Alguna vez me habéis leído quejarme de las celebraciones litúrgicas actuales, con un clero anciano y unos fieles que rondan también lo que se llamaba antes la edad provecta por no decir que estamos ya pasados de fecha como los yogures. Sin embargo, hace unos días me ocurrió algo que me hizo verlo desde otra perspectiva.
El Viernes Santo se me ocurrió ir a la celebración del Triduo Pascual correspondiente a ese día en una ermita muy pequeña y muy histórica, con casi ocho siglos contemplándonos desde sus muros y con un celebrante acorde con la vetustez del local. Como el pobre no estaba para mucho, se había buscado un matrimonio amigo para que le echara una mano en una liturgia que no es la habitual de una misa, pero la ceremonia se desarrolló de tal forma que terminamos ayudando todos, los 10 o 12 fieles que nos habíamos atrevido a desafiar el frío de siglos que, a pesar del calor de la calle, nos fue dejando helados a lo largo de la hora y media que duró aquello.
Si alguno conocéis la liturgia del Viernes Santo sabréis que se lee la Pasión más o menos representada, adjudicándole los papeles a los participantes, de forma que hay un lector que va narrando el evangelio, al sacerdote le corresponde el papel de Jesús y los fieles representan al resto de los personajes. Pues bien, antes de empezar el sacerdote quiso que ensayáramos y ahí ya empezaron los problemas, pues aunque el lector y los fieles nos sabíamos nuestros respectivos papeles al dedillo, el que fallaba era el principal actuante, el cura, que nunca sabía cuando le tocaba a él y salía de Poncio para meterse en Pilatos. ¿Desastre? Que va… Ahí estaba la señora de la primera fila para cogerle al cura el papel y decirle por donde iba, quizá con la intención de que empezáramos de una vez. Que es lo que hicimos, no sin antes acudir a la llamada del cura para quitar el mantel de la mesa de altar y dejarlo dobladito en la sacristía. O sea, más revoloteo de los presentes por el pequeño recinto.
Empieza la ceremonia, se reproducen los mismos problemas que en el ensayo, pero se solventan con la experiencia que el ensayo nos ha proporcionado y sin obedecer a la indicación del cura que quiere que cuando toca decir como pueblo judío: ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! lo hagamos con ira y energía, cosa que a este pueblo presente no le apetece nada y lo dice de forma desmayada y como disimulando, pues eso de hacer el papel de malo en la película no le gusta a nadie. Mal que bien termina la representación de la Pasión y todos intentamos volver a nuestro habitual y pasivo papel de fieles, cosa que no es posible esta tarde de viernes entre los muros de lo que fue un antiguo morabito, ya que el cura sigue errático, preguntándonos unas veces y, otras, explicándonos lo que va a hacer a continuación y, sobre todo, amenazando a cada momento con caerse del escalón del altar, lo que levanta un clamor unánime de ¡cuidado! entre los fieles y el auxilio presuroso del matrimonio ayudante.
Sigue la ceremonia un poco más tranquila, se leen las múltiples peticiones y por fin llega el momento de comulgar con las formas que se consagraron el día anterior y ahí llega de nuevo el revuelo de fieles de un lado para otro puesto que hay que volver a colocar el mantel en el altar, que no queda a gusto de una chica de la segunda fila, que sube a colocarlo mejor y no para hasta que no hay un milímetro más por un lado que por el otro. Olvidaba decir que antes de eso había sido la adoración de la cruz, cosa que tiene también sus problemas porque el crucifijo lleva una tela morada sobre él, que hay que ir destapando poco a poco, primero la cabeza, luego lo de un brazo y luego lo del otro, acompañado de genuflexiones de todos, un poco interrumpidas porque la tela se niega a dejarse quitar por el cura con una sola mano y alguien tiene que echarle la otra, lo que a estas alturas de la ceremonia ya es coser y cantar. Tras esto, pasamos a besar el crucifijo y después se coloca en el suelo apoyado en la mesa de altar, pero resulta que no se sostiene y la cruz amenaza con caerse, con nuevo ir y venir de fieles, que intentan conseguir que se sostenga para terminar dejándolo simplemente sobre las históricas losetas del santo suelo. Termina todo pidiendo al más alto de la concurrencia que cuelgue el crucifijo en su lugar, ya que ni el cura, ni el ayudante, ni la señora del ayudante, ni la de la primera fila, ni la chica arreglamanteles logran llegar a la alcayata. Comulgamos todos y damos por terminada una celebración de la muerte del Señor distendida, amable y hasta divertida. Y tierna, muy tierna, por ese cura anciano sin medios físicos, pero con una buena voluntad y un deseo irrefrenable de que todos viviéramos el sentido de aquella ceremonia, que quizá en otras iglesias se estaba celebrando de forma más ordenada y eficiente, pero seguro que más rutinaria y sin tanta participación.
