No sé si recordáis el cuento de Pinocho de Carlo Collodi, el de verdad, no las versiones que se han hecho luego para el cine. Era un cuento largo, con mucho texto y algunos dibujos, como estábamos acostumbrados los niños de antes. En él hay un momento en que Geppetto renuncia a su desayuno para dejarle al muñeco-niño que se coma tres peras. Pero Pinocho exige que se las monde y deja las pieles y los corazones. Geppetto lo toma con paciencia y espera hasta que Pinocho, que sigue teniendo hambre, termina por comérselo todo.
Yo leí este cuento en la posguerra, cuando a los niños nos decían que las raspas de las sardinas en aceite eran buenas para los huesos y nos hacían crecer, a fin de que nos las comiéramos enteras, sin dejar ni las escamas.
Pienso ahora que en esta España nuestra nos hemos pasado unos años despreciando las pieles de las peras y las raspas de las sardinas, pero ahora toca de nuevo aprovechar lo que tenemos y no desperdiciar nada. ¿No os parece?
Ilustraciones: J.Viñals para Las aventuras de Pinocho Editorial Juventud S.A. 1941
Al margen del aprovechamiento de los alimentos por la escasez de estos tiempos de carencias, creo que en todo momento se deben comer las espinas (las que sean posibles) del pescado porque ahí está la mayor concentración de fósforo; por otro lado, en la piel de las frutas, además de fibra, está el mayor caudal vitamínico.
ResponderEliminarMi intención es también metafórica, de los tiempos que hemos pasado de derroche y lujo por encima de nuestras posibilidades, a entrar ahora en un periodo más de acuerdo con lo que somos: un país pequeño y de economía endeble.
ResponderEliminarAl igual que Pinocho, en este país mucha gente llevaba años despreciando "las espinas de las sardinas y las pieles de la fruta" aunque su economía no estuviera para ello, pero es que a mucha gente le gusta aparentar y eso la lleva a vivir muy por encima de lo que sería aconsejable y tarde o temprano esas economías mal administradas acaban pasando factura y haciéndoles reconocer que después de todo ni las espinas de las sardinas ni la piel de la fruta es tan malo como parecía.
ResponderEliminarAhora sólo falta saber cuanto tiempo tendremos que tener ese menú.
Si al menos aprendiéramos de la experiencia, pero me temo que en cuanto pase la crisis volveremos a lo mismo.
ResponderEliminarPues sí, volveremos a lo mismo y soportando a los mismos que se permiten el lujo de no comer espinas y pieles.
ResponderEliminarPor cierto, enhorabuena por el post dedicado a Ernesto. Emociona y duele.
Un abrazo, Senior Citizen.
Gracias, Gala. Lo que hubiera querido es no tener que escribir un post como ese, no tener que decir nunca más adiós a alguien.
ResponderEliminarEl saber aprovechar los alimentos, dando su justo aprecio sin desaprovechar, eso es difícil que lo haga quien no lo recibió como costumbre. El tirar tanto como tiramos, aún hoy en día, demuestra que no valoramos lo que tenemos. Beso, muy buena reflexión.
ResponderEliminarEl problema es que hay ya muchas generaciones que han crecido en tiempos de bonanza y en la "cultura" de usar y tirar.
ResponderEliminarHe tenido la suerte, desde que nací, de tener siempre comida en casa. También tuve suerte de saber, por mis padres, que unos pocos años antes de mi llegada a este mundo, la gente pasaba hambre, pero, de la de verdad. Por ello, aprendí a no tirar ni desaprovechar la comida, así como guardar los restos para la noche o para el día siguiente. Y afortunadamente continúo (continuamos, en casa) haciéndolo, día tras día.
ResponderEliminarLa mayoría de mis familiares, amigos y conocidos (de la misma edad), también tienen la "curiosa costrumbre" de no tirar comida a la basura.
Al parecer, en los grandes supermercados (Hipercor, por ejemplo), al contrario de lo que pudiera pensarse, es norma habitual que llenen los contenedores de Inagra con múltiples bandejas de alimentos recién caducados y encima, en aparente buen estado.
Y desde luego, saber por el Banco Mundial que en -tan solo- los últimos tres meses han aumentado los pobres (muy pobres) en 44 millones en el planeta, existiendo en este momento más MIL MILLONES de personas que pasan HAMBRE en nuestra casa Tierra, es para que nos avergoncemos de todo lo que está ocurriendo.
Ya he contado muchas veces que mis padres, que pasaron por la Guerra Incivil, decían que todas las generaciones deberían pasar por algo así para que apreciaran lo que tienen.
