24/2/13

No dejes para mañana... (o la música por los suelos)



Cerca de mi casa hay una acera que debieron pavimentar mal y muchas losetas con el paso del tiempo quedaron sueltas, de forma que al pisarlas hacían clin-clón con una música que llegaba a resultar melodiosa según las losetas que pisara. Cada vez que pasaba me decía que debería llevarme la cámara y grabar un vídeo de esa acera y su música, pero tenía que ser un día en que hubiera poca gente para que solo yo la pisara, un domingo quizá, y se iban pasando los domingos unas veces por olvido y otras por no venirme bien ir por esa calle.

Hoy, domingo, he pasado por allí distraída y, de pronto, algo me ha hecho salir de mis pensamientos: ¡No había música! Han arreglado las losetas, las han pegado bien y se acabó el sonido. O sea, que lo de que no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy es una verdad como un templo.  

19/2/13

Todo es gris


Hay veces que la vida no es mala, sino solo gris. Se apagaron los colores que a la vida le daban vida. El rojo de la pasión, el azul de los días gloriosos, el negro de las noches compartidas, el verde de la espera, hasta el morado del dolor se nos ha hecho tan habitual que hemos dejado de verlo. Solo el gris….


13/2/13

Cualquier tiempo pasado....


.... no fue mejor



Hace muchos años, allá por los 60 del pasado siglo, volvía un otoño de Madrid con mis padres en un TAF o TER, no recuerdo que tren in-comunicaba a Granada por aquella época. Y volvía con un catarro de campeonato, con fiebre y tosiendo sin cesar. Muy cerca, en los asientos vecinos, viajaba también un señor muy importante de Granada, un banquero dueño de un banco ya desaparecido, que estuvo todo el viaje fumando puros y llenando de humo el vagón. Si alguien conoció aquellos trenes, recordará que tenían los asientos de cuatro en cuatro enfrentados, o sea dos frente a dos, y este señor había comprado los cuatro asientos para no tener a nadie al lado ni enfrente, con lo que por lo visto pensaba que era suyo todo el tren y allí estaba el buen señor con un puro tras otro y el aire del vagón irrespirable. Pero lo curioso -visto a esta distancia- es que nadie, ni el revisor ni ningún pasajero osó decirle nada y ni siquiera mi padre, preocupado por como iba yo, se atrevió a rogarle que dejara de fumar antes de que se colapsaran mis pulmones.
Y es que entonces, un señor tan importante era dueño y señor de la vida y hacienda de los que no éramos tan importantes. Mucho había llovido desde la Edad Media, pero las cosas no habían cambiado apenas en algunos aspectos.

7/2/13

La última batallita con mi operadora



En octubre, y más por comodidad que por otros motivos, fusiono en un solo paquete los servicios de teléfono fijo, ADSL y móvil que tengo contratados con mi operadora de toda la vida. Bueno, no, el móvil lo tenía con otra operadora que me ofreció el oro y el moro para que no me fuera, pero yo, sin la menor piedad, abandoné lo rojo para irme hacia el azul, alegando que quería tenerlo todo junto para evitar duplicidades y para mayor claridad.
Pero sí, sí, claridad. En la factura de noviembre aun no se refleja el cambio, pero en diciembre me llega una factura mitad y mitad, parte de un “plan”, parte de otro, y ante tal galimatías y aunque veo cosas raras en ella, opto por esperar al mes siguiente, enero. Que llega como todo lo irremediable, se me despeja la niebla y veo claramente lo que entreví el mes anterior: que me estaban cobrando unos servicios que no sabía que tenía, pues al parecer estaban englobados bajo el concepto Línea Individual. Estos servicios son tan inútiles como la llamada a tres y el desvío de llamadas, tan obvios como la identificación de llamada y tan misteriosos como el Mantenimiento Integral, que a saber lo que significa realmente. Pero entre todos, me suponen un buen aumento en la cantidad que cuando contraté la fusión me juraron por todos sus difuntos que iba a ser lo único que pagaría. Ni un céntimo más dijeron las chicas de la tienda azul donde, en premio por mi fidelidad, me entregaron un móvil último modelo del 2005.
Y allí voy con mi queja, a la tienda donde firmé el contrato, pero resulta que ya no están esas chicas, que hay otra que no entiende de barcos y me remite al teléfono de atención al cliente, a donde llamo en día de fiesta y a horas tempranas, para evitarme la larga sesión de musiquilla y advertencia de que no me retire, de que en breve me atenderán como está mandao. Con mucha suerte me contesta un operador de los que se le entiende lo que dice (que ya es raro) y yo, inocente, le cuento mis cuitas, le digo qué de donde salen esos servicios, me dice que yo los tenía contratados, le digo que me muestre el contrato, me dice que si los llevaba pagando tantos años sería porque los tenía contratados, le digo que yo no sabía que los tenía porque ellos se habían guardado muy bien de mostrarlos y solo ahora han aflorado como por arte de magia. Total, que tras una larga e inútil discusión, concluyo en que lo único que cabe es darme de baja en esos servicios, todos menos la identificación de llamada, que es necesaria y que yo juraría que antes era gratuita. Tras muchos tecleos me da de baja, me despido y no contesto cuando me llaman para la encuesta de satisfacción. Oiga, señor mío, ¿me dice usted a mí de que tengo que estar satisfecha?
Pero pasa otro mes, estamos en febrero, llega la factura… y otra vez los dichosos servicios aumentando lo que ya de por sí está bien alto. Vuelvo a llamar y tengo de nuevo la suerte de que me responda una chica que habla mi idioma, con la que esta vez solo discuto que no me dieran de baja en esos servicios cuando lo pedí. Acepta mi reclamación, me da un número de la “incidencia”, luego otro de la reclamación de lo cobrado indebidamente, terminamos tan amigas, pero queda en el aire la sospecha de si en mi reclamación del mes pasado hablé con un empleado de la operadora o con un señor que pasaba por allí. 
     