Lo que cuentas del segundo día del Triduo Pascual, la adoración de la cruz, es ni más ni menos la decrepitud de la vida y la falta de vocaciones. Todo ello lleva a personas que ya no están en condiciones físicas y/o cognitivas para ejercer el sacerdocio a permanecer por falta de presbíteros que se hagan cargos de tantas feligresías mal atendidas o atendidas a medias por sacerdotes que ya no son jóvenes y tienen que ir de un pueblo a otro tratando de llegar a todos. En todo caso, creo que lo más importante para Dios es la buena predisposición de la gente al encuentro con él.
ResponderEliminarUn beso.
Hay que tener en cuenta que esta ermita no es parroquia, sino que depende de una cercana, de donde un sacerdote se desplaza el domingo para una sola misa temprana y luego vuelve a cerrar hasta el domingo siguiente. Así que si en estos días los sacerdotes de esa parroquia han estado más ocupados, quizá han tenido que recurrir a uno más que jubilado. De todas formas, debemos hacernos a la idea de que cada día habrá menos sacerdotes y los seglares asumiremos más funciones, lo cual no es malo, sino todo lo contrario.
EliminarNo hay duda de que quizás no fue una ceremonia convencional pero posiblemente fue de las mas emotivas por la participación de todos los presentes y que a ojos de Dios seguro fue de mucho agrado pues todos obrasteis poniendo el corazón.
ResponderEliminarEn cuanto a la ermita, después de recorrer tus fotografías, puedo decir que no sólo es interesante por su historia y por su antigüedad, sino por la belleza que tiene en su sencillez.
Algo tendrá cuando esa única misa del domingo se llena hasta la puerta, a pesar de estar entre dos parroquias muy cercanas.
EliminarLa ermita me agrada por su sencillez -excelentes guías apreciativas esas fotos y videos que has hecho-; artísticamente muy original, con esa trasera exterior que poco se diferencia de una casa de campo pequeña y esa puerta de entrada de estilos mezclados que invita a contemplar lo que se halla tras ella..
ResponderEliminarDe lo sucedido en el interior, que con tanta agilidad explicas, reconozco mi sorpresa; desconozco esos avatares eclesiásticos, que jamás he contemplado, pero entreveo esa satisfacción personal tuya por los inapreciables momentos vividos y, aún sin compartir una celebración que se escapa a mi entendimiento, me parece fantástico. Por ti.
Lo que es fantástico es que, cuando en estas celebraciones tantas veces se nos va "el santo al cielo", en este caso no cabía ni un minuto de distracción por como iban sucediendo las cosas y por lo íntimo que resultaba todo. Creo que, al final, los pocos que estábamos allí nos despedimos como si nos conociéramos de toda la vida.
EliminarYo he asistido a demasiadas celebraciones religiosas, ahora ya tengo bula y se me perdona que no vaya a casi ninguna y la verdad es que tantas vueltas, ajetreos, rodeos, no las había visto nunca, yo me pregunto ¿no estarías preparando una obra teatral titulada "Viernes Santo cristiano en un morabito"?
