Hace tiempo, en el supermercado, fui a coger un número de la pescadería, pero viendo que tenía muchos por delante, lo solté diciendo en voz alta: ¡Uff! No aguanto aquí tanto rato… Entonces, una viejecita que estaba al lado, me dijo:
- Se lo cambio por el mío, que casi me toca.
- No, por favor, ¿cómo va Vd. a esperar otro tanto de lo que ya ha esperado?
- No me importa. Cuando vuelva a mi casa, no veré hasta mañana más que a mi gato. Sin embargo, aquí me distraigo oyendo hablar a la gente y hasta hablo con alguien.
Pensé pedirle la dirección para visitarla, pero no lo hice por uno de esos reparos absurdos que tenemos algunas veces. No he vuelto a verla y aún me estoy arrepintiendo.
- Se lo cambio por el mío, que casi me toca.
- No, por favor, ¿cómo va Vd. a esperar otro tanto de lo que ya ha esperado?
- No me importa. Cuando vuelva a mi casa, no veré hasta mañana más que a mi gato. Sin embargo, aquí me distraigo oyendo hablar a la gente y hasta hablo con alguien.
Pensé pedirle la dirección para visitarla, pero no lo hice por uno de esos reparos absurdos que tenemos algunas veces. No he vuelto a verla y aún me estoy arrepintiendo.
Que dura es la soledad no escogida libremente. Y por desgracia la sociedad actual está perdiendo el hábito de la conversación, y no me refiero a diálogos profundos, sino a la mera charla intrascendente la mayoría de las veces, a las concersaciones entre vecinos, a escuchar al "otro". Creo que es importante recuperar el calor entre personas, la vida de barrio, y la verdad es que cuando escuchas a alguien que necesita un rato de atención, uno se siente bien.
ResponderEliminarTienes muchísima razón, Ernesto. Nos estamos convirtiendo en islas. Que corriente es ahora entrar en un ascensor con alguien que no despega los labios en todo el trayecto, ni siquiera para hablar del tiempo. Y que largas se hacen cuatro, cinco o seis plantas con dos personas en un receptáculo tan pequeño tratando de evitar el cruce de miradas....
ResponderEliminarBartolomé Llorens, aquel poeta Valenciano que murió muy joven en 1946 y que quién sabe dónde hubiera llegado de seguir entre nosotros, escribió:
ResponderEliminarOh clara soledad de estos instantes
en que nada me acosa ni atropella.
Noche de centinela; luna, estrella,
amor para mis sueños vigilantes.
Oh clara soledad, astros amantes
diamantes de la noche tersa y bella.
Oh vuelo del espíritu hacia aquella
profundidad de tiempos ya distantes.
Huida, fuga, vuelo enamorado
por los sumisos aires del recuerdo
para traer la vida a nuestro lado.
Gozosa soledad, que por ti muerdo
sobre la nueva pulpa del pasado
el dilatado amor en que me pierdo.
Hace unos días, me enteré de su fugáz existencia leyendo jústamente este artículo
Sofocador: Pendiente aun de leer el largo y prometedor artículo, pienso que la soledad elegida es necesaria (todos necesitamos nuestro espacio de soledad), pero la soledad impuesta, como ha dicho Ernesto, es dura y, más aun, en la vejez.
ResponderEliminarSi que es dura. Pero...¿quien la impone?
ResponderEliminarLa vida, las circunstancias, las personas....
ResponderEliminara la vida, las circunstancias, la sociedad, las personas... las hacemos nosotros mismos
ResponderEliminarNo siempre. Díselo a la señora del super, tal vez con hijos que no van nunca a verla...
ResponderEliminarSofocador, hombre, la vida no la hacemos nosotros, ni tampoco elegimos las personas con las que nos cruzamos en nuestra vida, más quisiéramos...
ResponderEliminarEso es lo que todos creen. Y el mundo vive equivocado.
ResponderEliminarSofocador ,amigo: ¿todo el mundo vive equivocado? ¿everybody lies? ¿imagine by John Lennon?.
ResponderEliminarNos explicas, por favor...o la respuesta está en las pintadas de los carritos de cirujas o de viejas camionetas donde leemos "no tengo todo lo que quiero, pero quiero todo lo que tengo?".
