Allá por los años 50, una conocida mía, menor de edad por unos días (considerando que no éramos mayores hasta los 21), contrajo matrimonio en la iglesia y de blanco como estaba mandado y, probablemente, yendo al tálamo nupcial tan virgen como la parió su madre. Como por aquella época no estaba el horno para muchos bollos, se celebró un almuerzo íntimo con los familiares y tras ir al fotógrafo para la foto de rigor, la pareja tomó el tren hacia los Madriles.
A media noche llegó el revisor, les pidió el DNI y ¡horror! ella era menor de edad y no llevaba permiso paterno para viajar. De nada les sirvió que enseñaran sus relucientes anillos, que protestaran y suplicaran, pues el revisor inflexible les hizo bajar en la primera estación a la espera de que llegara la policía, cosa que no ocurrió y allí pasaron su primera noche de casados, su noche de bodas, esa con la que soñábamos todas las jóvenes. Una estación de pueblo, quizá un apeadero, y el duro banco de la sala de espera. Si alguien recuerda como eran esas estaciones sabrá que no es el escenario más romántico del mundo.
A media noche llegó el revisor, les pidió el DNI y ¡horror! ella era menor de edad y no llevaba permiso paterno para viajar. De nada les sirvió que enseñaran sus relucientes anillos, que protestaran y suplicaran, pues el revisor inflexible les hizo bajar en la primera estación a la espera de que llegara la policía, cosa que no ocurrió y allí pasaron su primera noche de casados, su noche de bodas, esa con la que soñábamos todas las jóvenes. Una estación de pueblo, quizá un apeadero, y el duro banco de la sala de espera. Si alguien recuerda como eran esas estaciones sabrá que no es el escenario más romántico del mundo.
Conviene recordar de dónde venimos, así nos resultará fácil valorar lo mucho que hoy tenemos. Es cierto que podemos estar en un movimiento pendular y que nos hemos escorado y excedido en algunos aspectos, pero también que es mucho lo que hemos progresado, sobre todo en la dignificación de la mujer.
ResponderEliminarEn eso hemos progresado, pero la estación de la foto es la misma que había entonces, a la espera del AVE y de una estación nueva, que los mayores no creo que alcancemos a ver.
ResponderEliminar:-) Bueno, desde luego que no fue precisamente lo que unos recién casados espera que suceda en su noche de bodas pero no deja de ser una anécdota que habrá dado lugar a buenas risas en reuniones de amigos y familiares y una cosa que contar a los nietos que seguro dudarán de que haya sido cierto y no una "historieta" de sus abuelos.
ResponderEliminarEn los tiempos de hoy y tal como van las cosas ¿quién que no haya vivido entonces se lo puede creer?
Pues no te creas, que algunas compañías aéreas siguen dejando en tierra a los menores de edad que no llevan autorización de sus padres. La diferencia es que ahora la mayoría de edad está los 18.
ResponderEliminarLo que no entiendo es como no tenían su libreta de matrimonio, o no es un documento allí?
ResponderEliminarAquí hay dos: una la expide el registro civil y otra la iglesia, si el matrimonio es consagrado. Aunque hasta allí han llegado los cambios. Como ahora se usa celebrar la ceremonia civil en el lugar del ágape, la ceremonia religiosa se celebra antes. Pero eso si, siempre hay documentos que lo acreditan.
Y coincido con Abedugu en que mil veces lo habrán contado y lo seguirán haciendo.
Aquí tenemos el Libro de Familia donde se inscribe primero el matrimonio y a partir de ahí el nacimiento de los hijos y el fallecimiento de los cónyuges, pero quizá como entonces el matrimonio religioso tenía efectos civiles y la iglesia mandaba los datos al Registro Civil, no se lo dieran sobre la marcha o a ellos se les olvidó llevarlo. No te puedo asegurar en que momento entregaban ese documento porque yo no me casé, pero se que también existe la Partida de Matrimonio que se conserva en el registro de la iglesia donde se haya celebrado, aunque tambien ignoro si se entregaba al firmar el acta o más tarde. A ver si aparece alguien que se casara por aquella época y nos lo aclara.
