En 1929 Elena Fortún publica unos relatos en la revista Blanco y Negro, reunidos luego en un volumen con el nombre de Celia, lo que dice, e iniciando así una larga serie de libros con esta niña de protagonista
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Cuando este primer libro llega a mis manos yo tenía 7 años, la misma edad que Celia, y fue una de mis primeras lecturas. Aun conserva párrafos acotados por mi profesora Matilde para que practicara redacción y signos ortográficos, para “analizar” sujeto, verbo y predicado.
Con Celia en el colegio yo voy también al colegio, con Celia en el mundo me abro al exterior y con Celia novelista comienza a gustarme escribir. Llegan más libros y conozco a su hermano Cuchifritín, sus primas Matonkiki y las gemelas Miss Fly y Pili. Pero pronto Celia empieza a crecer más rápidamente que yo y cuando muere su madre y se convierte en Celia madrecita, yo aun soy una niña que llora amargamente la desgracia de su amiga predilecta.
Pero esa desgracia no había venido sola, pues el padre se arruina y toda la familia emigra a Argentina en busca de un porvenir. Allí Celia, con 19 años, encuentra un trabajo en la estancia El Jacarandá de La Pampa como institutriz de dos niñas medio indias, sobrinas de un acaudalado médico. Sus nombres –Yunga y Beba- me parecieron entonces exóticos, aunque luego he sabido que yunga es una planta y beba se le llama a cualquier niña.
Aquella enorme casa, el jardín lleno de ruidos nocturnos, la naturaleza indómita que la rodea, la diversidad de razas en el servicio y las extrañas –para mí- costumbres poblaron mi imaginación durante largas horas de lectura. Me familiaricé con el vos y el imperativo decí, supe que un colectivo era un autobús y que se podía anteponer el don a un apellido….
Como era de esperar Celia se enamora de aquel doctor un tanto misterioso y este le propone matrimonio en una “tarde rosa”, pero muere de accidente en una “noche negra”. Llena de dolor vuelve con su padre y hermanas a La Plata, encuentra otro trabajo con un matrimonio inglés en las cercanías de Salta –una ciudad empedrada y limpia como toda la república, blanca, plácida y silenciosa como el patio de un convento- con el que viaja hasta Bolivia y termina residiendo en Buenos Aires de nuevo con su familia.
Aquí prácticamente termina la historia de Celia Gálvez, pues el siguiente libro –Celia se casa- ya está narrado por su hermana Mila, la que nació al morir su madre.
Y ahora empieza la mía. Para escribir este post he sacado de su estante Celia institutriz en América con intención de darle un repaso, pero el relato me ha enganchado hasta pasarme con él la mañana del domingo. He recobrado a Celia, pero con una dimensión distinta. Mi contacto virtual con amigos de allá ha hecho que todo me resulte más cercano y conocido, ya no me son extrañas las costumbres, ni los nombres, ni los paisajes, ya son tan míos como lo fueron de ella.
El gran Paraná, Buenos Aires, Salta, Jujuy, La Plata, Córdoba, La Pampa… nombres de ayer y de ahora, un libro amarillento, correos que van y vienen, siestas de lectura en el viejo patio, noches sobre el ordenador, pasado y presente, realidad y sueño. Todo se mezcla y se entrecruza.
Nfer, Nirene, Sofocador y también Nat. Todos son Celia, todos se entroncan con mi niñez gracias a ella.
Me faltaba un pasado común y ya lo tengo.
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Cuando este primer libro llega a mis manos yo tenía 7 años, la misma edad que Celia, y fue una de mis primeras lecturas. Aun conserva párrafos acotados por mi profesora Matilde para que practicara redacción y signos ortográficos, para “analizar” sujeto, verbo y predicado.
Con Celia en el colegio yo voy también al colegio, con Celia en el mundo me abro al exterior y con Celia novelista comienza a gustarme escribir. Llegan más libros y conozco a su hermano Cuchifritín, sus primas Matonkiki y las gemelas Miss Fly y Pili. Pero pronto Celia empieza a crecer más rápidamente que yo y cuando muere su madre y se convierte en Celia madrecita, yo aun soy una niña que llora amargamente la desgracia de su amiga predilecta.
