29/9/09

San Miguel


Grabado de Capuz cedido generosamente por
J.A.M. amigo de la vida real


Se ven desde las barandas,
por el monte, monte, monte,
mulos y sombras de mulos
cargados de girasoles.

Ese monte es el cerro del Aceituno, en donde está la ermita de San Miguel, y así empieza el poema de García Lorca dedicado a la romería que se celebra el 29 de Septiembre. Tal día los devotos suben al cerro y pasean en andas por el Albaicín la imagen del santo que, últimamente, es una copia, permaneciendo en su iglesia la original de Bernardo F.de Mora (1675)

...con las enaguas cuajadas
de espejitos y entredoses

Pero sobre este poema hay una anécdota divertida. Ya he mencionado no hace mucho la censura y prohibición que hubo en la posguerra de las obras del poeta, censura que muchas veces caía en el ridículo más espantoso. Como cuando, al publicarse por primera vez este poema en un periódico local con motivo de la romería, apareciera mutilado de estos versos:

San Miguel lleno de encajes
en la alcoba de su torre,
enseña sus bellos muslos,
ceñidos por los faroles.

Y estos otros

Vienen manolas comiendo
semillas de girasoles,
los culos grandes y ocultos
como planetas de cobre.

quedaran así:

...los cuales grandes y ocultos
como planetas de cobre.

Para reír...o llorar.

21/9/09

Tutorial


Instrucciones para el uso (que no abuso) de un blog


1
. Se empieza mirando el título y la fecha, para conseguir la adecuada ubicación espaciotemporal.


2. Se pasa a leer el post escrito, con más o menos acierto, por el autor/a del blog.

3. Si el escrito tiene unas palabras subrayadas que, al acercarle el cursor, este se transforma en una mano, quiere decir que esas palabras son enlaces (en inglés, links) y que, pinchando en ellas, nos llevan a otro sitio, al cual ha querido que vayamos el autor/a del post, para que sirva de aclaración o ampliación de lo escrito.

4. Si por ventura tuviera unos artilugios que dicen GOEAR, se trata de música y se la puede oír pinchando en el triangulito de la izquierda. Igualmente si se quiere dejar de oírla, se puede detener en el cuadradito de un poco más a la derecha.

5. También es posible que, en el colmo de la sofisticación, el autor/a del blog haya incluido un vídeo de YouTube. Pínchese entonces en el triángulo del centro.

6. Pero lo más habitual es que nos encontremos con fotos incluidas, las cuales pueden ampliarse clicando (americanos dixit) encima de ellas.

7. En la columna de la derecha (en algunos blogs a la izquierda) se pueden encontrar diversos apartados. A saber:

a) Alguna explicación sobre el blog acompañada por foto.

b) Los últimos comentarios recibidos.

c) El archivo de las entradas, o posts, publicados.

d) Las “etiquetas” también llamadas categorías, que clasifican los posts por temas.

e) Los enlaces a otros blogs amigos. (Es recomendable visitarlos)

f) Pequeñas fotos con eventos que, haciendo clic en ellas, nos conducen a una mayor información sobre los mismos.

8. Si, leído el post, quisiéramos leer los comentarios que ha recibido o intervenir haciendo un comentario, no tenemos más que pinchar en el enlace del final que dice: 1 (o 2, o 3 ) comentarios. Se abrirá entonces una nueva página con dichos comentarios y el recuadro en el que dejar el nuestro, tras haber pasado por el filtro de la palabra sin sentido (Kaptcha) y haber dejado nuestro nombre o seudónimo (Nick) en el sitio indicado para ello (Nombre/URL)

9. Si se ha sido constante y se ha llegado al final de la página, no hay problema, pues allí se encuentra un enlace denominado Entradas antiguas que conduce a las entradas anteriores, hasta llegar al principio del blog.

10/9/09

Los niños de la posguerra



Se ha hablado mucho de los niños de la guerra, los que recuerdan los bombardeos, los refugios y quizá una larga marcha con hambre y frío por una carretera sin fin. También de los que llevaron a otros países y no volvieron nunca.

Pero yo pertenezco a la generación de los niños de la posguerra. De la guerra supe lo que me contaron mis padres: que a mi madre no le gustaban los refugios improvisados en las casas y aguantaba conmigo, impertérrita, protegiéndome con su cuerpo mientras los aviones pasaban por encima de nuestras cabezas. Se también que, durante tres años, hubo en mi casa una maleta llena de latas de leche condensada La Lechera, renovadas periódicamente, por si había que salir corriendo de los unos o de los otros. (Equipaje indispensable pues sabemos que un adulto se alimenta de lo que sea, pero un bebé necesita leche)

Después, cuando mis ojos se abrieron a lo que había alrededor, lo que vi fue escasez y cartillas de racionamiento, tiendas vacías, colas ante los comedores de Auxilio Social, colas en la panadería, colas… No había juguetes, ni ropa, ni chuches. Por las calles de mi barrio pasaba un hombre con una cesta de contenido maravilloso: barritas de regaliz, algunos cromos y pirulís que ponían la boca roja. Pero pocas veces alguien tenía una perra gorda que entregarle, o las suelas de goma de unas zapatillas, que también hacía el trueque.

Pero no nos importaba. A falta de chuches nos comíamos los tréboles de los jardines o los tallos tiernos de los rosales, hacíamos una pelota de trapo y cualquier cuerda nos servía para saltar. Jugábamos en medio de la calle sin miedo a los coches, contábamos historias de miedo cuando las restricciones de energía nos dejaban a oscuras y, en verano, hacíamos collares con los dompedros, biznagas con los jazmines o buscábamos los casi mágicos gusanicos de luz.

Tengo que confesar que, en aquel ambiente de escasez, yo jugaba con ventaja, pues tenía los juguetes que mi padre dibujaba y un carpintero construía en su taller, los trajes de mi única muñeca que cosía mi madre con los retales de los que me hacía a mí, y en mi cuarto suavizaba la luz la pantalla de florecitas rojas que dibujó mi padre.

Cuando todo era gris, cuando no había nada, yo tuve AMOR, que es lo único que un niño necesita para crecer y hacerse adulto.

A Pablo Saldaña, a quien le gustan mis batallitas.

4/9/09

Un verano bailando


Con la muerte de Antonio Vega, todos hemos recordado los años aquellos de la movida madrileña. Tiempos de un alcalde marchoso, de bandos en latín, sexo, droga y rock and roll. Y de canciones como Bailando, que cantaban Alaska y Los Pegamoides, y que terminaba así:

Muevo la pierna, muevo el pie,
muevo la tibia y el peroné;
muevo la cabeza, muevo el esternón,
muevo la cadera siempre que tengo ocasión

Buenos tiempos para la movida, malos para la lírica.