26/10/12

Niveles


Se habla mucho de los niños nativos digitales, que nos dan cien vueltas en el manejo de un ordenador sin haberlo tenido que aprender, pero yo creo que, además de esa brecha, hay muchas más entre unas edades y otras, distintos niveles en los que nos situamos en el manejo de la informática y las redes sociales.

Y digo esto porque últimamente estoy sosteniendo unas breves “charlas” nocturnas en el chat de Facebook con un amigo al que le llevo exactamente 20 años. Y se notan, vaya si se notan. La diferencia que no he notado en un blog o en los comentarios de Flickr la noto en el chat. Empezando porque no termino de enterarme de cómo funciona ese engendro de Mark Zuckerberg, asunto sobre el que debemos correr un tupido velo porque es otra historia. Estamos en el chat, ese sitio en donde escribimos a toda prisa destrozando el idioma y tensando nuestra espalda, donde ternura se convierte en ternera, el artículo puede ser que “caiga” detrás del sustantivo y los verbos tengan declinaciones surrealistas. Ese sitio en donde nos convertimos en seres de una sola frase, entrecortada, además, o escrita en dos tiempos, donde una idea se evapora arrollada por la siguiente. Y ahí, en esa parodia de lo que es una conversación entre dos seres humanos, esta representante de la tercera edad se estrella estrepitosamente, ya que mi interlocutor (veinte años más joven, repito) es infinitamente más rápido, se equivoca menos y es capaz de estar en varios sitios a la vez, de tal forma que, mientras yo escribo media docena de palabras en el chat, él se pasea por toda la Red. Sin embargo yo, cuando me dice que vaya a otro sitio a ver algo me hago un lío con tanta ventana, se me pierde la ventanita minúscula del chat y ya no se ni donde estoy.


Como decía aquel: siempre habrá clases.

19/10/12

19 de octubre


Cuatro años desde que nació este blog y cinco de aquella madrugada en que se nos fue el Profe Portillo. Pero su palabra queda y nos sigue hablando a favor de la mujer, como siempre.
  



senior citizen dijo...

Pues si esto ocurre con los hombres jóvenes, ni te imaginas lo que pasa con los mayores. Esos que creen que a la mujer hay que rendirla como a una fortaleza, y que si dice no es para hacerse valer, para terminar diciendo sí cuando insista lo suficiente.
1:11 a.m.

Nia dijo...
estoy absolutamente convencida de que una razón de que los hombres, sobre todo los jóvenes, no entiendan que No es que No, se debe a que los han criado en un sistema en el que "No" significa "sigue insistiendo". Cada vez que en el supermercado veo a una madre decir "no te doy un helado/ no/ no/ no/ toma", me echo a temblar.
9:37 a.m.

Prof. Portillo dijo...

No si lo de hacer una conquista que se decía antes tenía unas connotaciones de las que parece que no nos libramos: terreno, posesión, derecho de apropiación, metáfora bélica/violenta, la resistencia hace más atractivo/valioso el trofeo...

Y, claro, si le adjuntamos la educación blandita del esto no puede ser, bueno, ya veremos, vale, si te pones así, bien tómalo ya... un desastre.

Para contrarrestar un poco todo esto habrá que insistir mucho en las personas, en sus derechos y deberes y en que todos y todas somos personas con derecho a decidir y deber de respetar a otras personas.

12/10/12

Migraciones


A la atención de Doña Cristina Fernández, presidenta de ese hermoso país llamado Argentina.

Muy señora mía.

Le escribo desde Granada, una pequeña ciudad al sur del norte que usted no quiso ver cuando recaló aquí en su viaje y no salió de su habitación, aunque, eso sí, obligó al hotel a instalarle una sauna para unas horas.

El motivo de la presente es que me han llegado sus palabras de que los que bajaron de los barcos hace poco más de 100 años lo hicieron muertos de hambre y la primera duda que me asalta es si incluye a sus antepasados entre esos hambrientos, pues su apellido es de lo más español y el adoptado bien europeo. Pero dejando aparte este detalle, me voy a centrar en esos muertos de hambre de los que usted habla, los gallegos en cuanto a mí me atañe como ciudadana de un país pobre que ha emigrado siempre. Pero, ¿sabe que le digo? Pues que la emigración es buena para el país que emigra y para el que recibe los inmigrantes, que con ella hay intercambio de culturas y enriquecimiento por ambas partes. Como han dicho mejores plumas que la mía en su propio país, esos hambrientos que llegaron crearon con su trabajo un país rico y próspero (que, por cierto, no es el que usted va a dejar cuando algún día se vaya), esos muertos de hambre crearon la clase media que sostiene en pie todos los países del mundo.