ResponderEliminarCosas como ésta que cuentas me asombran por un lado y me conmueven por otro. En el año 1.961, vivía en Argentina y viajaba con mis padres y hermana por Europa cuando un día cruzaba desde el hotel en Salou donde nos alojábamos que estaba enfrente mismo de la playa para pasar el día en la arena y al sol, vestida con una camisa y pantalones cortos...Me paró una pareja de la Guardia civil y me obligó a cambiarme de ropa...Aún no he digerido el asunto y cada vez que paso por aquella esquina me duele el estómago..Beso
ResponderEliminarY no eran solo las leyes, sino también las personas, pues a mediados de los 50 yo usaba pantalón y más de una vez tuve que soportar que me insultaran por la calle y me dijeran "marimacho".
ResponderEliminarHemos pasado de un extremo a otro, y sin paradas en las estaciones intermedias.
ResponderEliminarAhora, los y las jóvenes, utilizan su minoría de edad para afianzar el poder sobre sus padres, y cuando cumplen la mayoría de edad, continúan viviendo de y con sus padres. Sin ningún tipo de limitaciones. Tan solo imposiciones (por parte de ellos, de los jóvenes).
Hay líneas aéreas que si el menor no porta el d.n.i. o el pasaporte, y por mucho que estén sus padres con el libro de familia, no se monta en el avión ni de broma.
Y aún hay instituciones del Estado, en donde si vas en pantalón corto (aunque sea de visita turística), el Bono-Jefe te echa a la calle y con la sutileza del acompañamiento por parte de la Fuerza pública.
Todas las generaciones cambian, unas para mejor y otras para peor. Mi generación cambió para mejor con respecto a la de mis padres, pues en menos de 20 años yo tenía una libertad que mi madre no pudo ni soñar a la misma edad que yo.
ResponderEliminarDesde luego que sí. Ahora han cambiado algo, sólo un poco, pero sí, la luz es distinta, más viva, hay tiendas, al menos en las grandes; pero antes, creo que una estación, de madrugada, vacía, solitaria, silenciosa, con su luz mortecina, sus bancos incómodos, y el reloj, que sin estar parado lo parece era, y es, uno de los lugares más tristes en los que se pueda estar.
ResponderEliminarY sobre la situación de la mujer: ¡que decir! Aún era pero estar casada que soltera. Ni una libreta de ahorro podía tener sin el consentimiento del marido. En fin...Eso ya pasó. Un saludo.
Yo no recuerdo ya si el libro de familia me lo dieron en el juzgado o en la iglesia, o si me lo dieron posteriormente; pero creo que hubo que ir al juzgado a recogerlo con posterioridad.
ResponderEliminarEn verdad esta fue una noche de bodas triste y penosa. Pero me has hecho recordar el día de mi boda (tristísimo), y el viaje de bodas, realizado mes y medio después, que fue más triste y penoso si cabe que el anterior.
¡Cosas de la época y de la poca espabilación de esta interfecta! Menos mal que de eso hace muuuuuucho tiempo y no lo recuerdo nunca.
Siento no haber sido de más ayuda.
desdelaterraza: No he estado hace tiempo en la estación de la foto, pero me temo que por dentro está tan parecida como por fuera, a pesar de los años que han trascurrido, y tampoco han cambiado mucho los trenes de esa línea ni las estaciones intermedias hasta Madrid. Hay veces que parece que el tiempo se detiene y Granada en cuanto a sus comunicaciones está en el siglo pasado.
ResponderEliminarVaya, Mafalda, no creía que tú hubieras vivido los tiempos de la Oprobiosa...
ResponderEliminarQuién sabe, tomando como referencia la noche de bodas que nos cuenta Delibes en su Cinco horas con Mario, estos al menos tienen una anécdota que contar...
ResponderEliminarUn abrazo.
Es bastante probable que los dos estén ya muertos y no puedan contarlo, pero en fin...
ResponderEliminarHoy en día probablemente vivirían la "noche de bodas" en la estación misma, sin preocuparse por las miradas jejeje.
ResponderEliminarSon anécdotas curiosas sobre otros tiempos que los jóvenes tenemos que escuchar atentamente, para no olvidar lo privilegiados que somos ahora.
Era muy complicada entonces una "noche de bodas" como para tenerla a salto de mata...
ResponderEliminarCreo que se ha dicho casi todo, pero quiero mostraros, las estaciones de tren de toda España, algún apeadero, cambio de agujas, postes, cargaderos de ganado, edificios de viajeros... la pena es que todas las fotos están hechas desde fuera. Ver "La estación de Tren".
