdido en el mañana

          -seré, seré, decía- o en el pasado, -he sido

          o pude ser, pensaba- y el mundo se me iba.


          Ahora estoy en la edad en la que una ventana

          es cualquier aventura y un regalo el olvido.

          Ya no quiero más luz que tu luz mientras viva. 



13/9/20

Vacaciones en pandemia


 


      Ya os hablé hace 6 años de este sitio y os dije que ahí van niños que carecen de todo y para los que unos días de vacaciones, no solo son unos días felices, sino también, en muchos casos, los únicos en que se alimentan adecuadamente. 

      Este año las cosas pintaban mal y dudaron si cancelar los turnos, pero les daba pena que, precisamente cuando lo están pasando peor, se quedaran sin vacaciones. Y se decidieron. Solo cancelaron el turno de los niños de guardería, pero el resto estuvo en julio en turnos de una semana. 

      Asesoradas por un médico, pusieron todos los medios posibles: control de temperatura tres veces al día, organizadoras y monitoras sin dedos ya donde pinchar para los test serológicos, turnos de comedor, niños durmiendo por todas partes para tenerlos separados, lavados de manos continuos, mascarillas… Ha sido una auténtica paliza para todas ellas, pero hace ya mes y medio que salieron los niños de allí y no ha habido el menor problema. 

      ¿Por qué cuento esto ahora? Pues porque está empezando el curso en los colegios y hay que ver la que se ha liado. Padres que se niegan a llevar a sus hijos, padres que piden lo que no está escrito para “garantizar la seguridad”, como si la seguridad total fuera posible, no solo en el colegio, sino en sus propias casas. Y como si no fuera aun más grave seguir privándolos de lo que es necesario para su desarrollo. Como muy bien dice Juan Santaella, en un artículo del que he recortado el párrafo de la cabecera.

 

7/9/20

En el super



      Me dispongo a echar en el carro varios tetrabriks de leche, pero de la que quiero no hay en el estante ni tampoco ninguna caja abierta. Para más inri, las cajas están altas, por lo que dudo si voy a poder bajarla y exploro los alrededores en busca de un empleado, pero no veo ninguno y me decido a intentarlo. Casi que la estrello en el suelo, pero al fin consigo ponerla más a mano. Toca ahora abrirla, tarea peliaguda para mis manos, por lo que, en casa, suelo hacerlo con un cuchillo grande, que ahí no tengo. Lo intento, se resiste, vuelvo a mirar a mi alrededor, pasan señoras, parejas, un grupo de jóvenes, todos con prisa empujando sus carros, pero ni me miran y se me hace cuesta arriba pararlos para pedirles ayuda. De pronto, un señor muy mayor, quizá mayor que yo, se me acerca y me dice: Espere, señora, que yo le ayudo. Y con sus manos torpes, pero más fuertes que las mías, me abre la caja. Le doy las gracias efusivamente y se va empujando su carro. 

      Por la pandemia, la mascarilla y los prejuicios sociales no le doy un abrazo, pero las ganas se me quedan.


31/8/20

Silvia Pérez Cruz


      Cuando murió Leonard Cohen, ya vimos la canción que compuso, poniendo música al poema de García Lorca “Pequeño vals vienés”, en un vídeo con imágenes de la visita que hizo el cantante a Granada. 
      Traigo ahora esta misma canción en la voz de Silvia Pérez Cruz, una cantante que puede gustar o no, pero no deja indiferente.

24/8/20

Germaín de la Fuente





        Creo que la primera canción que le oí, allá por finales de los 60, fue “Y volveré”, la versión en español de la canción de Alain Barrière Emporte-moi Me gustó la canción, era de las mías, de esas romanticonas que aun me siguen gustando, y me gustó su voz en los graves, pero me dije: no le va durar mucho. Pues, aunque nunca he sabido música, por entonces tenía muy buen oído y me di cuenta de que en los agudos cantaba fuera de su tesitura, forzaba la voz y terminaría por destrozarla. Y así fue. Pasaron los años, recurrió primero al entrecortado al que recurren todos cuando ya no pueden sostener la nota, pero lo que Raphael consiguió, él no pudo y en las últimas grabaciones, ya con canas, resulta penoso oírlo, porque no solo está sin voz, sino que desafina.
      
      Ahora, al repasar en YouTube todo lo que he encontrado, me pregunto por qué no se buscaría al inicio de su carrera un profesor o profesora de música, que le enseñara a manejar el torrente de voz con el que había nacido. Y también por qué no se retiraría antes.

