8/4/25

Aquella posguerra



       Mi abuela materna murió cuando yo tenía 10 años y, por tanto, fue antes de eso cuando mi madre me enviaba algunas tardes a su casa para que ella me diera la merienda: una esquina de pan de la que sacaba la miga, echaba aceite y azúcar en el hueco y volvía a colocar la miga, que se empapaba de aceite y azúcar. Una merienda gourmet que pocas niñas tenían y que yo tampoco podía disfrutar todos los días, solo en contadas ocasiones.

      Cualquier niño que lea lo anterior supongo que no entenderá nada o que pensará que aquella niña de los años cuarenta era tremendamente pobre. No sabrá que el panadero traía a mi casa un pan oscuro y con sospechosas briznas en su interior, que el aceite comprado con las cartillas de racionamiento era de oliva, pero también oscuro, ácido y dejando posos en la botella, y que la azúcar, adquirida de la misma forma, había que guardarla para endulzar el desayuno y no podía "malgastarse" en caprichos semejantes para que llegara a fin de mes. 

      Pero ¡oh suerte del destino! Mi abuelo era contable en una fábrica de harinas y eso le daba acceso a un saco de harina blanca, que cambiaba al panadero, previa discutida gestión, por una determinada cantidad de piezas de pan maravillosamente blanco. Pero es que también y de forma para mí desconocida, el aceite de casa de mis abuelos, aunque también escaso, era otro mucho mejor, de un color más claro y transparente, menos fuerte, menos picante. Una delicia al alcance de pocas personas.

      Curiosamente, aquel pan “negro” de entonces era el codiciado integral de ahora y aquel despreciado aceite es el AOVE con Denominación de Origen, que una marca denomina "Amarga y pica", las señas de identidad de la aceituna picual de nuestra comarca Los Montes. Y, curiosamente también, algunas veces traía el panadero unos bollos de pan de maíz, amarillos al estar el grano con cáscara, que a mí me gustaban más que el pan blanco de mi abuela. Y que no he vuelto a probar, ya que ahora el pan de maíz no es amarillo y sabe igual que el de trigo.

 

5 comentarios:

  1. Tuvisteis suerte con poder jugar con la harina que conseguia tu abuelo, otros no podian hacerlo y recuerdo lo del "joyo de pan con aceite y azucar" estaba de muerte.
    Saludos

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    1. Sí, pero debía ser escasa, pues yo lo recuerdo como algo excepcional. Tan excepcional que se me quedó la fijación del pan con aceite y azúcar y lo sigo tomando con frecuencia en el desayuno.

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  2. Buenas meriendas de pan con aceite me comí yo en mi infancia, y pan con aceitunas y higos secos con bellotas - los días especiales con nueces- ... Y ahora, en Semana Santa, cómo no recordar los dulces sólidos, consistentes y pesadisimos que nos daban para merendar. Buenos recuerdos, aunque ya no tengamos cerca a las personas que nos daban estos 'manjares'.
    Que tengas una semana santa lo mejor posible. La mia será en casa...

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    1. Tú llegaste cuando ya había pasado lo peor y quizá ni conociste las cartillas de racionamiento ni aquellas mujeres que llegaban de los pueblos a traer lo que aquí no había. Es más, esos dulces pesados de Semana Santa seguramente no se podían hacer en la época de la que hablo, pues faltarían los ingredientes principales. Con decirte que la tortilla había que hacerla con la patata cocida por la escasez de aceite... Por lo que he sabido después de amigas que vivían en pueblos, en ellos hubo hambre para muchas personas, pero sin embargo, tenían acceso a cosas que aquí no llegaban, por lo que venían a venderlas para cubrir otras necesidades.

      https://el-macasar.blogspot.com/2018/11/carmencica.html?m=1

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    2. Que pases bien estos días. Yo tampoco pienso salir más que a las compras... cuando no sea fiesta.

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