Y yo estaba allí. No en la luna, por supuesto. Ni en Cabo Cañaveral, ni en Fresnedillas. Estaba en el cuarto de estar de la casa antigua, mirando un televisor en blanco y negro, que emitía unas imágenes borrosas de algo que se suponía era el suelo lunar y algo que -se suponía- era la escalera de la nave espacial, por donde –supuestamente- debería bajar el primer hombre que iba a pisar la luna. De fondo, la voz de Jesús Hermida hablaba y hablaba, distrayendo la espera.
Pasaba el tiempo y la imagen no variaba. De vez en cuando, parecía que algo se movía en la escalera, que un pie asomaba… pero no. Seguíamos pendientes de la pantalla, me temo que más de uno (o una) con ganas de irse a dormir, pero ¿quién se perdía aquel acontecimiento histórico? Por fin, ya bien tarde, todo se precipitó, pesadas botas bajaron por la escalera a saltos, la voz de Jesús Hermida temblaba de emoción, nos inclinamos hacia adelante tratando de ver algo en las borrosas imágenes y el acontecimiento histórico se produjo ante nuestros ojos. Apagamos el televisor y nos fuimos a dormir, conscientes de haber sido testigos de algo que no se repetiría y que, por designio de los dioses (y del presidente Kennedy, que no pudo verlo), le había sido concedido a nuestra generación.
Han pasado 50 años. Armstrong está muerto, Hermida también y todos los que conmigo veían la televisión aquella noche se fueron hace mucho tiempo. La Humanidad dio un gran paso, pero yo me asomo hoy a la terraza, miro al cielo y me parece que sigo en aquel cuarto de estar, con aquellas personas y aquellas imágenes grises en un televisor Philips de 23 pulgadas.
Desde este futuro, cincuenta años después y pese al extraordinario avance tecnológico, todavía impactan esas imágenes con los astronautas que, unto a Yuri Gagarin y Valentina Tereshkova, -y, hasta apurando, la perrita Laika- hicieron historia.
ResponderEliminarY ahi sigue la Luna, suspendida en la noche, con sus caras grises o blanquecinas, mientras en su planeta de referencia algunos terrícolas se empeñan en pergeñar las teorías más llamativas.
La mayoría de las imágenes que estamos viendo ahora, no son las que vimos entonces en nuestros televisores, sino las que ofreció la NASA después. Por lo que yo recuerdo, aquella noche vimos muy poco, quizá por la deficiencia de los repetidores o las antenas, pero la realidad es que había que echarle muy buena voluntad y una dosis de fe para creer que aquello que se veía era un hombre pisando la luna. Por eso, hubo tanta gente que decía que todo era un montaje de los americanos...
EliminarUn televisor en blanco y negro, un lujo, cuando un aparatito de esos costaba más que el sueldo de todo un mes.
ResponderEliminarLa luna sigue rielando, y pese al gigantesco avance en las comunicaciones coches, trenes, aviones, pocos han sido y pocos serán los que en un futuro inmediato puedan pisar nuestro satélite natural.
A ver si encuentro la factura y te digo lo que costó. Será curioso saberlo...
Eliminar¿Que todavía guardas la factura...? Pues habrá sobrevivido al aparato, ¿no?
EliminarLa factura puede que esté como recuerdo del pasado, pero el televisor pasó a la historia hace muchos años y ha habido varios después de él. De la misma marca, por cierto. El último amenaza con ser eterno porque no lo enciendo apenas...
EliminarYo no lo vi, estaba en la ¨barriga¨de mi madre, pero imagino la expectación que debió generarse. Se trata, sin duda, de uno de los muchos hitos de la humanidad, y nos muestra lo que hemos avanzado (tecnológicamente) desde entonces. Los rusos abrieron la ventana, los estadounidenses pisaron la calle y ahora es la humanidad entera la que piensa embarcarse en una nueva aventura, aunque de momento solo nos lleve hasta la tienda de la esquina.
ResponderEliminarAlgunas veces pienso que, si eso ocurriera en este momento, quizá no generara tanta expectación, pues entonces fue doble: pisar la luna y poder verlo. Y tal vez más lo segundo que lo primero.
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