Vivo en la misma ciudad en que nací y de la que no he salido más que en breves estancias de viajes o vacaciones. Por tanto, mis raíces están profundamente hundidas en ella y su paisaje urbano.
Últimamente me ocurre con frecuencia que paso por calles y por casas donde vivían amigos que han muerto, familias enteras de las que ya no queda ningún miembro. Miro sus casas vacías o habitadas por otras personas y me parece como si el mundo que me rodea ya no me perteneciera, como si la vida me estuviera dejando atrás. Es una ciudad llena de casas en las que vivieron personas que conocí y algunas quise, casas en las que yo estuve alguna vez pero que ahora ya me son extrañas y tienen sus puertas cerradas para mí. Como en aquel poema de Manuel Machado:
Últimamente me ocurre con frecuencia que paso por calles y por casas donde vivían amigos que han muerto, familias enteras de las que ya no queda ningún miembro. Miro sus casas vacías o habitadas por otras personas y me parece como si el mundo que me rodea ya no me perteneciera, como si la vida me estuviera dejando atrás. Es una ciudad llena de casas en las que vivieron personas que conocí y algunas quise, casas en las que yo estuve alguna vez pero que ahora ya me son extrañas y tienen sus puertas cerradas para mí. Como en aquel poema de Manuel Machado:
Tu calle ya no es tu calle,
que es una calle cualquiera
camino de cualquier parte.
que es una calle cualquiera
camino de cualquier parte.
Off topic: La de arriba no tiene nada que ver con ninguna de mis casas vacías.
El paso de los años trae consigo un montón de cambios en las personas y en lo que las rodea. Lo que considerábamos nuestro mundo se va diluyendo entre todos esos cambios logrando que en ocasiones nos sintamos como extraños en los lugares en los que estuvimos toda la vida, produciéndonos además añoranza con un toque de tristeza, pero el mundo sigue y nosotros con él así que no nos queda otra que aceptar los cambios e integrarnos en ellos para no terminar quedando aislados.
ResponderEliminarBuen día.
Los cambios en el paisaje urbano se aceptan, la ciudad cambia y rápidamente olvidamos lo que había antes en ese lugar, pero es más difícil asimilar los cambios en el paisaje humano.
ResponderEliminarPor desgracia, me ocurre lo mismo cuando paseo por mi queridísima Granada. Observo las casas en donde vivían mis antiguos amigos de juventud, estando vacías u ocupadas por otras personas.
ResponderEliminarSerá ley de vida, pero no por ello deja de ser un poco triste.
Intentaremos positivar el día con este sol de otoño, tan del estío.
Pues si a ti te ocurre a tu edad, imagínate a la mía....
ResponderEliminarLos cambios en la ciudad sólo se aceptan cuando se viven día a día, de igual forma que sólo se aceptan los años que nos caen cuando nos vemos en el espejo todas las mañanas. Abandoné Málaga hace ya 12 años y soy un extraño cuando paseo ahora por sus calles. Sentado en Alcorcón me puedo imaginar recorridos por una Málaga que ya no existe, donde el América Multicines sigue con sus neones verdirrosas, donde la calle Larios aun no es peatonal, donde la vieja estación de Renfe no es un edificio de cristal... Esa Málaga ya no existe, pero es la que tengo capturada en mi memoria, lo que hace que los cambios impacten más.
ResponderEliminarYo he vivido los cambios en mi ciudad paso a paso, aparte de que los cambios en Málaga han sido más rápidos y más profundos que en Granada.
ResponderEliminarBienvenido, Juan Lupión, y gracias por tu visita.
Yo cada vez que paso enfrente del piso de mi Abuelina, que hace más de un año que murió, siento un escalofrío. Y ese balcón, de un primer piso, lleno de plantas (los peatones se paraban a felicitarla por tal vegetación aunque no la conocieran de nada) ahora es frío, poco humano. Veo los inquilinos que hay ahora y recuerdo cuántos miles de buenos momentos viví ahí dentro...
ResponderEliminarPues multiplica eso por tropecientos en todas las casas y en todas las calles...
ResponderEliminarLas casas, las ciudades, los familiares, los viejos amigos y conocidos... todo, al igual que ocurre con nosotros mismos, va transformándose con el paso del tiempo, unos desparecen, otros cambian, pocos permanecen, pero es la propia vida.
ResponderEliminarUna vida muy puñetera.. ¿no crees?