Pero esa desgracia no había venido sola, pues el padre se arruina y toda la familia emigra a Argentina en busca de un porvenir. Allí Celia, con 19 años, encuentra un trabajo en la estancia El Jacarandá de La Pampa como institutriz de dos niñas medio indias, sobrinas de un acaudalado médico. Sus nombres –Yunga y Beba- me parecieron entonces exóticos, aunque luego he sabido que yunga es una planta y beba se le llama a cualquier niña.
Aquella enorme casa, el jardín lleno de ruidos nocturnos, la naturaleza indómita que la rodea, la diversidad de razas en el servicio y las extrañas –para mí- costumbres poblaron mi imaginación durante largas horas de lectura. Me familiaricé con el vos y el imperativo decí, supe que un colectivo era un autobús y que se podía anteponer el don a un apellido….
Como era de esperar Celia se enamora de aquel doctor un tanto misterioso y este le propone matrimonio en una “tarde rosa”, pero muere de accidente en una “noche negra”. Llena de dolor vuelve con su padre y hermanas a La Plata, encuentra otro trabajo con un matrimonio inglés en las cercanías de Salta –una ciudad empedrada y limpia como toda la república, blanca, plácida y silenciosa como el patio de un convento- con el que viaja hasta Bolivia y termina residiendo en Buenos Aires de nuevo con su familia.
Aquí prácticamente termina la historia de Celia Gálvez, pues el siguiente libro –Celia se casa- ya está narrado por su hermana Mila, la que nació al morir su madre.
Y ahora empieza la mía. Para escribir este post he sacado de su estante Celia institutriz en América con intención de darle un repaso, pero el relato me ha enganchado hasta pasarme con él la mañana del domingo. He recobrado a Celia, pero con una dimensión distinta. Mi contacto virtual con amigos de allá ha hecho que todo me resulte más cercano y conocido, ya no me son extrañas las costumbres, ni los nombres, ni los paisajes, ya son tan míos como lo fueron de ella.
El gran Paraná, Buenos Aires, Salta, Jujuy, La Plata, Córdoba, La Pampa… nombres de ayer y de ahora, un libro amarillento, correos que van y vienen, siestas de lectura en el viejo patio, noches sobre el ordenador, pasado y presente, realidad y sueño. Todo se mezcla y se entrecruza.
Nfer, Nirene, Sofocador y también Nat. Todos son Celia, todos se entroncan con mi niñez gracias a ella.
Me faltaba un pasado común y ya lo tengo.
Tanto necesitamos de esas raíces (casi me atrevo a decir "rizomas"por cómo se entrecruzan), que el libro
ResponderEliminar"De Los Apeninos a Los Andes", leído y analizado muchas veces en el Colegio, parecía olvidado.
Buscando en la nete ¡encuentro que sólo estaba dormido! Le han rescatado, en cine, varias veces: en 1916, todavía en cine mudo; y más recientemente, como anime y como videojuego ("Metal Slug")
Hay cosas que no cambian.
Otras cambian, pero siguen siendo las mismas.
Rizomas comunes entonces...
ResponderEliminarRecorrer la estantería tiene mucho peligro. Uno acude en busca de un libro determinado y de pronto se topa con otro y ¡zas!... aparecen los recuerdos. Lo ojeamos un poquito y un párrafo, una palabra, una imagen o un personaje nos atrapa y volvemos a devorarlo como si fuera ayer.
ResponderEliminarEste no lo encontré por casualidad, ya que su estantería no la visito más que para limpiarle el polvo. Lo busqué adrede para el post, pensando que me bastaría con un repaso rápido para mirar algunos datos, pero me enganchó y lo leí entero... a los 60 años de hacerlo por primera vez.
ResponderEliminarEsto sí que es volver a las lecturas antiguas. Prehistóricas, diría yo.
Si, quizá prehistóricas, pero realistas y accesibles, no como esas historias puramente fantásticas (Harry Potter y Cia.)que los niños leen ahora y que sólo tienen de bueno inducir a algunos pocos a leer.
ResponderEliminarTan realistas, que pusieron los cimientos para el conocimiento de vuestro país que estoy adquiriendo ahora a través de vosotros.
