Imagen de Wikipedia
Hace unos años, se me presenta una amiga con una biblia antigua, heredada de su madre, y diciendo que no encuentra el libro del Eclesiástico. Lo primero que pienso es que podía aparecer como Sirácida, su otro nombre, pero lo busco en donde se supone que está y ni rastro del Libro de la Sabiduría de Jesús ben Sirá. Ante esto, me voy a las primeras páginas y encuentro lo que ya sospechaba: que se trata de una biblia protestante, nada menos que una Reina-Valera, la versión llamada de 1909 y con fecha de edición de 1923. Me pongo tan contenta por el descubrimiento y se lo digo a la propietaria, que pone el grito en el cielo, escandalizada de que su madre, una señora muy católica y piadosa, tuviera algo así en su poder e, incluso, hasta podría ser que la hubiera leído. La tranquilizo diciendo que seguramente no sabía lo que tenía, que por aquella época era difícil encontrar biblias católicas en España y quizá se la vendieron sin decirle que era protestante. O que se la encargó a alguien, o que se la regalaron… Cualquier cosa que liberara a aquella piadosa señora de la enorme responsabilidad de tener “eso” en su poder.
Añado ahora que esta amiga de la Biblia milita en un grupo religioso muy conservador, casi integrista, así que me dice que la va a llevar a su centro de reuniones y yo, tan inocente, se la doy pensando que es solo para que la vean sus compañeras, pero cuando pasados unos días le pregunto por la Biblia, me dice que la ha dejado allí “para que la destruyan a fin de que no le haga daño a nadie.” Entonces, la que pone el grito en el cielo soy yo y casi le pido de rodillas que vaya corriendo a por ella, que es un libro interesante para mí y que, si quiere, se la compro, pero ella sigue en sus trece con que ese libro tan peligroso debe ser quemado junto con otros que, al parecer, también han ido reuniendo. Insisto de nuevo, le digo que eso no le hace daño a nadie, que es una buena traducción muy antigua, pero ante su cerrazón, abandono.
Me quedo imaginando el aquelarre de aquellas señoras quemando libros en la cocina de un piso céntrico y, en mi interior, siento la tentación de desear que se les extienda el fuego y les queme sus muebles de cocina de diseño italiano.
* * *
Historia recordada por esta “conversación” reciente en un post interesante.
me está describiendo, y me está causando el mismo espanto y repulsión que anoche tuve, viendo a los talibanes destrozando el museo de la antigua Nínive,
ResponderEliminarEn el fondo es lo mismo, en el acto y en el comportamiento
La quema de libros no es algo nuevo pues la historia de la humanidad está llena de actos de ese tipo, quizás el mas reciente la quema de la biblioteca de Mosul por los fanáticos del IS en la que se perdieron manuscritos y documentos irrecuperables. Y lo triste es que esa amiga tuya y las que forman ese grupo que con ella se dedican a quemar los libros que consideran peligrosos, no se diferencian mucho de los fanáticos del IS porque poco importa en nombre de quien se queman los libros, o en base a que religión mal entendida, o a que ideas políticas se pertenezca, es el hecho de quemar mucha sabiduría o muchas ideas lo que es deplorable. Y si alguien en su ignorancia cree que aquello que no les gusta desaparece por quemarlo, están muy equivocados.
ResponderEliminarAlguien dijo que se empieza quemando libros y se termina quemando personas. Las señoras de la hoguera domiciliaria tenían de quien aprender y eran dignas sucesoras del Cardenal Cisneros, que, con su hoguera en la Plaza de Bib-Rambla, se cargó el invento de fray Hernando de Talavera y las Capitulaciones de 1492 y puso todos los mimbres para que años más tarde corriera la sangre en las guerras de las Alpujarras.
ResponderEliminarCualquier cosa que suponga Conocimiento es una peligrosísima arma... Ya lo condensó Bradbury en su novela Fahrenheit 451 que llevara al cine el genial Truffaut.
ResponderEliminarAyer fueron los libros; hoy, internet. Toda posibilidad de desarrollar el propio pensamiento es una actividad casi delictiva para quienes pretenden que los seres humanos se mantengan en el redil.
