6/10/14

Al son que nos tocan






     Mi primer novio me enseñó a bailar. Él había ganado copas en concursos veraniegos de playas del norte y presumía de hacerlo bien, pero yo era tímida y le costó trabajo que me soltara y desinhibiera, por lo que me decía:

     -¡Esa cintura más suelta! ¡Muévete!

     Mi segundo novio era un hombre serio y formal que, cuando bailábamos, se enfadaba y, muy digno él, decía:

     -¡Haz el favor de no moverte tanto que estamos llamando la atención! 

     Y abrazaba fuertemente mi cintura para inmovilizarla.

     Las mujeres siempre bailando al son que nos tocan los hombres.


22 comentarios:

  1. Yo que tengo la sensación de que es al revés… Si pregunto a mis amigos casados, siempre tienen que consultar con la jefa.

    En cualquier caso aguantáis demasiado. Al primer síntoma de que te obligan a hacer algo que no quieres se le manda a freír espárragos y problema solucionado.

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    1. Tus amigos están casados y tienen otra edad, pero a los 19 años -y enamorada- una chica solo mira por los ojos de su pareja.

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  2. Tienes toda la razón. No he creído que la historia sea cierta, pero es lo de menos; lo cierto es que ellos hemos tratado siempre de imponer el criterio. Es hora de cambios, de profundos cambios.
    Un beso.

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    1. ¿Que historia no es cierta? ¿Esta que cuento? Porque te puedo asegurar que sí lo es, que es parte de mi pasado más remoto.

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    2. Si es cierta, con mayor motivo; pero también se aprende de lo que sucede a otros, de lo que se lee, de lo que se observa... por supuesto que no lo he querido poner en dudas, sino que siendo como es verosímil ya es suficiente.
      Un beso,

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    3. Por supuesto que se aprende de todo, pero, principalmente, de la propia experiencia, reflexionando sobre cosas que hemos vivido a la luz de lo que somos ahora.

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  3. Y si las mujeres bailan siempre al son que tocan los hombres ¿de quién es la culpa? ¿del que manda o del que se deja mandar?

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    1. Supongo que de los dos. ¿Qué fue antes, la gallina o el huevo?

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    2. Esto nada tiene que ver con la gallina ni con el huevo, si uno quiere que no le pisen tendrá que dárselo a entender a los demás y de momento no se está haciendo.

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    3. Quiero decir que si una mujer enamorada tropieza con un novio mandón, la sumisión de ella hará que él se crezca y, a medida que él se crece, ella será más sumisa. ¿Qué fue antes, entonces? Además, en este caso, se trata de una sumisión en algo sin importancia que es solo cuestión de gustos. El primer novio disfrutaba cuando consiguió que nos hicieran corro y al segundo le daba apuro que nos miraran. Cuestión de carácter también. Y no creo que estuviera en juego nada vital en nuestra relación.

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    4. ¡Ay, el amor! que todo lo disculpa.

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    5. ¿Que mejor disculpa que esa?

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    6. No estoy yo muy segura de que sea bueno emplear el amor como disculpa.

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    7. Si no tengo amor, no soy nada.

      Pablo de Tarso dixit.

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  4. Si leyera esto mi mujer te diría que tienes razón, sin embargo yo creo que es al contrario... Emilio, que hay que limpiar esa lámpara, Emilio, que ese grifo gotea, Emilio que tenemos que arreglar el frigo que parece que no va bien...
    ¡Que tenemos! Como si ella hiciera algo distinto de advertirme de algo que ya he visto hace días pero que todavía no he encontrado la solución.

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    1. Te digo lo que a Tawaki. Otra edad, muchos años de matrimonio…

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  5. Me he reido con ganas. Que dios se lo pague, auque sea con otro novio, juas

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  6. En cuestiones masculinas y femeninas, de todo hay.
    A ti te tocó apechugar en la época del redil, cuando la inteligencia femenina sólo se consideraba positiva si la brillante mujer se supeditaba al hombre, aunque el mismo tuviera el cerebro de una liendre... Los roles estaban perfectamente establecidos y salirse del vallado era una heroicidad. Lo que resulta asombroso es que todavía haya féminas que necesiten un gurú, un chevalier servant o un teniente coronel ante el que cuadrarse.

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    1. Eso del redil habría que relativizarlo un poco. Yo creo que las mujeres de todos los tiempos siempre hemos sabido distinguir las cosas en las que podemos someternos y las que son irrenunciables.

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    2. Distinguirlas, sí; ahora, elegir sin tener en cuenta las consecuencias, siempre ha sido difícil, más cuando la sociedad había estructurado las funciones de unos y otras.

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    3. Eso no era tan rígido, lo mismo que tampoco lo es ahora, y depende mucho de cada mujer, pues ya hemos comentado aquí varias veces que muchas mujeres renuncian a sus derechos y a sus decisiones por comodidad. La libertad siempre ha sido –y es- incómoda, pues es más fácil obedecer que decidir. No hay más que ver la cantidad de personas que militan en organizaciones religiosas en las que basta con seguir las directrices para hacerlo bien, para “ganarse” el paraíso, sea el cielo cristiano o el de Alá.

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