27/10/19

Evolucionando

     
      Yo viví el principio del rock en España. Bailábamos swing entonces, cuando yo pesaba 38 kilos y mi pareja se podía permitir levantarme en alto o arrastrarme entre sus piernas. Pero un día, este chico me dijo que comprara discos de rock&roll, que el swing había evolucionado y lo que había que bailar era eso. Y lo bailamos. Y la verdad es que no hubo mucha diferencia: Yo seguía volando por los aires o llevándome el polvo del suelo los sábados por la tarde.
      Quiero decir con esto que el rock no me es desconocido, que lo he bailado, lo he oído y me ha gustado. Pero ya no. Será porque soy mayor, pero también puede ser porque el rock y los roqueros también han evolucionado y “ya no son lo que eran”, como la nostalgia de la que hablábamos la semana pasada. Ese grupo Marea, que mencionaba, no tiene nada que ver con Elvis, los Beatles o los Bee Gees, pues ahora no hay música, todo es ruido, gritos, saltos y luces de colores.
      Sin embargo, hay otras evoluciones que sí me encajan, aunque a mí misma me resulte sorprendente. Por casualidad, vi el otro día un vídeo de un grupo argentino llamado Tanghetto, que hacen algo que llaman “electrotango”, una mezcla de tango con música electrónica. Y me gustó. Supongo que a los puristas del tango les resultará tan aberrante como a mí las “fusiones” del flamenco o flamenco mix, pero la verdad es que lo que he oído de estos chicos argentinos me suena bien. Por ejemplo, este tango de un disco dedicado a la emigración.
      Con ustedes, Tanghetto y Alexanderplatz


19/10/19

Nostalgia





      Los viejos andamos siempre con la monserga de que “esto era antes así y ahora es peor”. Los viejos, claro, con nuestra nostalgia de tiempos pasados. Pero es que hoy me encuentro en el periódico una entrevista a Marea, un grupo roquero que, lo confieso, ni siquiera me sonaba hasta que un amigo me habló de él con motivo de su concierto en Granada. Y resulta que, en esa entrevista, un tal Eduardo Beaumont, alias “el Piñas”, que debe ser el que manda en el grupo, dice lo que vemos en la imagen.

      Me pregunto, entonces, si es que todo va siempre a peor o si es que los seres humanos venimos a este mundo con la nostalgia en los genes.

      Lo malo es que, en este último supuesto y como dijo Simone Signoret, La nostalgia ya no es lo que era”…

      Y hablando de nostalgias, hoy este blog ha cumplido 11 años.  

14/10/19

Decíamos ayer...



      Y hemos mencionado en otras ocasiones, que a los ancianos los están expulsando de los bancos, que los jóvenes los marginan, que no hay lugar para ellos en este mundo nuevo. Y es verdad. Pero, de vez en cuando, surge la excepción y, con ella, la esperanza de que no todo está perdido.

      Este verano, una amiga (esa que confunde barones con varones) ha tenido que viajar a un país europeo y, cuando estaba ya casi para irse, caigo en la cuenta de que no me ha pedido ayuda para la cita por Internet que necesita al solicitar la Tarjeta Sanitaria Europea. Me alarmo pensando que no ha caído en eso y la llamo, pero me dice que la tiene ya hace dos meses y que fue muy fácil. 

      -Me fui al Seguro que tengo cerca. (Léase un CAISS, un Centro de Atención e Información de la Seguridad Social). Estaba a tope de gente y de colas, pero yo me acerqué al de la puerta y le dije:

      -Mirusté, yo solo quiero preguntar una cosa.

      -¿Qué quiere preguntar, señora?

      -Pues verá. Es que me voy al extranjero y quiero llevar esa tarjeta que dan por si me pongo mala allí. ¿Qué tengo que hacer para que me la den? ¿Es muy difícil hacerlo?

      Y, entonces, el segurata, un chico joven, le dice: 

      -Deme su tarjeta de la Seguridad Social y su DNI

      Se va con ambas cosas, vuelve en unos minutos, se los devuelve y concluye:

      -Dentro de cinco días tiene la tarjeta europea en su buzón

      Y, efectivamente. Antes de los cinco días allí estaba. 

