28/3/09

Políticos


De un artículo de José G. Ladrón de Guevara en IDEAL, copio este párrafo que me parece divertido.

Ya digo que estamos en las últimas. Con razón decía recientemente el parlamentario granadino Manuel Pezzi, a propósito de la autovía de Motril -¿a que les suena?- que “las cosas terminan cuando están acabadas”(sic) O sea, que mientras no se acaban no se terminan. O lo que es igual, que finalizan cuando se han terminado. Y hasta que no se acaban no puede decirse que se hayan acabado. En definitiva, que los políticos no pueden aventurar la finalización de una obra hasta que esta, y no otra, se haya terminado definitivamente. Pues claro que sí. Lógico. Pura filosofía cartesiana. No tenemos arreglo. ¡Socorro!

19/3/09

El búcaro




Prólogo

Mi padre perdió a su madre cuando contaba sólo con 14 años, aunque mucho antes de eso ya lo habían llevado a vivir con su abuela, por lo que poco pudo disfrutar de ella. Poco después de su muerte, su padre se casó por segunda vez y fundó otra familia.

Capítulo primero

A mediados de los 50 murió mi abuelo y llegó a mi casa su biblioteca y parte de sus muebles y enseres, entre ellos un pequeño búcaro de porcelana, sin gran valor, que fue a parar a lo alto de una repisa, en el rincón más oscuro de la planta superior.

Capítulo segundo

En 1974, nos mudamos a un piso cerca de la casa antigua, en donde quedó todo lo que no cabía en él. Entre los muebles que dejamos, la repisa con lo que contenía.

Capítulo tercero

En los dos años que siguieron hasta que vendimos la casa, yo la echaba de menos y, de vez en cuando y sin decir nada a nadie, cogía la llave para deambular por las habitaciones en las que transcurrió mi infancia y juventud. En una de esas ocasiones, reparé en aquel pequeño búcaro, solitario y empolvado en la repisa. Lo bajé, me lo llevé conmigo, lo lavé delicadamente y lo coloqué en mi dormitorio. Por las noches lo miraba desde mi cama y notaba que le faltaba algo, que estaba incompleto. Hasta que un día me vino a los ojos la imagen de unas flores de tela moradas y con estambres amarillos. Por entonces, era el boom de las flores de plástico y resultaba difícil encontrar flores de tela. Recorrí la ciudad durante largo tiempo, pero nada de lo que veía se aproximaba a lo que había imaginado. Por fin, un día di con un pequeño establecimiento en donde fabricaban flores de tela para tocados de novia y trajes de gitana. Entré y les dije:

- Quiero esas flores pero en morado.

- Señora, eso no “pega”. Esas flores nunca se hacen en ese color.

- Pues yo las quiero así. ¿Me las pueden hacer?

- Si se empeña…

Me las confeccionaron, las coloqué en el búcaro y llamé a mi padre.

- Mira lo que he puesto aquí.

Vi como se ponía pálido y se sentaba en el borde de mi cama. Y me dijo:

- Ese búcaro con esas mismas flores lo veía en el dormitorio de mi madre cuando me llevaban a visitarla. Acabo de recordarlo ahora.

Muchos años y muchas vidas después, la nieta, que no la conoció pero que lleva su nombre, había reproducido las mismas flores que puso en su dormitorio aquella pobre mujer, muerta tan joven.

Epílogo

Han pasado 33 años, las flores están viejas y estropeadas, pero no me atrevo a cambiarlas. Si lo hago, tendrá que ser por otras exactamente iguales.

A mi abuela, en el día de su santo.

14/3/09

La Alhambra, de cine

Steven Spielberg visita la Alhambra durante su estancia en la provincia para buscar los escenarios de la tercera parte de las aventuras de Indiana Jones. 24/03/1988 Foto: González Molero.


La Alhambra y el cine tienen muchos puntos en común. Entre ellos la fragilidad, el uso de la luz y la escenografía. Todos estos aspectos y cientos de detalles sorprendentes pueden comprobarse en el primer ciclo de cine que tiene a la Alhambra como protagonista, y que comienza este viernes en la Filmoteca de Andalucía con la proyección de 'El Dorado', un clásico del cine mudo francés, dirigido por Marcel L'Herbier en 1921, y fotografiado por el gran Luois Delluc, padre del impresionismo fílmico. Acompañará las imágenes la música en directo del cuarteto EntreCuerdas.

Brígida Gallego-Coín en IDEAL

6/3/09

Marchas fúnebres



Antes, cuando un amigo fallecía, su nombre quedaba en nuestra agenda o listín telefónico durante largo tiempo, pues no era cosa de estar cambiando de agenda cada vez que se producía una baja. Y como era bastante fastidioso volver a copiarlo todo, las agendas duraban y duraban, y se podía dar el caso de que abrieras por la F y te encontraras a Fulano que se murió hace 5 años. O en la M a Menganita, que ya no está por estos lares desde hace más de 20. Pero, gracias a eso, los recordabas. Decías: Era simpático este hombre. O: Pero que mala… sombra tenía Menganita.

Ahora, con las agendas en los teléfonos y las direcciones en el ordenador, si se muere alguien, le damos a suprimir…. y desaparece. Como si nunca hubiera existido, como si jamás hubiera sido parte de nuestra vida.