En las primeras elecciones municipales de la Democracia, en 1979, los vecinos de la Zona Norte, del Polígamo (Polígono) de Cartuja y el barrio del maj'allá (Almanjáyar), llegaban al colegio electoral diciendo: ¿Aonde se mete la papeleta de la Fermina?
Era Fermina Puerta, la trabajadora social del Centro de Salud, y la había metido en su lista el PSA -Partido Socialista Andaluz- sabiendo que el tirón de votos que ella significaba podría darles el Ayuntamiento. Como así fue, y la Fermina se sentó en el Salón de Plenos como concejal responsable del área de Personal. Aunque aquello duró lo que un porro en la puerta de una escuela de su barrio. El tejemaneje de la política no era lo suyo y pronto volvió "al otro lado", a su lucha de siempre a favor de los más marginados de la sociedad.
Una lucha que había empezado mucho antes, cuando la Dictadura, en las chabolas de La Virgencica, enseñando a leer y entrenando a los niños que chutaban una lata si no había pelota, mientras corría de los grises, hacía sentadas o se encerraba en las iglesias. Su trabajo, entonces, estaba en el hospital Ruiz de Alda, en donde inició la llamada "huelga de los ascensores", para protestar porque al personal de limpieza no le permitían usarlos, huelga que secundaron hasta los médicos y que terminó, con éxito, en unas horas, en cuanto las escaleras se llenaron de batas que subían y bajaban.
Tiempo después de su paso por el Ayuntamiento, un día que íbamos en su coche, un trasto de tercera o cuarta mano, intentaba aparcar en la calle San Juan de Dios cuando vimos a un policía municipal acercarse. La amiga que iba con nosotras, ajena a sus antecedentes, dijo: ¿Que estás haciendo? ¡Viene un guardia! Pero el guardia se acercó y exclamó: ¡Ay la Fermina, que nunca va a aprender a conducir! Anda, baja y yo te lo aparco. Y es que hay concejales y concejales...
Llegó luego la Zona Norte, la Escuela de Adultos, en donde para conseguir que los gitanos acudieran a alfabetizarse, "contrató" de profesores a otros gitanos que apenas sabían leer, pero que enseñaban lo que sabían a sus compadres y servían de gancho para atraerlos. Y así transcurrió el tiempo, con la Fermina luchando en el barrio y en los despachos, por los que paseaba su indumentaria made in Cáritas (la nómina tenía otros destinos).
El Pope Godoy -otro que tal- ha resumido en tres facetas la personalidad de Fermina Puerta. Su compromiso netamente político y su independencia frente a instancias políticas concretas. Su compromiso radicalmente social y, de nuevo, su independencia frente a opciones sindicales concretas. ¿Alguien da más? Pues si: su profundo, gozoso y enraizado compromiso cristiano junto con su fascinante y exigente libertad ante toda norma.
Ahora la Fermina se jubila, vuelve a su Gualchos natal -encima del mar, debajo de la sierra- a cuidar de su madre, aunque esta no puede reconocerla, y los de la Zona Norte van a echarla de menos. Pero no os preocupéis, paisanos, que la Fermina volverá con vosotros, al pie del cañón como siempre, y un día morirá entre vosotros, en su pisillo de Las Parcelas, a donde llegó desde el centro para que su jornada de trabajo durara 24 horas.
Los periódicos hablan de sus logros (el Centro Cívico, las guarderías, los campamentos de verano...) y de las medallas que le colgaron los que no sabían la risa que le daban. Yo cuento lo que vi y lo que me contaron mientras íbamos viviendo.
Era Fermina Puerta, la trabajadora social del Centro de Salud, y la había metido en su lista el PSA -Partido Socialista Andaluz- sabiendo que el tirón de votos que ella significaba podría darles el Ayuntamiento. Como así fue, y la Fermina se sentó en el Salón de Plenos como concejal responsable del área de Personal. Aunque aquello duró lo que un porro en la puerta de una escuela de su barrio. El tejemaneje de la política no era lo suyo y pronto volvió "al otro lado", a su lucha de siempre a favor de los más marginados de la sociedad.
Una lucha que había empezado mucho antes, cuando la Dictadura, en las chabolas de La Virgencica, enseñando a leer y entrenando a los niños que chutaban una lata si no había pelota, mientras corría de los grises, hacía sentadas o se encerraba en las iglesias. Su trabajo, entonces, estaba en el hospital Ruiz de Alda, en donde inició la llamada "huelga de los ascensores", para protestar porque al personal de limpieza no le permitían usarlos, huelga que secundaron hasta los médicos y que terminó, con éxito, en unas horas, en cuanto las escaleras se llenaron de batas que subían y bajaban.
Tiempo después de su paso por el Ayuntamiento, un día que íbamos en su coche, un trasto de tercera o cuarta mano, intentaba aparcar en la calle San Juan de Dios cuando vimos a un policía municipal acercarse. La amiga que iba con nosotras, ajena a sus antecedentes, dijo: ¿Que estás haciendo? ¡Viene un guardia! Pero el guardia se acercó y exclamó: ¡Ay la Fermina, que nunca va a aprender a conducir! Anda, baja y yo te lo aparco. Y es que hay concejales y concejales...
Llegó luego la Zona Norte, la Escuela de Adultos, en donde para conseguir que los gitanos acudieran a alfabetizarse, "contrató" de profesores a otros gitanos que apenas sabían leer, pero que enseñaban lo que sabían a sus compadres y servían de gancho para atraerlos. Y así transcurrió el tiempo, con la Fermina luchando en el barrio y en los despachos, por los que paseaba su indumentaria made in Cáritas (la nómina tenía otros destinos).