ResponderEliminarEn cuando a los grandes supermercados, retiran de los estantes los alimentos aun sin caducar, pues da mala imagen que haya poco margen en la caducidad, ya que nadie compra productos que tenga que consumir a toda prisa. ¿Que hacen con ellos? Se que algunos los entregan al Banco de Alimentos que los distribuye rápidamente, pero otros supongo que los tiran, ya que hemos visto a muchos necesitados revolver en la basura del super a la hora de cerrar.
Los cuentos clásicos no pierden vigencia. No sé si los padres de hoy se los leerán a sus hijos. Convendría, si no lo hacen, que lo hicieran, con la consiguiente moraleja que cada cuento encierra y que Senior ha escenificado aquí de forma sencilla pero contundente.
ResponderEliminarLos niños de ahora conocen estos cuentos clásicos en las versiones light del cine o la televisión, que pocas veces conservan los mensajes que quisieron transmitir los autores. Sin embargo, antes veíamos las películas pero también leíamos el libro original, pues cuando yo leí este libro creo que ya estaba la película de Disney.
ResponderEliminarEntiendo el fondo del post senior. Hay mucha gente que perdió (perdimos) la costumbre de aprovechar hasta el fondo.
ResponderEliminarDe todos modos me parece desaforado comparar la postguerra con los tiempos actuales. Varios niveles de miseria los separan. Se vive mejor ahora que en los tiempos intermedios.
Nací a principios de los 60 y ya me tocaron el Pelargón y los "economatos" llenos a reventar. En mi casa éramos 6 y había que hacer malabarismos con los céntimos, pero haber, había, cosa que mis mayores no podían decir de la post-guerra.
Los que viven mal hoy día tienen muchos más medios ahora que en mi infancia, que fue una época a años luz del hambre de los 40.
Cambiando de tercio, muchos cuentos clásicos no deberían sostenerse. Mi hijo (7 años) no entiende que los padres de Hansel y Gretel los abandonen en el bosque porque no haya suficiente comida en casa. También pregunta por qué en los cuentos se muere la madre y el padre se casa con una más joven que parece no ser capaz de tener hijos propios y que odia a los de los demás.
(Tampoco entiende que alguien oiga voces que le inciten a inmolar a su hijo y que esto se convierta en ejemplo a seguir. La primera vez que le contaron la historia de Abraham en la escuela me dijo que si el hombre oía voces debería ir al siquiatra, por si la próxima vez mataba al hijo de verdad).
Por cierto, el Pinocho original es un cuento genial lleno de perlas.
Con todo lo que dices, Fer, habría para varios posts, pero vayamos por partes, que dijo el Destripador.
ResponderEliminarPor supuesto que la época actual no es comparable con la posguerra. ¡Que me lo digan a mí que la viví! Pero sí lo es en el sentido de que los que conocieron la época anterior a la guerra notaron más la diferencia que los que tomamos conciencia ya en esa situación. Había entonces una frase hecha que se repetía continuamente por la que cualquier cosa buena era "de antes de la guerra", ya que todo lo que se fabricaba era muy deficiente y no había nada de importación por el bloqueo.
Intento decir con esto que es posible que los niños que ahora se eduquen en una mayor austeridad en el gasto no echen de menos lo que vivieron sus padres porque no lo conocieron y sean tan felices en la escasez como sus padres lo fueron en la abundancia. Un niño echa de menos lo que ve en otros niños, pero si no lo ve no nota esa carencia. Nosotros no teníamos juguetes, pero ningún niño los tenía y no podíamos sentirnos desgraciados. Sin embargo, creo que lo que deberíais tener ahora claro los padres es las cosas de las que vuestros hijos pueden prescindir y las que no. Un niño no necesita tener cien juguetes ni que estos sean los últimos que han salido, pero sí necesita tener todos los libros que quiera, sean en papel o en formato digital. Y esa es también una lección que aprendí de mis padres en esa época de penuria. (Y quien dice libros, dice también cualquier otro medio de cultura de los que hay ahora)
Pasando a los cuentos clásicos, ya sabes que se ha escrito de ellos de todo, pero lo que no me negarás es que esos cuentos le hacen al niño pensar y plantearse cosas como las que se ha planteado tu hijo, lo que no hará en esa sucesión de escenas vertiginosas que son los cuentos de ahora, en los que no hay el menor resquicio para pensar ni hacerse preguntas.
Me gusta esa lección que aprendiste de tus padres y estoy totalmente de acuerdo Senior Citizen, en cuestión de libros y cultura todo lo que necesiten.