(No me deja loguearme).
Lo curioso es que, si esta amiga no busca precisamente ese libro en su Biblia y viene a buscarme, hubiera seguido usándola tranquilamente, pues ni ella ni su círculo de amistades en ese grupo conservador serían capaces de distinguirla. O sea, que en el pecado de promover la ignorancia, pagan la penitencia de llevarse estos "sustos".
Eliminar(Blogger hace siempre lo que quiere, pero al menos ha enlazado, que es lo importante)
Pobre dama católica a ultranza aferrada a su protestante Biblia... ¿No se le pasó por la cabeza que era un libro demasiado escaso de páginas para tratarse de la Biblica auténtica, que contiene algunos libros más...?
Eliminar(Parece que Blogger vuelve a admitirme en su redil).
Esa dama no tiene ni idea de cuantos libros tiene la Biblia católica, pues hasta que llegó esa herencia no tenía ninguna y ahora, convertida en cenizas, tampoco la tendrá. Como mucho, unos Evangelios versionados y muy comentados por alguien de los suyos.
EliminarDebo añadir que la Biblia Hebrea, de la que procede el AntiguoTestamento de la Reina-Valera, también es una Biblia auténtica para un católico, ya que la Iglesia reconoce todos sus libros como inspirados. Pero, claro, eso no lo sabe esa señora ni las del aquelarre...
EliminarTengo la suerte de haber presenciado el inicio de la conversación al andar de visita por aquellos lugares que algunos dicen "de mala nota". En cierta medida, esto de destruir lo que nos parece que va contra nuestra fe es un acto de absoluta hipocresía pues estamos construyendo los fundamentos de ella, de la fe, a partir de lo que destruimos.
ResponderEliminarQuizá sea eso, que para consolidar la fe de los rebaños, del hombre/mujer-masa, debemos comenzar con un ejercicio de destrucción absoluta, para proceder a continuación a la recreación del mundo según nuestros gustos.
Me suena a tantas cosas...
Salud!
Pero lo fundamental es conocer nuestra fe para así saber que es lo que va contra ella. O corremos el peligro de disparar contra todo lo que se mueve, como estas señoras.
EliminarSe empieza quemando libros, se sigue quemando personas y se termina si es que se puede terminar, destruyendo obras de incalculable valor. El Estado Islámico difunde un vídeo donde destruye estatuas milenarias. Armados con grandes martillos y taladros, un puñado de seguidores del Estado Islámico (EI) destruyen con saña...
ResponderEliminarEl problema es siempre el mismo: la ignorancia mezclada con fanatismo, un coctel explosivo.
EliminarUnos destruyen esculturas, otros queman Biblias, iba a decir que no sé dónde llegaremos a parar, pero me temo que sí lo sé. Triste, muy triste.
ResponderEliminarYo iba a decir que casi me parece más temible lo de las biblias, pues los que destruyen esculturas son personas bárbaras e incultas, pero estas señoras han tenido ocasión en su vida de abrir su mente y no lo han hecho por estar en una organización que las prefiere así.
EliminarCoincido contigo. A la hoguera con ella… ¡Uy, perdón! Me he dejado arrastrar.
Eliminar¿Por qué será que no he visto este comentario publicado hasta horas después? Y hasta lo he buscado en spam... ¿No habrá alguna mano negra en esto? Haberlas, haylas.
EliminarLeí esto ayer. No he querido opinar para poder decir medianamente educado. Todavía no estoy seguro de como acabará mi comentario.
ResponderEliminarEs... repugnante y peligroso. Repugnante por pretender acabar con las ideas de los demás quemando su memoria, quemando aquello que para ellos es sagrado.
Y peligroso porque, teniendo oportunidad, alguien que pretende acabar con la memoria ajena, con lo que otros consideran sagrado, de esa manera... ¿sería capaz de hacer algo parecido con los demás?
Hay facetas en las que el ser humano no ha mejorado, no ha evolucionado. Ni lo hará jamás. Nos lo mostró la Guerra en Bosnia, la Guerra Civil en España... llegado el momento cualquiera mataríamos al vecino, simplemente, por ser distinto, por pensar que su existencia atenta contra nuestra religión, con nuestra forma de vivir...