Pero como desconozco las interioridades de su país y los emigrantes de hace cien años están ya muy lejos, voy a centrarme más en esos europeos que llegaron posteriormente buscando el pan o huyendo de guerras y persecuciones, y, concretamente, en los españoles que se exiliaron allá perseguidos por la dictadura. ¿Ha oído hablar de Rafael Alberti, Francisco Ayala o Rosa Chacel? ¿Conoce la música de un tal Falla que murió en
Altagracia? Allí llegó desde Granada para no convivir con los que habían matado a sus amigos y los granadinos supimos que nuestro músico fue bien recibido y que allí vivió contento, aunque añorando su Carmen de la Antequeruela. ¿Realmente piensa que estos muertos de hambre no aportaron nada a su país, que solo se beneficiaron de él?

Seguimos avanzando en el tiempo y llegamos a años recientes, cuando la dictadura de los militares, el corralito y otros desmanes de políticos como usted también empujaron a sus paisanos a emigrar y, entonces, fueron los argentinos los que cruzaron el mar quizá no muy sobrados de bienes. Por si no lo sabe, Andalucía es pobre y Granada mucho más, pero aquí llegó la familia Neuman procedente de Buenos Aires, nos dieron su música en la Orquesta Ciudad de Granada y nos han dejado a un escritor, Andrés Neuman, del que los granadinos estamos orgullosos. De la Córdoba de allá llegó también Tato Rébora, que creó un local referente de la cultura granadina y un festival de tango que va a cumplir 25 años. Y de otros puntos de Argentina llegaron gentes anónimas cuyo acento se advierte en tiendas, autobuses y espectáculos. Están aquí, han aportado a Granada su trabajo y su cultura y Granada los ha hecho suyos sin preguntarles como llegaron, de que hambre venían o qué les empujó a emigrar.
 
Resumo, señora presidenta, pues quizá tenga cita con la “esteticién”. La emigración puede ser una necesidad, pero es buena para los países, enriquece y crea personas mestizas en lo racial y lo cultural. Le cuento un detalle que quizá no sepa. Nosotros tenemos desde hace unos años la inmigración africana, multitud de marroquís y subsaharianos que en estos tiempos pasados de prosperidad han hecho los trabajos que rechazaban los españoles, pues ellos sí que venían del hambre. Ahora, con la crisis y la falta de trabajo, son un problema, pero ¿sabe que le digo? Pues que yo creo que cuando pasen los años Granada, la ciudad de las tres culturas, añadirá a la cristiana, la árabe y la judía, otra cultura más: la africana. Y a mí me parece muy bien, que quiere que le diga. Hay ya por ahí niños morenitos que en el futuro nos pueden dar muchas satisfacciones.

Agradeciendo su atención se despide amablemente la que firma más abajo.


5/10/12

Sola en la playa o el dinero no da la felicidad



Hace muchos años, en una playa de nuestra costa, conocí a una chica que me llamó la atención desde el principio. No tendría muchos más de 20 años y estaba allí sola, el apartamento era suyo y en el buzón de correos no aparecía más que su nombre. Como yo también iba sola a la piscina, un día entablamos conversación y me contó que acababa de terminar la carrera y su padre le había regalado ese apartamento como premio, y allí estaba esperando a septiembre en que iría a ampliar estudios a otra ciudad. Hicimos algo de amistad y en nuestras conversaciones salió a relucir que yo conocía a una tía suya en Granada, por lo que a mi vuelta, pude enterarme por ella de la historia de esta chica.

Había perdido a su madre de niña y su padre se volvió a casar formando otra familia en la que, al parecer, no había sitio para ella, por lo que el padre la compensaba con dinero. Colegios en el extranjero, luego universidades distantes y,  en los veranos y las vacaciones, curso tras curso de idiomas también en el extranjero. Y, como remate, ese apartamento para que ya tuviera siempre donde vivir si algún resquicio le quedaba entre curso y curso.

No he vuelto a verla y hace ya muchos años que murió su tía, pero muchas veces a lo largo de mi vida me he acordado de ella y he deseado que encontrara alguien con quien compartir su vida, alguien que borrara de sus ojos y de su sonrisa la soledad que se veía a distancia.