ResponderEliminarEsa obra se ha representado ya muchas veces y no se si tendría más público que los 10 o 12 actores que estábamos allí.
Eliminar¿Pero qué tendrán este macasar y su jardinera para concitar a su alrededor a cristianos, cristianos de base, algún ateo a palo seco y a un caballero con bula...? :-D
ResponderEliminar¿Será que esta jardinera toca muchos palos por los muchos años que tiene?
EliminarLos años son un grado, pero el savoir faire requiere, sobre todo, predisposición más que edad.
EliminarLa experiencia también nos lleva a relativizar muchas cosas. Si quitamos añadidos y disfraces, al final todos somos solamente seres humanos. Solo eso y nada menos que eso.
EliminarLo que has escrito quedaría muy bien como guión para una película española de comedia. Un buen director haría una gran e inolvidable escena con esto.
ResponderEliminarUna comedia fue, pues había veces que no podía contener la risa y creo que a todos nos pasaba igual. Y una comedia con música incluida, ya que el cura también se empeñaba en cantar cuando la mayoría no sabíamos las canciones y lo dejábamos solo cantando.
EliminarComo ateo practicante tengo que decir que en las ceremonias debe primar el sentimiento (no soporto los responsos de tanatorio con curas que parecen robots). Y si no hubo que llamar a la ambulancia, bien está lo que bien acaba.
ResponderEliminarEl mayor peligro -aparte del escalón- fue que el cura nos cogiera un resfriado, pero el traje de fiesta de los romanos abriga bastante y más fácil lo teníamos el pueblo presente, casi vestido de verano.
EliminarEs imposible comulgar en esa iglesia con ese san Sebastian, o lo haceis pecando a sabiendas, o teneis una divina exención para pecar.
ResponderEliminarUn día os lo van a robar, y no por ser una buena imagen, que lo parece, sino por estar bien buena la imagen.
Si me dice el autor me lo subo
Ese día, con una celebración tan accidentada, no estábamos para mirar el San Sebastián, que por lo que yo se, no es conocido el autor. En la guía que yo consulto para estos menesteres -la de Antonio Gallego Burín- no lo menciona ni tampoco lo he visto en ninguna otra parte. Si sigues el enlace a las fotos de Flickr, podrás verlo en todo su esplendor, que esa foto de ahí arriba está muy comprimida para que no "pese" el blog.
EliminarUn relato muy ameno de una ceremonia que, al menos yo, desconozco que se celebre por aquí.
ResponderEliminarSeguro que sí la hay. La liturgia católica es la misma en todas partes... con ligeras variantes como la de este día.
EliminarYo creo que después de este ensayo el Corpus os va a salir que ni pintado. A falta de medios habrá que ponerle voluntad.
ResponderEliminarMe temo que no será tan divertido y variado. La que montamos allí no se monta todos los días...
EliminarQue cosa mas divertida, Senior. Una autentica función teatral de Semana Santa con participación colectiva como tu dices, como si fuera una obra de teatro moderna.
ResponderEliminarY una participación colectiva improvisada, pues casi ninguno de los que estábamos allí esperábamos representar tantos papeles.
EliminarEn la Parroquia del Patriarca, en Valencia, los tres dias hacen los oficios tal como sea realizaban hace varios siglos, todo dirigido por el maestro de ceremonias, totalmente caracterizado, y que marca con la "chasca" cada acto. Te transporta a otros tiempos con el corazón encogido por las circunstancias.
ResponderEliminarLo vivido en tu ermita con la sencillez y entrega de la improvisación creo era totalmente participàtivo y válido. Por cierto tengo entendido que en el seminario de Valencia tenemos el mayor numero de seminaristas e toda España.
Lo que haría falta es que el papa Francisco se decidiera de una vez a autorizar el diaconado permanente de las mujeres, pues eso daría vida a las parroquias en las que las mujeres son mayoría y paliaría el problema de la falta de sacerdotes.
EliminarGracias por la visita y bienvenido a esta casa.