ResponderEliminarNo conocía el cuento original de Pinocho. Intentaré descargármelo de la red y enseñárselo a mis hijos.
Gracias por el post, me fue de mucho interés.
Saludos.
He estado mirando y encontrarás fácilmente el cuento original, incluso con ilustraciones. La edición que yo tengo tiene muchas y muy bonitas, pero al escanear han pasado de un rojo limpio a este tono muy distinto. Como digo, es un cuento largo, con mucho texto, y ahora los niños quizá no están acostumbrados a leer tanto, pero lo que he descubierto cuando ahora lo he repasado es que también es una historia para mayores que vale la pena leer.
ResponderEliminarQuería compartirte una noticia que encontré en internet, pero no supe en dónde dejártela... así que vine a tu blog. =)
ResponderEliminarAquí.
Conocía la noticia, pero a la que no conocía era a la monja, ya que estoy en Facebook solo desde hace unos días. De todas formas, gracias por compartir conmigo lo que a tí te ha llamado la atención. Siempre es bueno una visita tuya.
ResponderEliminar¡Qué interesante debate ha producido el tema de los cuentos clásicos! Da gusto pasearse por aquí, leer, aprender...
ResponderEliminarConsidero que sí tienen demasiadas "cosas"los niños de ahora,demasiados juguetes, demasiados videojuegos, demasiadas zapatillas deportivas, y un largo etcétera. Aprecian poco y lo peor es que no deben esforzarse en obterner nada, todo les viene rodado, regalado, comprado; no les hace falta ni la ilusión de obtenerlo, lo obtendrán de todas formas y pronto; solo necesitan decir que lo tiene su amiguito o su compañero de clase. Así funcionamos. Tiramos y tiramos, pero no sabemos a dónde nos dirigimos con ello.
Más libros, más cuentos, más cultura, más salidas a lugares con sus padres. Y un poco de sentido común para apreciar y valorar lo que se tiene. Ni hay que comer la espina (porque se clava), ni hay que darle un mordisco a la manzana y luego tirarl porque no ha gustado y puedo comer lo que se me antoje, solo tengo que cogerlo.
Buen tema has escogido, Senior.
Un abrazo.
Me temo que de esta crisis no vamos a sacar las lecciones positivas que podíamos haber sacado. Esta Navidad leí que la venta de juguetes no había bajado en absoluto y se alababa que los padres hubieran hecho lo imposible porque sus hijos tuvieran lo mismo que otros años.
ResponderEliminarSenior:
ResponderEliminarNi te imaginas cómo (es largo de contar), pero creo que he dado con un poema tuyo, o, al menos, eso afirmas. Ya me dirás si estoy equivocada o no.
Y... creo que es muy bueno.
Un abrazo, polifacética.
Siento que este apartado de comentarios no respete el formato del poema, pero no sé cómo podría evitarlo:
Antes de conocerte yo pensaba
que "el amor" no "es un potro desbocado",
que basta decir no y seguir andando,
para olvidar, para empezar de nuevo.
Antes de que llegaras yo creía,
que iba a ser fácil iniciar un juego,
jugar un poco y después dejarlo,
para seguir jugando en otra parte.
Pero ya estás aquí, te has instalado
tan dentro de mi sangre y de mi vida,
que ahora no puedo caminar ni un paso
sin que tú estés presente a todas horas.
Fué antes de quererte cuando dije
que era libre y volaba como un pájaro.
¡Vaya! Al publicarlo sí lo ha recolocado debidamente. ¡Genial!
ResponderEliminarEfectivamente, está bien colocado. Es mío y creo recordar que lo dejé en un comentario en Comentaristas Dispersas, el blog de Anónima y Nfer. Supongo que es allí en donde lo has encontrado. ¿No?
ResponderEliminarPor alguna razón (no preguntes cual), pensé que te agradaría/interesaría.
ResponderEliminarComo no conozco el caso a fondo, solo lo que he leído ahora, ignoro si a la monja realmente la han echado del convento o ella ha provocado esa expulsión buscando la libertad que ha visto "fuera".
ResponderEliminarPues sí, allí mismo lo encontré; ya el camino casual por el que llegué, es otra historia. Me sorprende tu extraordinaria memoria.
ResponderEliminarNo tanta memoria. Si fueran cientos los poemas que he dejado por ahí sí lo sería, pero son solo tres: en tu blog, en el de Nat y este del que hablamos, que lo he buscado ahora y está en un post de Anónima llamado Sin ti soy yo. Y no hace mucho Abedugu ha publicado en su blog de Pintura y poesía el que tiene Nat. No hay más, que yo recuerde.
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