ResponderEliminarCreo que el hecho de guardar y atesorar es un acto de amor. En la última reordenación de mi estudio, acogí en unas baldas que casi no se ven todos los libros infantiles de mis hijos. Creo que cuando me hagan abuelo agradecerán poder enseñarles y leerles a sus hijos lo mismo que les leía yo a ellos. Será una vuelta a las raíces comunes que mencionáis.
ResponderEliminarUn saludo,
Rigoletto
Siento desilusionarlo. Yo he ofrecido mis libros infantiles a sobrinos y resobrinos y no los han querido. Los niños ahora no quieren más que lo que está de moda y lo que leen sus amigos. Incluso el mismo texto tiene que estar con la encuadernación de ahora.
ResponderEliminarUn anécdota: Estos mismos libros de Celia se los di a una sobrina en la época en que emitían la serie por TV... y se limitó a leer los libros y los capítulos que había visto por la tele. El resto me los devolvió sin tocarlos.
Libros y relatos (fundamentales para aquella época) con los que los niños no sólo aprendieron, también se divirtieron. Y además -y como tú dices- os familiarizásteis con los gustos, giros idiomáticos y paisajes de ultramar.
ResponderEliminarEn mi época fueron los tebeos (ahora los llaman "cómics"; como si utilizar dicho anglicismo fuese de mayor importancia. Mera pedantería, según mi opinión).
Lo he puesto en más de una ocasión, pero yo crecí con los tebeos de Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, Carpanta, etc., y de ahí fuí adentrándome en otro tipo de lecturas.
Hace poco compré uno de estos tebeos en la feria del libro y a mi hija pequeña (de 9 años) le gustó, aunque sólo para un rato. Hasta que se acordó de la "nintendo" o de los juegos de muñecas del ordenador.
Por cierto, mi hija mayor se llama Celia.
También en la posguerra hubo tebeos. Recuerdo que mi padre me compraba todos los domingos cuatro: "Mis chicas", "Mis chicos", "Flechas y Pelayos" y "Maravillas". Un tebeo de niñas, otro de niños, otro -inevitable- de adoctrinamiento de la época, y el último que no recuerdo que orientación tenía. Creo que no había más en aquel momento, pues lo hubiera tenido también, ya que mi padre podía escatimar en otras cosas, pero no en lectura para mí. Y como verás, lectura variada y sin discriminaciones.
ResponderEliminarSaludos a Celia en nombre de esta otra Celia de otros tiempos. Es un bonito nombre que yo deseé entonces haber llevado.
Senior Citizen, ¿qué le pareció anoche lo de don Rafael Guillén?
ResponderEliminarRigoletto
Pues no estuve. Me ha debido confundir con alguien porque pasé toda la tarde en mi casa. Testigos virtuales hay...
ResponderEliminarTe he dicho lo que me gustó este pots.
ResponderEliminarLeí el relato que recuerda Nfer,en el libro Corazón, y aún recuerdo todas las lágrimas derramadas en las relecturas.
Me ha hecho pensar que es el momento de acercarlo a mi nieta mayor.
Aquí emitieron hace años en TV una serie de dibujos que se llamaba "Marco, de los Apeninos a los Andes" y que tuvo mucho éxito entre los niños. Lo que no se es si ahora a tu nieta le gustará, ya que los niños actuales extrañan el lenguaje en que están escritos estos libros clásicos.
ResponderEliminarPués hay que probar e insistir, que a veces los primeros sorprendidos son ellos.
ResponderEliminarComo cuando no comen algo porque es verde y resulta que cuando al fin logras que lo hagan, te largan un " -pero.... si me ha gustado, y eso que es verde!!"
Pues que haya suerte y a ver si lo consigues...
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarBienvenida, Terracista Vocacional.
ResponderEliminarEl libro seguramente sería "Cuchifritín, el hermano de Celia". ¿A que sí?. Y luego "Cuchifritín y sus primos", "Cuchifritín en casa de su abuelo" y "Cuchifritín y Paquito". Ya ves que te quedaron algunos por leer....