1/2/13

Alberto Álvarez de Cienfuegos


Hace años, en una conferencia impartida por el poeta Luis García Montero en la que había hablado de la poesía en Granada, al llegar al coloquio final le pregunté si ciertos poetas granadinos que casi podríamos situar en la Generación del 98, a caballo entre el siglo XIX y el XX, habían sido tan malos como para merecer el olvido y el desconocimiento actual.  Ante esto, García Montero tuvo una respuesta que me gustó, sobre todo viniendo de un Premio Nacional de Poesía. Dijo aproximadamente: Los poetas del siglo XX hemos tenido la desgracia de coincidir en el tiempo con García Lorca y, ante él, los demás pasaremos a la historia de la poesía solo como una nota a pie de página.
Pues bien, yo quisiera traer aquí algo más que una nota sobre esos poetas casi olvidados, cuyos nombres quizá vemos en el rótulo de una calle, pero que si preguntáramos a los vecinos no muchos sabrían quien era el poeta que le dio nombre. Me voy a centrar concretamente en dos: Alberto Álvarez de Cienfuegos  y Manuel de Góngora y Ayustante. Y de ellos, hoy solo el primero, dejando a Góngora para otra ocasión. 
Alberto Álvarez de Cienfuegos (1885-1957) nace accidentalmente en la provincia de Jaén, ya que pertenece a una conocida familia granadina que se encontraba allí desplazada a causa de una epidemia de peste en Granada durante el verano de 1885.  Estudia en el colegio granadino de los Padres Escolapios y posteriormente en la Facultad de Derecho aunque  no llegó a ejercer su licenciatura porque a partir de ahí su vocación por las letras se impuso, iniciando sus publicaciones tanto en revistas y periódicos locales como La Alhambra, Reflejos, El Defensor de Granada o El Noticiero Granadino, como en otras nacionales, La Esfera y Blanco y Negro entre ellas. 
Publica su primer libro en 1910, un poemario llamado Andantes, al que le siguen Generalife (1916), Los dos alcázares. Alhambra y Generalife (1916), Lirismo andaluz (1925) y  La Vega, la Ciudad y la Sierra (1930)
Además de la poesía se dedicó también al teatro poético, estrenando los dramas en verso Ayer, frente al mar… Una mujer y un cantar y Esperándola del cielo, que se estrenó en Granada en 1920 y está inspirada en la leyenda de la Casa de Castril. Escribió también libretos de zarzuela como La reina del Barrio Chino (1924), La venganza del amor (1927),  La corte del Rey Tati (1936) y por último, poco antes del Alzamiento estrena en Madrid el poema dramático Martinete.
Pasa la guerra en Madrid debido a sus ideas progresistas y republicanas y al terminar vuelve a Granada, pero ya con poca actividad literaria, a excepción de su trabajo como director de producción en tres películas: Obsesión, La manigua sin Dios y Tres huchas para Oriente. En los últimos años de su vida se traslada a Puertollano (Ciudad Real), a casa de su hija, donde fallece en 1957
Nota: Para esta reseña biográfica me he basado en el texto de la profesora Amelina Correa escrito para la Academia de las Buenas Letras de Granada.

Estos poetas solían escribir poemas muy largos, por lo que voy a copiar aquí una muestra de los que he encontrado más cortos, que no son los que más me gustan pero sí los que se acomodan mejor a este espacio y confío en que con ellos podáis tener idea de cómo es su poesía.



LA TORRE DE LA VELA
Fue fortaleza inexpugnable un día
y luego mirador de tal belleza,
que, siendo sin rival la fortaleza,
rival tampoco el mirador tenía.
Entonces era torre que se erguía
retando al invasor con su firmeza.
Es hoy balcón de la naturaleza
y el lago inmenso del paisaje espía.
Los árboles del bosque la aprisionan.
Los oros del crepúsculo coronan
su espadaña, tiñéndola de grana.
Y cuando queda la ciudad dormida,   
la arrulla entre las frondas escondida
la metálica voz de su campana.
(De La Vega, la Ciudad y la Sierra)

A UNA MUERTA
Ante el sepulcro en que tu cuerpo yace,
mi planta temerosa se detiene,
mientras mi mano trémula deshace
líricas flores que a ofrendarte viene.
El tesoro sin fin de tu cariño,
sobre mí derramaste sin medida.
Para ti he sido, siempre, incauto niño
cuyos pasos guiabas por la vida.
Más bienes de tu amor he recibido,
que lágrimas mis ojos han vertido
llorando la amargura de perderte…
¡Y eras tan buena, me quisiste tanto,
que pienso que en las puertas de la muerte
solo te hizo llorar mi propio llanto
!
(De Generalife)

NOCTURNO INTERIOR
(Fragmento)

Sendero de plata,
camino de ensueño
que marcas un surco
de paz en el huerto,
junto a tus rosales
y a tus jazmineros
trocose su llanto 
dulzura de besos.
Nos diste reposo, 
nos diste silencio,
y por tus arenas
de luna y de incienso,
vagamos perdidos
en alas de un vértigo. 
Tú fuiste testigo
de aquel amor nuestro,
de aquella ventura,
de aquel sentimiento
bendito, que era
más dulce y más tierno
que el fruto que pican
los pájaros nuevos.
¿Te acuerdas camino,
camino de ensueño
que marcas un surco
de paz en el huerto? 
(De La Vega, la Ciudad y la Sierra)