ResponderEliminarAlgo similar -aunque no comparable en la intensidad de sus sentimientos- me pasa cada vez que voy a mi vieja escuela: camino por pasillos que antes eran míos y aulas que eran una extensión de mi habitación, ahora los encuentro llenos de rostros que no conozco y pláticas que ya no entiendo. Ya ni las conocidas caras de los profesores encuentro, pues que la matrícula de profesorado ha cambiado y son pocos los profesores que se acuerdan de mí. Esa escuela ya no es mía...
ResponderEliminarEsa escuela seguirá siendo tuya siempre que puedas seguir accediendo a ella, pues tu infancia estará en el sonido de una puerta cuando se cierra o la forma de dar el sol a cierta hora en el patio.
ResponderEliminarNo dejemos que nos atrape la nostalgia, mala compañera, especialmente en otoño. Admiro a los que están enraizados fuertemente a su tierra. Yo, cuando visito mi pueblo natal, siento las mismas sensaciones que expresas. Al final, acabo respondiéndome que nada puedo hacer para detener el rumbo de los tiempos.
ResponderEliminarMi padre cuando murió se había quedado solo, pues habían muerto todos sus amigos antes que él. Decía que ese era el precio que había que pagar por vivir demasiado, y ese demasiado me llegaba al alma. Ahora voy acercándome yo a la edad que él tenía y quizá empiece a decir lo mismo.
ResponderEliminarEl paso de los años no perdona en ningún aspecto. Llevo 30 años viviendo en una urbanización de 112 viviendas, los cuatro o cinco primeros años conocía a todos, hoy desgraciadamente no llego a conocer ni siquiera al 50%, unos han fallecido, otros se han trasladado a otras urbanizaciones de "alto standing" y han alquilado sus pisos, los jóvenes se han hecho mayores y ya no viven con sus padres, cuando me saludan ya no los conozco, han cambiado mucho.
ResponderEliminar¡Que triste es hacerse viejo... perdón mayor!
No lo sabes tú bien....
ResponderEliminar¡Pues sí que están ustedes optimistas en esta lista de comentarios!
ResponderEliminarNaturalmente que es triste, tristísimo, y, como bien dice, , Senior, la vida es puñetera. Pero así no vais a levantar el ánimo y la tristeza debe durar lo justo: lo necesario para poder decir "me siento triste"; nada más.
¿Por qué no le dais la vuelta? Dispongo de más tiempo vida, ¿la malgasto por los que ya no están o me quedo con lo bueno que de ellos guardo en mi memoria?
Pasead más, despacio, disfrutando del sol otoñal, de los olores y colores y escribid muchos post y comentarios en blogs. ¡Hay tanto que aprender de vosotros! Regalad vuestra memoria a los demás,
Un abrazo para todos y especial para ti, Senior.
Perdona, Anónimo/a, por la dosis de pesimismo, pero es que algunos/as no estamos últimamente para tirar cohetes. Te agradecemos los ánimos, pero harías la gracia completa si supiéramos quien eres.
ResponderEliminar¡Ah! Y si sigues viniendo por aquí verás que el "cenizo" sigue en próximos capítulos...
A veces, en cambio, las casas guardan una pequeña chispita de vida.
ResponderEliminarHace pocas horas hemos firmado el alquiler del piso nuevo, al que nos vamos a mudar estas próximas semanas.
En el cuartito donde voy a poner un mini-estudio, antes, vivía una niña. Me ha dejado corazones de colores pintados en la ventana y en un post-it pegado en una pared.
Quizás es pequeña para entenderlo (tiene pinta), pero ha dejado parte de ella, ¿no?
Gracias, NaaN, por aportarnos una nota de vida y ternura en este post tan triste.
ResponderEliminar¡Enhorabuena por el nuevo piso! Que seáis muy felices en él.
Casas, sillones, sofás y camas. Es ley de vida, como suele decirse, y no sirve de mucho intentar llenarlas, porque nada es igual.
ResponderEliminarPues no estás tú tampoco muy optimista, Tawaki....
ResponderEliminarCreo entender y compartir lo que cuentas. Suelo decir que no vivo a 2.000 kms. sino a 22 años de distancia del sitio donde crecí. Así que en cada visita al terruño patrio voy actualizando el libro de las ausencias.
ResponderEliminarPero a veces cuando los objetos (o sujetos) dejan de brillar con luz propia podemos iluminarlos con nuestros recuerdos.
Por otra parte van apareciendo nuevas fuentes de luz y no debemos desperdiciarlas.
Lo malo es cuando esas fuentes de luz se van haciendo muy escasas o desaparecen.
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