Saludos.
Yo no lo tomaría tan en serio. Es solo la ignorancia de unas señoras que piensan que un libro así las "contamina". En otra ocasión, le enseñé a esa amiga un libro que acababa de comprar y, al ver el nombre del teólogo autor, dio un paso atrás y apartó la mano, como si el simple contacto le fuera a hacer daño. Yo me eché a reír, pues es lo único que cabe ante estas cosas.
EliminarNunca había escuchado una cosa así. Que la Reina-Valera pudiera hacer daño, porque ¿que daño puede hacer que no contenga el Eclesiástico? (tampoco tiene Tobías, Judit, Sabiduría, Baruc y los Macabeos) Sucede solo que se pierde un poco de lectura, y solo si se la lee, porque creo que nunca he escuchado que en la iglesia se usen estos libros, para nada. En el caso de las iglesias protestantes eso es lo que sucede, como no están, no se utilizan, como es el caso también en la iglesia católica, que no considera el Evangelio de María Magdalena, simplemente porque no está en el canon de su Biblia. Y menos mal que a las señoras no les ha caído en las manos la "Traducción del Nuevo Mundo de las Sagradas Escrituras", que ahí sí que se les cae el pelo…
ResponderEliminarBuueno… Aquí habría para estar respondiendo media hora… A ver si concreto. Como digo lo uno, digo lo otro. En esta entrada critico a esas señoras por no admitir una biblia protestante, pero también tengo la duda de que un grupo de señoras protestantes de su edad, utilizaran sin problemas una biblia católica. Mi experiencia en ceremonias conjuntas de católicos y protestantes es un poco negativa respecto a su apertura. Vamos, casi como estas señoras…
ResponderEliminarPor otro lado, no es cierto que esos libros que cita no se utilicen en la Iglesia Católica, pues en la celebración de la Eucaristía se leen citas de la mayoría de ellos, sobre todo del Libro de la Sabiduría. Como sabrá, el Nuevo Testamento remite continuamente al Antiguo, por lo que esas citas son necesarias muchas veces.
Bueno, seguramente se usan de vez en cuando las citas de esos libros, pero nunca vi que fueran muy usados para estudios, por ejemplo o para sermones (según mi experiencia como excatólico, exprotestante y actual desafortunada oveja descarriada…)
Eliminar¿Sermones? Si se refiere a las homilías de las misas, reconozco que no es fácil que se profundice en estos libros, ya que, afortunadamente, suelen ser de pocos minutos y se insiste más en el Evangelio del día. Sin embargo, estudios sí hay muchos, hasta el punto de que en la Facultad de Teología donde yo estudié, había un profesor solo para los libros poéticos y sapienciales.
EliminarBueno, una Facultad es algo distinto, la gente en general tiene ideas muy básicas, y es común que escuchen una cosa y entiendan otra. Además cuesta mucho explicar por qué un libro entró en un canon y otro no, y quienes lo decidieron y con qué autoridad. Asunto complicado.
ResponderEliminarYo pienso que es necesaria la formación para sostener nuestra fe en el mundo en que vivimos, que lo que nos inculcaron de niños no es suficiente y nuestra fe tiene que madurar lo mismo que maduramos en otros aspectos. Lo que ocurre es que no todo el mundo quiere hacerlo… o está en condiciones, y los sacerdotes tienen que adaptar sus homilías a los fieles que tienen delante. Aparte de la poca formación que también tienen algunos, pero eso es otra historia.
EliminarRespecto a los libros canónicos, mi experiencia de la Facultad es que, desde hace muchos años, se recurre a los apócrifos cuando hace falta para aclarar algo, dando una visión más amplia, menos sujeta a ese canon. Lo mismo que tampoco se hace distinción entre un buen teólogo católico y un buen teólogo protestante. Yo me enteré de que Bonhoeffer era luterano bastante después de oírlo citar un montón de veces a mis profesores. Y le estoy hablando de hace 40 años.