18/8/20

Triana


      Con agosto llega la música y, a pesar de que no estamos para bailar sevillanas precisamente, he encontrado por casualidad este vídeo, que es una joyita, y quiero compartirlo con vosotros. Estaba preparado para la semana pasada, pero murió Casaldáliga y lo aplacé. 
      Canta Arturo Pareja Obregón unas sevillanas clásicas de su padre, Manuel, acompañado por el grupo Siempre así. Y baila Cristina Hoyos con su marido, Juan Antonio Jiménez. Todo un lujo.


8/8/20

Pedro Casaldáliga


        POBREZA EVANGÉLICA
          No tener nada. 
          No llevar nada.
          No poder nada.
          No pedir nada.
          Y, de pasada, 
          no matar nada;
          no callar nada.
          
          Solamente el Evangelio, como una faca afilada.
          Y el llanto y la risa en la mirada.
          Y la mano extendida y apretada.
          Y la vida, a caballo dada.
          Y este sol y estos ríos y esta tierra comprada
          para testigos de la Revolución ya estallada.
          ¡Y “mais nada”!
          Pedro Casaldáliga

Descansa en Paz en tu Amazonía, por la que tanto luchaste y sufriste.

31/7/20

Fama




      Desde tiempo inmemorial, supongo que desde que teníamos solo dos cadenas, veo al medio día el Telediario de La 1. Con gobiernos de derechas y de izquierdas, con una tendencia o la otra. Y, más que nada, porque me coincide con la hora de almorzar y porque es lo que primero que sale en mi televisor cuando lo enciendo.

      Si habéis sintonizado alguna vez ese informativo, sabréis que antes hay un programa de los llamados del corazón y que se llama precisamente así: Corazón. Un programa que antes era diario, pero ahora solo los fines de semana. Bueno, pues el otro día estaba calentando mi comida y esperando al Telediario con el televisor en silencio para que no me diera la murga con bodas y entierros, cuando veo en la pantalla una pareja joven y debajo la noticia de que Fulanito y Menganita han roto su relación. Me pregunto entonces quienes serán estos dos, pues ni sus nombres ni sus caras me dicen nada, y me asoma en el horizonte una nube de preocupación por lo poco que estoy en la actualidad últimamente. Cojo el móvil y empiezo a buscar esos dos nombres… y nada. En ninguna parte me dice que hacen o que son. ¿Serán actores? ¿Serán cantantes? ¿Deportistas? ¿Modelos? Sigo investigando y por fin encuentro algo: Él fue pareja de Zutanita hace tiempo. Lo malo es que tampoco se quien es esa chica. Empiezo a deprimirme y sigo buscando ya a la desesperada. Hasta que tirando del hilo de ella… ¡bingo! TUVO UNA RELACIÓN EFÍMERA CON ZUTANITO. Y ese sí se que es el hijo de una cantante que ya ha muerto. Respiro aliviada. Por fin se quienes son estos “famosos”, de donde les viene la “fama”. Estoy actualizada.

Nota: Los personajes y hechos aquí retratados son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. 

25/7/20

Apuntes y reflexiones en la ¿Nueva Normalidad?




      Quizá la pandemia va a dejar algo bueno. Con ella nos hemos dado cuenta de que las condiciones en que trabajan y viven los inmigrantes y temporeros en general nos pueden afectar a todos y, mira, a lo mejor así nos decidimos a vigilar ese asunto.
* * *
      Años quejándonos del turismo de masas, de la saturación de turistas en cualquier monumento, de que los indígenas nos vemos desplazados en nuestra ciudad... ¿Y ahora estamos suspirando porque vuelvan los turistas?
* * *
      La mascarilla es obligatoria en Andalucía, pero he observado varios trucos para evitarla por la calle. A saber:
-Ir fumando… aunque el cigarro vaya en la mano apagado.
-Ir comiendo pipas o cualquier otra cosa… de un paquete vacío. 
-Ser joven.
-Ser adolescente.
* * *
      Estamos incorporando a nuestro vocabulario multitud de palabras que no conocíamos. Empezando por coronavirus, que fue la primera que aprendimos, siguiendo por Covid-19 y terminando por una serie de siglas, como PCR y EPI. Saldremos de esto -si salimos- con nuestro vocabulario sumamente enriquecido

      Epílogo:
      Cuando publiqué el primer post en pandemia, me dije que la situación era lo bastante grave como para no mencionarla y tratar cualquier otro asunto. Llevamos ya más de cuatro meses y diecisiete entradas, siempre relacionadas con lo que estábamos viviendo y, aunque lo seguimos viviendo y no sabemos hasta cuando, creo que es el momento de intentar cambiar de tema. No dudo que volveré a tocarlo inevitablemente, pero ya no como tema único. 
   