El Pope Godoy -otro que tal- ha resumido en tres facetas la personalidad de Fermina Puerta. Su compromiso netamente político y su independencia frente a instancias políticas concretas. Su compromiso radicalmente social y, de nuevo, su independencia frente a opciones sindicales concretas. ¿Alguien da más? Pues si: su profundo, gozoso y enraizado compromiso cristiano junto con su fascinante y exigente libertad ante toda norma.
Ahora la Fermina se jubila, vuelve a su Gualchos natal -encima del mar, debajo de la sierra- a cuidar de su madre, aunque esta no puede reconocerla, y los de la Zona Norte van a echarla de menos. Pero no os preocupéis, paisanos, que la Fermina volverá con vosotros, al pie del cañón como siempre, y un día morirá entre vosotros, en su pisillo de Las Parcelas, a donde llegó desde el centro para que su jornada de trabajo durara 24 horas.
Los periódicos hablan de sus logros (el Centro Cívico, las guarderías, los campamentos de verano...) y de las medallas que le colgaron los que no sabían la risa que le daban. Yo cuento lo que vi y lo que me contaron mientras íbamos viviendo.
Precioso relato de la vida y obra de una mujer. Sí, este país nuestro está lleno de Ferminas perdidas en el anonimato. Que tu hayas rescatado a ésta es una forma de homenajear a todas ellas.
ResponderEliminarGracias, Pablo, por tu visita y por tus palabras. En Granada, Fermina no es anónima, todo el mundo la conoce y ha sido reconocida su labor con distintos premios. Precisamente, respecto a eso hay otra anécdota que no he contado por no alagar más el post.
ResponderEliminarHace años, pasó por la dura prueba del cáncer y, entonces, el Ayuntamiento le concedió una medalla. Se aplazó la entrega, Fermina salió de aquello y, pasado el tiempo decía: Me dieron la medalla porque creían que me iba a morir, pero como no me he muerto, se la quedan...
Gracias. Coincido plenamente con Pablo, es un magnífico (y está claro que merecido) a toda una mujer.
ResponderEliminarSería maravilloso que nuestra sociedad se llenara de Ferminas.
Gracias de nuevo y un abrazo.
Vaya, faltó "homenaje", pero se entendió lo que quería decir ¿no?
ResponderEliminarSe entendió, Ernesto. Muchas gracias.
ResponderEliminarQué curioso, de no ser por la corrección posterior de Ernesto, no noté que faltaba la palabra "homenaje" ¿es que nuestra mente "completa" las frases aún cuando cometamos alguna omisión...como en este caso?.
ResponderEliminarLa sociedad está llena de Ferminas. Que a veces no llegan en el momento exacto al lugar exacto, pero sus intenciones y sus acciones son igual de meritorias.
Como bien dice pablo saldaña ,quedan perdidas en el anonimato, y el rescatar una reivindica a todas las otras.
Esta mujer viene a demostrar que personas que valen mucho dentro de la política no tienen cabida porque ellas quieren hacer cosas por los demás "ya" y los partidos políticos no tienen prisa y a veces ni siquiera intención, por eso comprendo que se saliera del partido para seguir la lucha a su manera.
ResponderEliminarRealmente no se salió del partido. Lo que dejó fue su acta de concejal para volver a la militancia de a pie y a su trabajo como trabajadora social del Centro de Salud.
ResponderEliminarA unos les gusta figura, salir en la foto y ponerse medallas. Otros, los verdaderos héroes, prefieren hacer las cosas, estar a pie de calle y dar el callo. Olé por ellos.
ResponderEliminarSi ella leyera que la has incluido en el grupo de los héroes... se partiría de risa.
EliminarPeazo ser humano Fermina. Suerte del mundo y del paisanaje que existan personas así; no son muchas pero abarcan como cientos porque siempre terminan enredando en aquellas que apuntan maneras para seguir con las sentadas, las protestas y poniendo las dos manos donde sea para asumir más.
ResponderEliminarHan pasado más de cinco años de este post y, aunque Fermina sigue en Gualchos y con la salud muy debilitada, se puede decir que sigue al pie del cañón, porque todos los veranos muchos niños de la Zona Norte que no tienen nada pueden pasar unos días en la playa disfrutando y comiendo como es debido. ¿Como lo consigue? Nadie lo sabe, pero lo organiza año tras año, sin importarle la crisis ni la ausencia de subvenciones.
EliminarYo también conocía a la Fermina de oídas, y a otros que mencionas en tu articulo de pasada. Que vida mas intensa e interesante. ¿Crees que alguien le hará un buen homenaje???
ResponderEliminarMás años han pasado y ahora Fermina está aquí, en un sitio que seguramente te gustaría visitar y que no te cae lejos en verano. Tiene un cargo dentro de la asociación a la que pertenece y que la obliga a pasar temporadas en América del Sur, pero en este momento está allí.
ResponderEliminar¡Ah! Y pasa de homenajes. Lo que quiere es subvenciones para sacar adelante las cosas que pone en marcha, tanto aquí como en América.
EliminarQue maravilloso homenaje. Me has conmovido.
ResponderEliminarSolo la conocí por referencias. Pero ¡que mujer!
Pues ya estás tardando en pasarte por Pico Águila a conocerla...
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