31/10/22

Halloween

 



      Esta noche es "jalogüin" y los niños juegan a tener miedo de las cosas que no les dan miedo, dejando a un lado las cosas que realmente les asustan.

      Yo no fui una niña miedosa y si algún miedo tenía, mi padre se encargaba de quitármelo por las bravas, obligándome a enfrentarme con él. Mis miedos nunca fueron a monstruos, fantasmas ni seres de ultratumba, sino que procedían de las novelas policíacas de mi madre, que leía a escondidas, y así, cuando de noche tenía que subir al piso de arriba y me encontraba con la oscuridad del recibidor al que no alcanzaba la luz de abajo, la imagen que acudía a mi cabeza no era la de un ser fantástico y maligno, sino la de un ladrón que estuviera robando y me atacara antes de encender la luz, para evitar que lo descubriera. Casi sentía su mano sobre la mía en el interruptor... Y al regreso, igual. Apagaba y bajaba las escaleras a todo correr por si el ladrón me impedía hacerlo. Hasta que mi padre se dio cuenta de aquello y, sin decirme nada, tomó medidas. Todas las noches, casualmente, necesitaba algo que había dejado en el dormitorio y me mandaba bajárselo. Yo me resistía, pero inútilmente, porque cuando mi padre ordenaba algo, había que hacerlo sí o sí y porque, en el fondo, me daba cuenta de que lo hacía para quitarme el miedo. Hasta que a fuerza de subir a por la cartera de mi padre, la pluma estilográfica, el pañuelo de la nariz o una nota con las tareas del día siguiente, aquel recibidor a oscuras se convirtió en una rutina y encendía la luz pensando en otra cosa, quizá acordándome de que yo también tenía que coger algo en mi dormitorio o aprovechar para hacer lo que se hace en el cuarto de baño. Y luego bajaba sin carreras, sin darme cuenta tampoco de que todo el piso de arriba quedaba a oscuras, sin imaginar ningún asesino escondido bajo una cama. Y entonces, mi padre dejó de olvidarse cosas en su mesita de noche, ni tampoco le dio frío y necesitó un jersey del armario. Objetivo cumplido.


11 comentarios:

  1. ¿Quien dijo miedo habiendo hospitales?
    Cuando trabajaba en Ocaña, teníamos que ir a la estación de radio que estaba a unos 2,5 Km y pasar por delante del cementerio, pasábamos a las 8 de la mañana y a las 8 de la noche en días alternos, el turno era de dos personas. Teníamos que ir con linternas ya que excepto en verano el resto del año era de noche, al pasar por delante del camposanto, había un compañero que se ponía a cantar muy alto, hasta que un día le dije "a los que tienes que temer es a los vivos, los muertos no te van a hacer nada.

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    1. Conocí a uno que, cuando iba con el coche por una carretera y pasaba cerca de un cementerio, miraba para otro lado a pique de estrellarse.

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  2. Halloween no es sino una celebración de raíces europeas reimportada con toques peliculeros en forma de carnaval que pretende ser truculento y en eso se queda. El miedo es otra cosa. Una sensación que va variando a lo largo de la edad, conforme la racionalidad se va imponiendo.
    Tiene razón Emilio, las personas difuntas, sus espiritus (si acaso pudieran pulular entre los vivos) solo son atavismos; la maldad, en cambio, es de carne y hueso, y había más posibilidades, en ese pasillo a oscuras que recorrías, de toparte con un ladrón que con el fantasma del tatarabuelo.

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    1. Una mirada... Entre Ocaña y la radio no había pasillo, era un descampado con una carretera de tierra, en la que nunca pasaba nadie y que cuando llovía, llegábamos embarrados y no creo que tampoco hubiera nunca ladrones, yo al menos no pensaba en ellos ya que debían de estar todos en el penal de Ocaña, que estaba en mitad del pueblo.

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    2. El miedo es otra cosa. Una sensación que va variando a lo largo de la edad, conforme la racionalidad se va imponiendo. Hay miedos que perduran, porque son racionales, como el mío temiendo encontrarme un ladrón en el piso de arriba, pues no sería la primera vez que eso ocurre. Por eso pienso que quizá este juego de esqueletos y seres de ultratumba lo que intenta es ahuyentar los miedos auténticos a cosas que realmente pueden ocurrir.

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    3. Teniendo en cuenta que las actuales celebraciones proceden de ritos antiguos, hacer frente al miedo de esa manera lúdica parte del mismo fundamento que poseen la mayoría de las vacunas, que combinan elementos con pequeñas dosis de la enfermedad que se pretende combatir,

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    4. Muy acertada la comparación... Es curioso que, en una época en la que la idea de la muerte se rechaza y se intenta ignorar, es cuando más vigor ha adquirido esta fiesta y se ha extendido por todo el mundo.

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  3. Bueno, bueno, menuda lección la de tu padre. Yo tengo aprensión en algún momento, pero nunca miedo, suelo andar por la casa a oscuras y subir de noche a la terraza a regar las plantas porque no tuve tiempo más temprano. En fin, ahora mismo tengo un fantasmita que me regalaron sentado sobre la impresora... Creo que le doy miedo. Beso y abrazo

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    1. Es que mi padre temía que, al no tener hermanos, creciera consentida y débil.

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  4. En el caso de tu padre el fin justificaba los medios y por lo que veo consiguió su propósito, aunque yo habría tratado de razonar en lugar de olvidarme cosas. Al final, el miedo de estas fechas es más un miedo a lo desconocido, una forma de exorcizarlo como otra cualquiera, solo que basada en una fiesta. Es la alegría del que se ve libre después de un gran chute de adrenalina. En mi opinión, las fiestas no son ya, en un mundo tan globalizado, de ningún sitio. Podemos discutir sus orígenes, pero son ya de todos.

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    1. Sin saberlo, mi padre me aplicó la terapia conductual con la que ahora los psicólogos tratan las fobias enfrentándose a ellas poco a poco.

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