ResponderEliminarYo he viajado bastante en ferrocarril, incluso solo antes de los 18 años, así que mi padre me llevaba a la estación a que alguna persona mayor se hiciera "cargo" de mí ya que no podía viajar solo, ni siquiera con autorización escrita.
En la línea que siempre, aparecía el revisor y en muchas ocasiones acompañado por la Benemérita, era en la línea "El Canfranero", (Zaragoza-Francia a través de Canfranc).
Gracias, Jubi, por la información sobre los trenes y las estaciones, pero lo que aquí andábamos buscando es alguien que se casara en los tiempos de la Dictadura y nos dijera cuando entregaban el Libro de Familia, como verás por mi respuesta a la pregunta de Nirene.
ResponderEliminarCuando yo me casé por la iglesia, un funcionario del juzgado me entregó el libro de familia antes de la ceremonia. Incluso le comenté que si me volvía atrás que pasaba?
ResponderEliminarSu repuesta fue que por lo civil estaríamos casados.
En cuanto al matrimonio eclesiástico, creo recordar que había que entrar con dos testigos a firmar, te daban un justificante de haberte casado y quedaba constancia en la iglesia. Pero como he comentado antes, el juzgado ya se había enterado, ya que había que hacer un cursillo de una semana para poder casarse por la iglesia.
ResponderEliminarunjubilado: Me parece que necesitamos alguien más viejo que tú, pues en la época de la que hablo no había cursillos matrimoniales ni nada parecido.
ResponderEliminarTienes razón, nosotros no hicimos el cursillo prematrimonial, lo había asociado conmigo ya que posteriormente a un compañero se lo hicieron hacer y nos dio la lata toda una semana.
ResponderEliminarEs que en aquella época se suponía que todo el mundo era muy católico y muy formado, por lo que los cursillos prematrimoniales empezaron cuando se empezó a dudar de esa formación.
ResponderEliminarEste tipo de hechos convendría recordarlos a través de la asignatura de Educación para la Ciudadanía; así, los niños de hoy conocerían el pasado de sus abuelos y comprenderían lo que fue aquella España negra, tan negra como el carbón que ya no explotamos.
ResponderEliminar¡Mi querida España!, que cantaba Cecilia.
Pues los niños actuales se iban a reir un rato con estas historias, como se ha reído NaaN que es la más joven de los visitantes de este blog.
ResponderEliminarNo he vivido más que retazos de aquellos "principios y orden" de la dictadura. Y claro, ni los podía entender ni digerir.
ResponderEliminarTan reciente como el año 82, con 18 años recién cumplidos, trabajando por el día con un camión de reparto y estudiando por las noches, casi salgo a mal con un profesor de instituto local. Estaba tomando la cafetería haciendo tiempo hasta que comenzasen las clases nocturnas. En esto que un mequetrefe viene a pedirme el nombre y el curso y, sin digerir que le había dado un curso de nocturno, me exige de malas maneras que deje de vagabundear por el instituto y me meta a estudiar a la biblioteca.
Cortésmente le indiqué que se dedicase a sus tareas y que nos dejase en paz a mi café y a mi persona. Enfurecido, el mentado profesor hizo ademán de empujarme físicamente hacia la biblioteca. Así que lo inmobilicé y le dije algo así como "si vuelve Vd. a obligarme a defenderme de sus agresiones hay posibilidades de que acabe en la unidad de primeros auxilios o en comisaría". El director del centro todavía se ríe cuando me recuerda aquella anécdota, de cómo tuvo que calmar al soplagaitas y convencerle diplomáticamente de que no se metiese en camisa de once varas y empezase guerras que no podía ganar.
Supongo que dos décadas antes la cosa podía haber acabado de forma distinta.
Como mínimo te hubieran expulsado y te hubiera costado aun más llegar a ser lo que eres.
ResponderEliminarTienes razón (jeje). Con el carácter impulsivo y cabezón que tengo probablemente me hubiesen expulsado y hubiese emigrado unos años antes.
ResponderEliminarUn antiguo amigo mío -tetrapléjico para más señas- decía que el pretérito imperfecto del verbo haber no tendría que existir, pues la realidad es la que es y no conduce a nada imaginar otra.
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