Acudo diariamente a una residencia de ancianos. Allí, la soledad ha anidado permanentemente. La necesidad de comunicación que tienen los en ella ingresados se palpa en cuanto uno cruza el umbral de la puerta. Pocos son los que reciben la visita de sus seres queridos. Una gran mayoría están ayunos de afecto, y cuando uno se aproxima y les muestra la cara de la amabilidad sus rostros muestran una sonrisa impagable.
ResponderEliminarYo también visito con frecuencia una residencia de ancianos y he podido apreciar eso mismo que tú indicas. Algunos tienen la "suerte" de que el Alzheimer les borre de la memoria cualquier añoranza de otra vida pasada en compañía de sus seres queridos, pero aquel que es consciente del abandono que sufre lo pasa peor.
ResponderEliminarVomuntarias que ayudan en algunas residencias me han dicho que las personas solteras o viudas sin hijos se adaptan mucho mejor que las que los tienen y ven como no las visitan.
Quise decir voluntarias....
ResponderEliminarEs una realidad tremenda, de pocas cosas tengo tanto miedo como de envejecer en soledad...
ResponderEliminarnaan : ¿qué es envejecer? Si envejecer es depender de otros, todos somos "viejos" desde antes de nacer.
ResponderEliminarEstamos solos a cualquier edad, y a veces podemos elegir, a veces no.
Nacemos en una familia que no elegimos (¿sabríamos elegir si pudiéramos?), y aún conformes con esa familia, un "pequeño error" puede destruir todo.
Nada es previsible.
No hay certezas.
El temer a males futuros sólo nos hace más infelices, el temer a una vejez en soledad es anticiparnos a algo que ignoramos: si siquiera llegaremos a vivir mañana.
Suscribo lo que dice Nfer:
ResponderEliminarNada es previsible, no hay certezas.
Desde hace unas décadas, hemos entrado en una era de excesivo individualismo que nos impide razonar de manera socialmente correcta.
ResponderEliminarEsta especie de egoísmo, generado por un conservadurismo en la comodidad y el miedo a los otros, paradójicamente nos está alejando del concepto de animal social que al parecer la naturaleza había reservado para nuestra especie.
El fenómeno del temor por “el distinto”, por el de otra raza, otra nacionalidad u otras ideas, que no afectaba del todo el sentido de sociedad, está siendo reemplazado acelerada y directamente por el temor por “el otro”. Mientras más nos concentramos en las grandes ciudades, más nos alejamos del prójimo.
Por otra parte, el concepto fatalista que han impuesto sobre todo las religiones, nos hace creer que es poco lo que podemos cambiar de nuestra vida. “No he nacido para esto”, “Siempre me pasa a mi”, “Nunca tengo suerte”, “Es la familia que me tocó”, etc; son exclamaciones que se escuchan a diario. Pero en realidad todos nosotros estamos comprando un billete de lotería en cada decisión que tomamos y el número elegido ¡Casi siempre sale!. El problema es que sólo enmarcamos y grabamos en nuestras mentes esas veces en que la decisión resulta en alguna clase de fracaso o en lo que rápidamente aceptamos como error cometido al elegir. Es muy difícil entender y cambiar esto para la generalidad de la gente.
Lo único fatal para las personas, es la muerte. Nfer menciona a Lennon, y vale como ejemplo de aquellos pocos que se han destacado por no conformarse e intentar cambiar. Seguramente son muchos los héroes anónimos en la historia que se atrevieron a intentarlo, pero sólo recordamos a los que fueron famosos: Giordano Bruno, Juana de Arco, Gandhi, Luther King, Guevara, Lennon, Olof Palme, La Madre Teresa... como ven, casi todos fueron asesinados (La “fatalidad” parece obedecer a un perfecto plan que nos impone el mensaje: ¡Atrévete a desafiar al poder y verás! – Hay gente poderosa que sabe como manejar su “destino”).
La Madre Teresa (la única excepcion de esta lista tentativa) es jústamente quien desde la creencia en Dios negó la aceptación de la fatalidad y en su mensaje, que casi nadie escuchó, nos decía que está en cada uno de nosotros elegir el camino de un mundo mejor.
El problema es que la mayoría de nosotros deja que el mundo (el de todos y el nuestro) se arreglado por “los otros”.
Sofocador: En tu lista falta alguien más antiguo que también murió por desafiar al poder, en su caso el poder religioso que es el más peligroso de todos.
ResponderEliminar¿Que de quien hablo? Ya os lo podéis imaginar: de un galileo llamado Jesús.
No puse a Jesús en la lista, pues no considero a su muerte un asesinato. Se supone que Él sabía que iba morir y siguió el curso de sus últimas horas siguiendo "Su" plan.