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAsí, a bote pronto, la que me viene a la memoria es la colección de "Antoñita la fantástica", que fueron también varios libros, aunque no tantos como los de Celia.
ResponderEliminarEn la editorial Aguilar estaban también los libros de la Condesa de Segur, pero eran muy ñoños incluso para aquella época y no nos gustaban.
Yo cuando salio la serie de television de celia aun era demasiado pequeña, pero poco despues salio una coleccion de con las peliculas y libros que compraron, empece con las peliculas que me veia una y otra vez y adoraba a Celia y las trastadas que hacía, pero hasta los 10 años o asi no empezó a interesarme la lectura(quiza si antes alguien me hubiera dicho que existian unos libros que contaban lo que pasaba despues de la serie de Celia, hubiera empezado a leer mucho antes). Empece a leer libros con Manolito Gafotas y luego con Harry Potter..y desde entonces no he dejado de leer, en una de esas encontre los libros de Celia que andaban perdidos por casa y los leí, entonces leí Celia Madrecita y descubrí que ella crecia..pero ahora me acabo de enterar que hay un libro Celia en la revolucion donde vive la guerra Civil, que acaba de institutriz en America y que se casa! pero ninguno de esos libros los tienen en las librerias, ojala pueda encontrarlos y leerlos algún dia. Asi que como ves no se puede generalizar en eso de que hoy en dia los niños ya no se interesan en los libros antiguos y solo leen harry potter y otras cosas por moda.
ResponderEliminarAnónimo/a: Los libros de Celia tal vez puedas encontrarlos en alguna biblioteca. No conozco ese de Celia en la revolución, pues no se publicó en la misma época que los otros por razones de proximidad con la Guerra Civil.
ResponderEliminarGracias por la visita y te deseo suerte en tu búsqueda.
Te felicito por este artículo no sólo por tu forma de escribirlo si no por el mensaje que conlleva. El amor a la lectura, lo mucho que de ella se puede aprender y los lazos de amistad que se pueden crear.
ResponderEliminarFantástico.
En este post ya hay ahora doble nostalgia: la que describe y la del momento en que fue publicado.
ResponderEliminarPersonalmente la colección de libros "Celia" me produce una nostalgia tremenda, puesto que mi hermana mayor y tras ella yo los devorábamos a todas horas. aún hoy cuando me topo con uno en la estantería y lo ojeo suelto carcajadas por la frescura que transmite Elena Fortún. En cuanto al libro de Celia en la revolución, fue editado por Aguilar en el año 1987, sin embargo está descatalogado, apenas quedan ejemplares en las bibliotecas públicas... en fin, es toda una hazaña dar con uno. Yo tuve la suerte de leer un ejemplar antes de que lo descatalogaran en una biblioteca pública y es altamente recomendable! El libro es un manuscrito sin corregir de 1943, así que es totalmente espontáneo, lleno de puntos suspensivos de esos que tanto le gustan a la autora.
ResponderEliminarBienvenida a este blog, Silvia. Como bien dices, estos son unos libros que no han envejecido por la frescura y la espontaneidad de su autora. Podrán quizá describir una época ya lejana, pero las travesuras que se les ocurren tanto a Celia como a su hermano Cuchifritín o a sus primas son de lo más divertido.
ResponderEliminarQué cosas. Mi madre si leyó los cuentos de Celia antes de la guerra y siempre nos hablaba de sus aventuras, pero nuestra generación no los conoció. Se ve que eran demasiado modernos para los años 50 o 60. Liego volvieron a editarlos y entonces mi herma mas pequeña si que los devoró con pasión, y no hace mucho tiempo me presto su ejemplar de Celia en la Revolución, que es el único de Celia que he leído. Intenté los otros, pero yo ya era demasiado mayor para esas chiquilladas. Ya me había pasado al lado inglés.
ResponderEliminarCada cual tiene su historia, ya mi me ha encantado conocer esta parte de la tuya.
Aunque "Celia institutriz" es del 44, "Celia se casa" es ya del 50 y fue el último que leí y que tengo, pues los que publicó después ya me cogerían con otros gustos. Si te lees lo que dice la Wikipedia, verás que en Elena Fortún había más de lo que nos decían en aquel momento.
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