Siendo yo adolescente, se despidió o se ausentó la asistenta cuando estábamos de pintores, dejándonos empantanados con pintura por todas partes. Como mi madre siempre estuvo delicada, me toco a mí la limpieza, a la que me dediqué en cuerpo y alma (más cuerpo que alma) durante varios días. Al terminar, mi padre quiso premiar mi trabajo con un regalo y ¿sabéis que me regaló? No dinero, ni ropa, ni una joya… me regaló UN LIBRO. Pero un libro que era una joya: las Obras Completas de García Lorca en la edición de Aguilar encuadernada en piel.
Con eso me estaba enseñando que lo mejor, lo más grande, lo más preciado que puede haber en este mundo es un libro. Han pasado muchos años y no he olvidado la lección.
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ResponderEliminarA mí aún me regala libros mi padre... no en ediciones caras, pero sí muchos cuando se los pido. :)
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Creo que fue un maravilloso regalo pues un libro en un buen amigo para toda la vida.
ResponderEliminarSaludos
estoyllenodedudas: Pues aprende la lección para cuando seas padre...
ResponderEliminarLeodegundia: Conmigo está desde entonces. Me lo leí en las siestas de ese verano, pero lo he repasado montones de veces después.
Muy buenas tus fotos del Corpus, alguna hasta con leyenda incluida, da gusto visitar tu galería de fotos en Flickr.
ResponderEliminarAl ver la foto de los cabezudos recordé que a cota de ellos yo paré una vez una procesión, eso si, fue en mi tierna infancia como cuento en uno de los artículos de mi blog, este: http://leodegundia.blogspot.com/2005/05/buscando-en-mi-memoria.html
Divertida la anécdota de los cabezudos que cuentas en tu blog. Aquí también golpean al público con las vejigas y algunos críos se asustan. Ha habido unos años en que los gamberros casi adultos respondían arrojando tomates y lo que se les ocurría y transformaban la procesión de la Pública en una batalla campal, pero parece que han podido terminar con eso últimamente y ha vuelto a ser pacífica.
ResponderEliminar.
ResponderEliminarSenior citizen: Teniendo en cuenta que no llego ni a novia, lo "cuando sea padre" se ve lejano.
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Muy linda anécdota!
ResponderEliminarA mi no me los podían comprar, pero me inculcaron el amor a la lectura y me enseñaron a hacer uso de las bibliotecas.
Mira lo que son las casualidades; ayer se festejaba aquí el Día del Libro
En el siguiete sitio encontrarás información http://www.me.gov.ar/efeme/15dejunio/
Mis padres me enviaron a un colegio de pago (creo que recordarás en que colegio), por buenas notas me concedieron media beca, en realidad fue casi total, ellos entonces no me podían dar mas. De joven con lo poquito que me daban, me compré la colección completa de Julio Verne, varios libros de aventuras, las fábulas de Samaniego... en la actualidad mis familiares me regalan libros de los que a mí me gustan, Isaac Asimov, Ken Follett, Harry Potter, Agatha Christie y alguno científico, la literatura siempre se me ha dado mal.
ResponderEliminarSaludos
No te confíes,estoyllenodedudas, que en cualquier momento la cigüeña puede aterrizar en tu tejado...
ResponderEliminarnirene: Mi infancia transcurrió en la posguerra y no estuvo tampoco muy sobrada, pero los libros nunca me faltaron.
ResponderEliminarunjubilado: ¡Que joven eres! Esas lecturas te colocan en plena adolescencia...
ResponderEliminar"Nunca conocí aflicción que una hora de buena lectura no me haya aliviado". (Montesquieu)
ResponderEliminarBien sabía actuar tu padre, ese regalo lo dice todo, no hace falta saber más.
ResponderEliminarYo he disfrutado regalándo libros a mis hijas, y ahora que ya tengo, a mis nietos, que aún casi no saben leer), pero ya valoran los libros.
Nfer: No estoy del todo de acuerdo con don Carlos, pues cuando hay aflicción dificilmente podemos concentrarnos en la lectura. Al menos yo.
ResponderEliminarErnesto: Los niños y los adolescentes suelen valorar algo por su precio o por el trabajo que cuesta obtenerlo. Por eso no soy muy favorable a la gratuidad de los libros de texto para quien puede pagarlos. A sus ojos es como quitarles importancia.
Siendo yo adolescente, suspendí un curso de bachillerato y mi padre me colocó de pintor de brocha gorda durante el verano en "premio" a tan brillante curso. No hubo libro de regalo, pero si ampollas en las manos y la imposibilidad de ver a aquella chica que me volvía loco.
ResponderEliminarA Lorca lo descubrí más tarde, cuando dejó de ser mero anecdotario en los libros de texto. ¡Cuánto le envidio!... Senior.
Yo era una niña asquerosamente aplicada que sacaba siempre matrícula de honor, pero nunca me premiaron por eso, ya que se consideraba mi obligación. Sin embargo, limpiar pintura parece que no entraba en mis obligaciones y de ahí el premio.
ResponderEliminarEn cuanto a tu actividad de pintor, en todos los trabajos se fuma... y se ven chicas. A no ser que pintaras en Silos.
Mi introducción a la lectura fue culpa de un libro que dejó mi padre a medio leer cuando murió. Yo apenas tenía cuatro años entonces y debo haberme esforzado en aprender a leer pues esa historia de la segunda guerra está entre mis primeros recuerdos.
ResponderEliminarAún conservo el libro, no es de la mejor literatura pero tengo mucho afecto por él.
Según decían mis padres, yo también leía con cuatro años. Sin embargo, no recuerdo ninguna lectura de aquella época.
ResponderEliminarLa tenía clara tu padre.
ResponderEliminarEs el mejor de los regalos. Los que amamos leer, sabemos de sus dones secretos.
Saludos
Mis padres leían ambos y aun conservo sus libros. Fueron un buen ejemplo.
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