ResponderEliminarLos poderosos de entonces no lo pudieron adivinar: "No sabían lo que hacían".
Él sabía que iba a morir en cuanto que sabía que el camino que había tomado voluntariamente conducía a ese punto. Como ha conducido después a esas personas que citas y a muchas más.
ResponderEliminarPoco antes de la muerte de los jesuitas de la UCA en El Salvador, le oí decir a Jon Sobrino como la cosa más normal del mundo: Cada día, cuando entro en mi aula para dar clase, soy consciente de que puede haber una bomba bajo el asiento.
Luego no fue una bomba sino disparos, de los que él se libró por estar ausente. Pero aquel día, cuando nuestra televisión dió la noticia, yo miraba los cadáveres boca abajo tratando de reconocerlo en ellos. Como no lo conseguía, llamé a un profesor de nuestra Facultad de Teología preguntando: ¿Donde está Jon Sobrino? Y me dijo: No sabemos. Debería estar ahí....
Su camino lo conducía a ese punto... pero Dios dispuso que no había llegado el momento.
Me gustaría entrar al ruedo, si me esperáis
ResponderEliminarSi no me esperáis, no perderéis nada importante :)
¡Que triste es la soledad! Cuando voy a visitar a mi madre, algún residente, me pregunta la hora, a otro se le cae el bastón, para que se lo recoja, otro me hace una pregunta intrascendente, alguno se acerca a mi lado junto a mi madre...
ResponderEliminarTodos ellos son los que casi nunca reciben visitas y quieren una palabra amable, un momento de atención...
Yo trato de complacerlos, y sigo pensando ¡¡QUE TRISTE ES LA SOLEDAD!!
En otro orden de cosas, he tratado de poner un espejo delante de tu sugestiva, hermosa y atractiva imagen, pero el monitor se ha resistido, quiere guardar esa intimidad.
Un cariñoso abrazo
Yo visito a una amiga que está en una residencia víctima del "alemán" y siempre hay alguna compañera que se nos une con tal de poner un rato de compañía en su vida. Nunca les pregunto si su familia va a verlas porque temo que me digan que no la tienen, o lo que es peor, que la tienen y no aparece por allí.
ResponderEliminar¡Ah! Y muy gentiles tus palabras. Pero mejor que el espejo no haya funcionado...
ResponderEliminarEn muchas ocasiones yo voy al mercado solo, con una lista que me prepara mi mujer, otras veces con ella (tenemos que desplazarnos en coche) ya que quiere ver la carne y pescados que vamos a comprar.
ResponderEliminarÚltimamente observo que las mujeres mayores suelen ir acompañadas con personas que las cuidan, ignoro si existe total compenetración entre ellas o simplemente es un acuerdo mutuo, yo te ayudo, tu me pagas.
La semana pasada un tío mío de unos 90 años que vivía en su casa (en Madrid) con la compañía de una señora que le ayudaba en todo, sus hijos se lo encontraron muerto, la señora ese día libraba y se enteraron ya que todos los días mi tío llamaba a sus hijos por teléfono al acostarse y evidentemente ese día no lo hizo, ellos mosqueados le llamaron varias veces hasta que se acercaron a su casa por ver si le había pasado algo, se lo encontraron sentado en el sofá y preparado para irse a la cama.
Sigo opinando que es muy duro estar solo.
Saludos.
La soledad física no es lo peor, es peor la soledad afectiva, que las personas de tu entorno se te vayan yendo de una forma o de otra. Fíjate en los comentarios de este post, solo han pasado dos años y ya hay cuatro personas de las que ahí comentan que no están ahora conmigo, que no me acompañan en este camino virtual.
ResponderEliminarLa soledad tanto física como afectiva suele ser una carga tremenda para algunas personas y por eso necesitan entablar conversación con todo aquel que encuentran en su camino. Esa mujer que conociste en la cola del super cuando llegue a su casa posiblemente acabe hablando con el gato, hay otras personas que para no sentirse solas en casa dejan la radio encendida para oír hablar cuando llegan y hacerse la ilusión de que no están solas.
ResponderEliminarComo yo no tengo gato, puede ser que en alguna ocasión le haya hablado a los cuadros, que te hacen aun menos caso que un gato.
EliminarNo lo creas, los gatos son muy suyos y si les da por no contestar, te ignoran.
EliminarPues vaya consuelo....
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