28/9/16

El desafío





     Allá por mi prehistoria, cuando tenía 14 o 15 años, se me metió entre ceja y ceja subir a la Alhambra sola, de noche y en invierno. No a la Alhambra en sí, que estaría cerrada a esas horas, sino al bosque por el que se pasa para llegar. Era algo así como una aventura, un desafío para mí misma y estuve pensándolo un tiempo hasta que encontré el momento adecuado. Dije en mi casa que me quedaba en el colegio hasta más tarde para preparar una función y a las 7:30,  cuando salíamos, (atención al dato enseñantes y padres actuales), con mi uniforme negro de cuello blanco, mi abriguito negro encima, calcetines altos y zapatos “Gorila”,  salgo corriendo hacía la Cuesta de Gomérez. Subo la cuesta, Puerta de las Granadas, paseo central, giro a la izquierda y me encuentro ante el Pilar de Carlos V. Allí me siento en el poyete y disfruto casi en completa oscuridad de haber conseguido mi objetivo. Pero hete aquí (entonces los libros decían eso, no os extrañéis) repito, hete aquí que aparece un guarda y se me queda mirando a la entrada del pilar, no se acerca, pero sigue sin quitarme ojo y, como la aventura había culminado satisfactoriamente, veo que ha llegado el momento de hacer mutis por el foro y me voy escapada cuesta abajo.

     Aventurera que era una en aquellos tiempos. Aventurera y romántica, que el paseo tenía más de eso que de otra cosa. 

18/9/16

El espejo y la Alhambra Especial





     Hoy me he mirado al espejo y me he visto vieja. Más que ayer, que anteayer, que la semana pasada. He visto las comisuras de mis labios hacia abajo, la seriedad en mis ojos, la tristeza en mis ojos, la soledad en mis ojos. Pero también la aceptación en mis ojos que han visto ya muchos adioses, muchas pérdidas, muchas soledades y muchos silencios. 

     Luego me ido al frigorífico, he sacado cuatro botellas de cerveza Alhambra Especial de tercio, las he abierto y las he ido tirando una a una por el fregadero. Despacio, mirando como la espuma se iba por el desagüe. Y he metido los envases en la bolsa del cristal para reciclar. 

     ¿Qué tienen que ver las Alhambra Especial con el espejo? Nada de particular, son cosas de vieja nada más. Así que no me hagáis caso y pasad de largo por esta entrada, que hoy tampoco va a tener comentarios.

8/9/16

Las víctimas de la guerra




Fotografía en IDEAL de Ramón L. Pérez

     Por hablar seriamente en el mes de julio de aquella tragedia en forma de guerra fratricida que asoló nuestro país, hemos pasado por alto la otra guerra mucho menos cruenta que se desarrolla en nuestras costas verano tras verano. Menos trágica, nada cruenta, pero que también deja sus víctimas. 

     Y estoy hablando de la ya conocida Guerra de las Sombrillas, este año con algunas novedades, ya que, en vez de requisarlas, el Ayuntamiento de Almuñécar se ha limitado a precintarlas a modo de advertencia. Sí, habéis leído bien, precintarlas. ¿Qué como se precinta una sombrilla? No me preguntéis porque no lo he visto, pero en este sur tenemos mucha imaginación y, como ya sabéis que todo es posible en Granada, y Almuñécar está dentro de la provincia, seguro que han inventado un método efectivo que probablemente se patentará en años venideros. 

     Quedamos entonces en que la sombrilla, abandonada en la playa a horas tempranas para coger sitio, se precinta como aviso de que después llegará su retirada y con ella una multa de 30 eurillos, que no son ninguna tontería en estos tiempos de crisis. Y, claro, el personal no está por la labor y decide que alguien se tiene que quedar guardando la sombrilla, pero resulta que la madre de familia tiene que hacer la compra y preparar la comida, el padre de familia ir a por el periódico y los churros, los niños están durmiendo a esas horas y, ¿quién queda?  Pues el abuelo/a que llevaron a la playa por la sencilla razón de que no había con quien dejarlo/a y, mira por donde, va a servir para algo. Así que a bajar al ser de día la sombrilla, el abuelo/a y un sillón para sentarlo/a, pues si lo sientan en la arena luego no hay quien lo levante. Y allí tenemos al abuelo/a dando cabezadas frente al mar, horas y horas sentado en un sillón que se le clava en salva sea la parte, achicharrado/a con el resol y acordándose de lo a gusto que estaría  en el apartamento viendo la tele. O en su casa de Graná con los colegas de banco. Que esa es otra.