      Tengo amigos que han viajado 60 Km para pedirla en un pueblo porque las citas en Granada tenían una larga espera, otros que se han ido al viaje sin conseguirla, y otros que se han llevado una caducada por el mismo motivo, pero para ella ha sido tremendamente fácil solo porque un vigilante vio sus canas, se compadeció de su despiste y no quiso que se fuera con las manos vacías. 

6/10/19

El encierro






      Todos sabemos que Granada es una ciudad muy bonita. Al decir de las agencias de viajes, tiene “la calle más bella del mundo” y, según un presidente de los EEUU, “la puesta de sol mejor del mundo”. Pero Granada no es solo calles típicas, Alhambra y monumentos árabes y renacentistas. No es solo la UGR, situada en el ranking de las mejores universidades y la que más estudiantes extranjeros recibe. No es solo la ciudad de las tapas, de los bares donde con un par de cervezas has cenado. No. En Granada hay algo más. (Podríamos decir: ¡Ay!, algo más) Algo de lo que no hablan las agencias de turismo ni TripAdvisor .

      Granada tiene la llamada Zona Norte, el Distrito Norte, formado por una serie de barrios. Unos normalísimos y, en cierto modo, mejores que los más céntricos, ya que al ser construidos más tarde y con normas urbanísticas más rigurosas, tienen calles anchas, bulevares arbolados, edificios modernos singulares, etc.

      Pero hay otros, quizá los más antiguos, a los que el paro, la inmigración, la pobreza extrema, la exclusión en mayúsculas, han convertido en guetos degradados de personas sin más salida que la delincuencia. Y esta delincuencia tiene un nombre: droga. Cultivar marihuana puede ser un negocio lucrativo para auténticos “narcos”, pero también la única forma de salir adelante una familia, o sea, de comer. Y así, se siembra “maría” lo mismo en un gran almacén acondicionado, que se reserva una habitación de un piso pequeño para cultivar media docena de plantas. Y aquí surge el problema a donde nos lleva esta larga introducción.

      Ocurre que esas plantas necesitan luz y, como no pueden estar al aire libre por ser ilegales, el sol se suple con luz eléctrica, con potentes focos de gran consumo que, por supuesto, no puede pagarse por dos motivos: porque entonces no sería negocio la plantación y porque sería detectada rápidamente al ser un consumo fuera de lo normal. ¿Solución? Engancharse a un cable que se encuentre a mano o hacer un desvío desde el contador de un vecino. Pero como los transformadores de Endesa no están preparados para ese consumo extra y, por otra parte, los “electricistas” que realizan estos empalmes algunas veces son un tanto chapuceros, el resultado es que los transformadores colapsan y los empalmes provocan cortacircuitos, con lo que los vecinos de esos barrios se quedan sin energía eléctrica durante muchas horas e, incluso, días. Todos los vecinos. Los que cultivan y los que no tienen nada que ver con eso, los que consumen energía de forma ilegal y los que pagan  religiosamente su factura a la eléctrica.

      Y así un año tras otro.  Electrodomésticos que no funcionan, televisores apagados, móviles sin cargar, ancianos que respiran con un suministrador de oxígeno y que tienen que ser ingresados porque dejan de respirar, diabéticos que se inyectan insulina con la luz de una linterna, escuelas sin calefacción, guarderías con los biberones fríos, tiendas y bares que cierran, calles como boca de lobo por la noche… Podemos imaginar la cantidad de situaciones lamentables y hasta trágicas que pueden darse.
         
      Por esto y ante la proximidad de otro invierno en la misma situación, el párroco de Nuestra Señora de la Paz de uno de esos barrios, Mario Picazo, y el Defensor del Ciudadano, Manuel Martín, se han encerrado durante esta semana que termina en la Iglesia de San Francisco, una iglesia céntrica en un barrio acomodado y burgués. Y no de forma “invasiva”, sino con la completa aceptación y cooperación de los Padres Franciscanos. Más la solidaridad de cientos de personas, que se manifestaron con velas el jueves frente al templo y que han pasado por allí a acompañarlos y llenar los pliegos de firmas.

      ¿Servirá de algo todo esto? Lo único que se pide es que Endesa y las autoridades se sienten y vean la forma de solucionar esta situación tan injusta. Pero pronto.

 ¡YA!