16/7/20

Los protocolos



      Cuando llevamos ya cuatro meses de pandemia, esta mañana he leído en el móvil este artículo, que no nos dice nada nuevo porque ya sabemos como han discurrido estas cosas, pero me ha llegado al corazón la forma de contarlo alguien que lo ha sufrido personalmente y que lo cuenta con dolor, pero sin resentimiento, sin acusar a nadie. 
      Yo tampoco voy a acusar a los gestores de la pandemia, ni a los políticos, ni a las autoridades sanitarias, pues pienso que todos han hecho lo que han podido. Han tomado decisiones de hoy para mañana y de esta hora para la siguiente, basándose muchas veces en informes contradictorios de los “expertos”, que tampoco sabían muy bien que hacer. Y se han equivocado, sí, es fácil equivocarse en esas condiciones. Se han equivocado, han rectificado… y se han vuelto a equivocar. Hoy, tras cuatro meses de pandemia, solo pienso que no quisiera estar en la piel de ninguno de ellos.
      Sin embargo, hay algo en lo que creo deberían reflexionar: los llamados “protocolos”.  Esas normas rígidas que se han establecido en los hospitales para que –se supone- todo funcione mejor. Normas que, en la mayoría de los casos, echan por tierra lo que debería ser esencial en la atención sanitaria: la humanidad, el trato humano, la compasión por el que sufre. 
      Y he podido comprobarlo de cerca hace unos días, cuando un amigo llevó a su padre a urgencias del hospital con desorientación, malestar general y unas décimas de fiebre. El anciano ingresa en el Área Covid-19 y al hijo lo dejan fuera, sin poder acompañarlo, cosa lógica, aunque dura para los dos. Pasan las horas y no hay la menor noticia, solo que le han hecho la prueba PCR y hay que esperar los resultados. Llega la noche y ni siquiera lo dejan quedarse allí. Váyase a su casa y espere que lo llamen. Y se va sin saber si su padre está igual, mejor… o muriéndose. Al día siguiente, las 8, las 9, las 10 y no llama nadie. Angustiado, va al hospital y tampoco allí resuelve nada. De nuevo: Espere en su casa a que lo llame el doctor.  Veinticuatro horas después del ingreso, por fin lo llaman para decir que la PCR es negativa, que a su padre le dan el alta y lo mandarán a su casa en una ambulancia. No puede ir a por él y verlo antes. Tiene que esperar. Son los protocolos.  
      Y yo me pregunto: ¿Es necesario que sea así? ¿Es necesario añadir dolor al dolor? ¿Se salvan más vidas con eso? ¿Cuesta tanto tener a la familia informada? No hace falta un sanitario para eso, solo una persona, una lista de ingresados en el ordenador y un teléfono.

7/7/20

Epidemias


Jonas Salk (Foto de Wikipedia)


      Hace meses, antes de la pandemia, vi algo por la calle que me impresionó. Delante de mí caminaba una inmigrante americana con una niña de unos 9 o 10 años, que en una de sus piernas mostraba las señales inequívocas de haber sufrido poliomielitis. Y digo que me impresionó, porque me pregunté donde habría crecido esa criatura para no tener acceso a la vacuna, que ha conseguido erradicar la enfermedad en la mayoría de los países.
      Recordé entonces mi infancia, cuando la polio afectaba a tantos niños, cuando era tan corriente verlos arrastrando aquellas piernas delgaditas y paralizadas. Y recordé el miedo que pasé cuando la niña de una vecina, a quien yo había tenido en brazos días antes, amaneció pataleando en su cuna con una sola pierna. Miedo que me lo pasé a solas, pues cuando mis padres me preguntaron alarmados si había estado con ella en esos días previos de la incubación, les dije que no para no asustarlos. Pero cómo me tocaba las piernas al despertarme para ver si las sentía, cómo comprobaba si podía moverlas… Y así hasta que fue pasando el tiempo y me tranquilicé. Hasta la próxima, claro, hasta que hubiera otro caso cerca. O muchos y se dijera que había epidemia de poliomielitis. 
      Pero es que llegaban los veranos y con ellos la tosferina. Menos grave que la polio, pero muy molesta y que también provocaba algunas muertes. Y volvían mis padres a decirme: "No te acerques a Fulanito, que tiene tosferina, no juegues con tus amigas de la calle tal, que hay allí varios casos". Y veías niños revolcándose con la tos, congestionados, rojos como un tomate, vomitando… A algunos los llevaban a la sierra porque se decía que con la altura mejoraban y se les quitaba antes, pero el caso es que seguían tosiendo todo el verano. Otra epidemia para la que no había vacuna ni tratamiento. 
      Y el sarampión, que pasé con 13 años, y las paperas con 17. Con novio y la cara hinchada… 
      Quiero decir con esto que en aquella época convivíamos con las epidemias, sabíamos que periódicamente llegaban y no se podía hacer nada, solo confiar en que no te tocara. 
      Como ahora, ni más ni menos.

