21/11/15

Malditos espejos






     Una amiga que ya no está, decía que cuando se miraba al espejo se preguntaba:

     - ¿Qué hago yo ahí con la cara de mi padre? 

     Pues eso es lo que nos ocurre cuando pasan los años y no nos reconocemos en los espejos ni en las fotos. En nuestro interior somos las mismas (o los mismos), pensamos igual, sentimos igual, sufrimos de la misma forma que hemos sufrido siempre y nos alegramos con las mismas cosas, pero sin embargo, todo en nuestro exterior ha cambiado.
     En una ocasión, volví a ver a un antiguo amigo después de muchos años. Nos habíamos separado muy jóvenes y el reencuentro fue casi por sorpresa. Estábamos en una habitación grande, separados por muchas personas y yo lo reconocí inmediatamente porque no había dejado de ver fotos suyas en periódicos y televisión, pero él no había vuelto a verme a mí. Nos miramos fijamente a través de la gente y supe que me había reconocido. Cuando, un poco más tarde, ya pudimos hablar, le pregunté cómo había podido reconocerme después de tanto tiempo y tantos cambios y me contestó:
     
    - Por la mirada. Sigues mirando de la misma inconfundible forma

     Yo, en un principio, me sentí halagada por sus palabras, pero después pensé: ¿Eso es todo lo que queda?

18 comentarios:

  1. No cambiamos del todo; evolucionamos, pero quedan las marcas fundamentales; también aquellas que, como marcas genéticas hemos heredado de nuestros padres, a quienes antes creímos que no nos parecíamos.

    Besos.

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    1. Pero en eso también se cambia, pues a mí de niña decían que me parecía a mi padre y ahora dicen que a mi madre.

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  2. Se puede tirar del tópico y decir aquello de que los ojos son el espejo del alma, y que ella -para quién crea que esas cosas- es la única que no cambia. Para mi que puede ir por ahí, y tener que ver con nuestro caracter, con la forma de ser que tiene cada uno y que queda reflejada en la mirada.

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    1. Si me permites que me salga la vena teológica, en el alma -según la Biblia- creemos todos, pues para ella la persona es un todo, con una parte que se ve y otra que no se ve. Fue Pablo de Tarso el que estropeó el invento introduciendo la filosofía griega y ese concepto al que nos agarramos hasta en los refranes.

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  3. Creo que no solamente queda la mirada, ciertos rasgos son indelebles en la persona y aunque con más arrugas, siempre nos recuerdan a alguien por un gesto, en ocasiones por la forma de hablar si escuchamos una conversación. Pienso que casi de manera imperceptible si que vamos cambiando en la forma de pensar, la manera de ver las cosas... con los años nos vamos volviendo más cascarrabias.

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    1. Pues en eso de ser más cascarrabias no estoy de acuerdo, pues yo creo que con los años nos volvemos más transigentes, más tolerantes, nos sublevamos menos por cualquier cosa. Es lo que decía Cocha Lagos:

      Vamos diciendo “bueno” a tantas cosas
      que nos hubieran puesto en pie de guerra
      .

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  4. Razón llevas en que mientras en nuestro interior somos prácticamente los mismos, en el exterior los cambios que se producen con el paso del tiempo a veces son demoledores. Pueden quedar algunos rasgos reconocibles pero las arrugas van desdibujando el rostro hasta casi convertirlo en otro diferente. Quizás los ojos son lo que menos cambie y no me refiero a su forma que las arrugas también los desfiguran, me refiero a la intensidad y fuerza de la mirada, no hay que olvidar que hay mucha gente que habla más con los ojos que con la boca e incluso a veces los ojos desmienten las palabras que la boca está pronunciando.
    ¿Y te parece poco que quede sólo la mirada? Al fin y al cabo se puede decir que la mirada es uno, pues ahí está la esencia de la persona.

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    1. Sí, pero resulta demoledor cuando alguien no te reconoce, cuando alguien te dice que no te pareces nada a la persona que conoció, como me ha ocurrido a mí hace poco con una amiga que hacía 30 años que no veía. Quizá ella nunca me miró a los ojos… o quizá es que ya no queda ni eso.

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    2. El cómo es lo de menos, cuenta el que te reconozcan, y cuentan los que te reconozcan, como a Ulises, el perro, su aya, el porquero...
      Un abrazo.

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    3. Eso es lo malo, que no te reconocen. Ni tú a ellos... por otra parte.

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  5. Te reconocen por la mirada, por los gestos o por la forma de caminar, porque después de tantos años el envoltorio ha cambiado. Nos gustaría conservarnos jóvenes, pero sin perder la experiencia. Es inevitable, al menos en el mundo de hoy, hasta que se descubra el elixir de la eterna juventud. Yo creo que el hecho de que reconociera después de tanto tiempo, ya significa mucho.

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    1. Lo que nos gustaría es no cambiar tanto. Hay personas que no cambian, que van envejeciendo, pero siguen siendo reconocibles. Los animales no cambian, un perro o un gato son iguales de adultos que cuando mueren de viejos.

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  6. Por lo menos nos queda la mirada. Recuerdo la época en la que trabajé en una residencia de ancianos y recuerdo las miradas de personas con párkinson, alzheimer y esas cosas, miedo, vació... Está bien que nos reconozcan por la mirada.

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    1. En eso tienes mucha razón y aquí estuvimos varios que, por desgracia, lo sabíamos.

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  7. Una mirada vacía. Eso sí que es triste.

    Lo demás, pues.. bueno... vamos cambiando. Pero la esencia permanece.

    Saludos.

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    1. A ti todavía no te ha llegado el cambio. Espérate a que te veas en las fotos y digas: ¿ese tío quien es?

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  8. El tiempo nunca pasa en vano; el cuerpo y la mente están marcados con sus huellas irremediables. Llega un momento en que las piernas ya no acompañan la voluntad de la mente para marchar a paso ligero, como me decía un día un abuelo, asegurando que, cuando fue consciente de ello supo que era viejo.

    Los parecidos, de no ser muy pronunciados, pecan de subjetividad; son los gestos más que los trazos del rostro, los que se asemejan.
    De todas maneras, el tiempo es experiencia -para quien sabe reconocerla-.

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    1. Las piernas y el corazón, que es el que mueve las piernas. Cuando empiezas a notar que ciertas calles están en cuesta... malo.

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