29/6/20

Apuntes y reflexiones en la Nueva Normalidad




      ¿Por qué hubo una escalada tan rápida al principio de la pandemia? Porque nos cogió completamente desprevenidos. Y no me refiero a los hospitales, sino a nosotros. Yo fui las primeras semanas al super de enfrente sin mascarilla, allí no había guantes ni gel y, en mi casa, mi mayor desinfectante fue un jabón casero que me regalaron. O sea, que no lo cogí por pura suerte.
* * *

      Me he dado cuenta de que saludo sin palabras, con una sonrisa de boca y ojos. Total, que con mascarilla y gafas de sol… no saludo. Ni doy las gracias cuando me dejan el paso, ni…
* * *

      Durante el confinamiento, mucha gente sacó del armario sus ideas gracias a los memes que nos enviaban en el Whatsapp. Personas que habían aparentado ser de izquierdas durante muchos años, nos sorprendieron con virulentas soflamas de VOX, y amigos, que creíamos descreídos, nos enviaban imágenes y oraciones a todos los santos.
* * *

      Hay personas que se saltan a la torera el virus y las normas, y otras que se pasan de prudentes y cumplidoras. Esta mañana llego a la farmacia y veo a un señor aguantando estoicamente el sol ante la puerta automática. Le pregunto si está en cola, afirma con la cabeza y yo busco la sombra de un árbol cercano. Pasado un rato, que se me hace larguísimo, por fin se abre la puerta, sale un cliente, entra el señor que esperaba y yo ocupo su sitio, lo que me permite ver que la farmacia está vacía, que estaba sólo el cliente que acaba de salir y, como hay tres puestos de farmacéuticos, dos de ellos están desocupados. Así que entro y me dirijo al más distante del señor que me precedía, no sea que se enfade conmigo por no haberle dejado la farmacia solo para él.
* * *

      Viendo la televisión, me pregunto algunas veces si, en las series que están grabando ahora, aparecerán los actores con mascarilla, si la acción discurrirá en tiempos de pandemia o la obviarán. 



Continuará… porque esto también continúa.


20/6/20

Esperanza




DICE LA ESPERANZA: UN DÍA...
Dice la esperanza: Un día
la verás, si bien esperas.
Dice la desesperanza:
Sólo tu amargura es ella.
Late, corazón... No todo
se lo ha tragado la tierra.
A. Machado

      Venimos hablando de si somos mejores o peores que antes y ya sabéis que mi opinión es negativa, que mi experiencia va a el sentido de que las relaciones entre las personas van siendo cada día más distantes, menos afectivas, menos caritativas en el auténtico sentido de la palabra. Pero de vez en cuando surge algo que nos hace confiar en que no todo está perdido, nos hace vislumbrar un rayo de esperanza para seguir creyendo en el ser humano.
      Hoy he hablado con una amiga y me ha dicho que todavía no ha salido desde que empezó la pandemia y que los vecinos se lo resuelven todo. Una le lleva el pan todos los días, otro la compra del supermercado, otra el pescado y la carne, también casi todos los días. Le van a la farmacia, le bajan la basura… Y no es que sean muchedumbre, pues la casa es pequeña, solo tres pisos y el suyo. O sea, que son solo tres familias las que han cargado con la responsabilidad de que ella no tenga que salir a la calle al ser persona de riesgo por su edad. Y lo han hecho por propia iniciativa, sin que ella haya tenido que pedírselo. Fue confinarnos y un vecino joven con el que solo había cruzado las palabras de cortesía al encontrarse en el portal o en el ascensor, subió a su casa a ofrecerse y, desde entonces, cada vez que va en su coche a hacer la compra, le pregunta que quiere y se lo trae.     
      Y así llevan todos más de tres meses. ¿No es admirable? Me dan ganas de vender mi piso y mudarme allí…